ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

EL RENACIMIENTO

mariprado25 de Septiembre de 2012

18.289 Palabras (74 Páginas)387 Visitas

Página 1 de 74

EL RENACIMIENTO

INDICE

El ordo cuestionado _______________________________________________________ 2

El Renacimiento ______________________________________________________________ 3

La envidiable España __________________________________________________________ 7

Las reformas protestantes y la envidia __________________________________________ 11

La generosidad, la envidia y el terror ___________________________________________ 13

Los envidiosos comerciantes ___________________________________________________ 15

Envidia y política ____________________________________________________________ 17

Los burgueses se equiparan a los nobles: los ricos envidian a la aristocracia ___________ 20

La envidia de los pobres ______________________________________________________ 25

La envidia según los filósofos __________________________________________________ 29

La mujer humillada y la mujer que humilla ______________________________________ 29

II. EL ORDO CUESTIONADO

El ordo comienza a quebrarse y las clases a envidiarse; los ricos imitan a los nobles y los pobres desarraigados amenazan a los poderosos. Las tradiciones se tienen qué combinar con soluciones políticas para luchar contra la envidia de las masas. En la política, el cálculo domina y la envidia se refina.

El Renacimiento

[...] juzgaba yo que el impetuoso viento y ardiente de la envidia no debía golpear sino las altas torres y las más elevadas cimas de los árboles; [...] me encuentro sobremanera engañado. Porque [...] habiéndome siempre ingeniado en huir el fiero ímpetu de ese rabioso espíritu, no solamente por las llanuras sino también por los profundísimos valles, callado y escondido, me he ingeniado en andar; lo que puede aparecer asaz manifiesto a quien las presentes novelitas mira, que no solamente en florentino vulgar [...] sino también en estilo humildísimo y bajo cuanto más se puede, y no por todo ello he podido dejar de ser fieramente atacado por tal viento [...] y de ser todo lacerado por los mordiscos de la envidia; por lo que asaz manifiestamente puedo comprender que es verdad lo que suelen decir los sabios que sólo la miseria deja de ser envidiada en este mundo presente. Giovanni Boccaccio. Orgullo, avaricia y envidia son las chispas que encienden el corazón. Dante. La concepción ilustrada y decimonónica según la cual el Renacimiento significó una ruptura radical con el Medioevo, se discute desde hace más de medio siglo. Muchos historiadores aceptan que el Renacimiento implicó continuidad y no un cambio radical; además, en ambas épocas la mentalidad popular era la misma.

Desde España, durante el Renacimiento, Miguel de Cervantes pensaba en la envidia como un mal omnipresente: ―que la envidia tan bien se aloja en los aduares de los bárbaros y en las chozas de pastores, como en palacios de príncipes, y esto de ver medrar al vecino que me parece que no tiene más méritos que yo, fatiga‖1. El individualista piensa en sí mismo antes que en los demás, es narcisista, cree que puede lograr grandes empresas, quiere demostrar de lo que es capaz y requiere medirse con los otros. Tiende a ser envidioso y le parece insoportable ver que los demás lo superan.

1 Miguel de Cervantes, ―Novela de la Gitanilla‖, en Novelas ejemplares, edición de Florencio Sevilla Arroyo, Madrid, firmado 2 de julio de 1612, en www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/772534819217 73154287768/ (consulta: 2004), p. 38. 2 Algunos autores del Renacimiento, como el teólogo de la Contrarreforma Melchor Cano y el clérigo Luis Vives, afirmaban que existía una relación directa entre el orgullo, el honor y la envidia. Para decirlo con nuestros términos, hacían explícito el vínculo entre individualismo y envidia. Cfr. Gonzalo Fernández de la Mora, Egalitarian Envy. The Political Foundations of Social Justice, trad. A. de Nicolás, Nueva York, toExcel, 2000, pp. 33 y 35. 3 Johan Huizinga, The Waning of the Middle Ages, Nueva York, Anchor Books, 1989 (1a ed. en holandés, 1919), p. 70.

Según Jacob Burckhardt, el honor medieval fue sustituido, en la Italia del Renacimiento, por la gloria. El primero ―depende del reconocimiento de la colectividad, de los rangos y las clases‖, es una noción holista; el segundo es individualista, pues busca ―la satisfacción del individuo para sí mismo‖ y no para adecuarse a un cosmos2. Johan Huizinga consideraba que en lugar de una brusca ruptura, desde el siglo XII se había gestado una noción individualista del honor muy cercana a la gloria del quattrocento3. Esto se encuentra relacionado con la descripción que hice de las formas del individualismo medieval. Sin perder de vista este matiz, describiré a continuación

las formas del individualismo envidioso durante el Renacimiento y sus relaciones con la política4.

4 La tesis de la ―novedad renacentista del individualismo‖, postulada en La cultura del Renacimiento, pareció imprecisa incluso al propio Burckhardt, quien años más tarde consideró que el individualismo era una invención de los griegos. Cfr. Bendetto Croce, La Historia como hazaña de libertad, trad. Enrique Diez-Canedo, México, FCE, 1992 (1a ed. en italiano, 1938), p. 96. Pero imaginar que en el Renacimiento nada cambió, también es una exageración. En la Europa de los siglos XIV al XVI, más gente viajaba, había más hoteles y emigrantes; asimismo, la nobleza estaba más abierta a la burguesía, y la religión apoyaba, primero mediante la devotio moderna y después mediante la Reforma, una actitud que radicalizó el individualismo. Cfr. Jean Delumeau, La civilización del Renacimiento, trad. Dolores Sánchez Aleu, Barcelona, Editorial Juventud, 1977 (1a ed. en francés, 1967), pp. 173-174 y 338-339. 5 Cfr. Jacob Burckhardt, The Civilization of the Renaissance in Italy, Nueva York, Modern Library, 2002, vol. II, p. 353.

En buena medida, el ordo, durante el Medioevo, explica por qué la envidia entre los estamentos no era frecuente. En el Renacimiento, la situación parece muy distinta y comienzan a surgir nefastos sentimientos entre miembros de diferentes status. La situación era propicia para que comenzara cierta ―fusión de las clases‖5. Políticamente, la época del Renacimiento está marcada por un esfuerzo centrípeto resuelto en la creación de monarquías centralizadas que procuran su expansión. Inglaterra intenta inútilmente someter al reino de Escocia; Polonia, en la primera mitad del siglo XVI, absorbe el ducado de Lituania. El antagonismo más enconado fue el de Francia contra los Habsburgo, agudizado cuando Carlos V implantó el ―cerco habsbúrgico‖, que impedía a los franceses tomar los Países Bajos. Las rivalidades políticas causadas por la fuerza expansionista llevaron a franceses y españoles a luchar en Italia. En Italia, dividida, dominaban las pequeñas señorías locales y los Estados regionales. Y desde 1454, con la paz de Lodi, esos Estados regionales o principados habían logrado cierta estabilidad, pero la vecchiaccia entre las ciudades hacía imposible la unificación. La liga formada por Milán, Venecia y Florencia, el Papado y Nápoles, fue la expresión tangible de esa estabilidad, que duró hasta 1492. Desde 1453, la amenaza turca en el Mediterráneo debilitó a Italia. Venecianos, genoveses, florentinos y otros tantos ―ciudadanos comerciantes‖, perdieron sus mercados. En la península, la prosperidad se vio interrumpida y los mercenarios comenzaron a hacer de las suyas. El ordo estaba roto, exactamente en el lugar que durante más de un milenio parecía haber sido el centro del cosmos. Ante la crisis, las ciudades y las facciones, dominadas por el affascinamento, comenzaron a pelear. El conflicto por la sucesión del reino de Nápoles (1458), la guerra contra los Médicis (1467), el enfrentamiento entre Lorenzo el Magnífico y el pontífice (1478), las luchas de Ferrara (1482-1484), los combates entre el monarca de Nápoles e Inocencio VIII (1486); en fin, las interminables luchas destrozaron el frágil ―equilibro‖ de la bota y en 1492 quedaron abiertas las puertas para las conquistas extranjeras. La jettatura entre las ciudades hacía imposible la unidad y debilitaba a las otrora poderosas urbes italianas. En el interior de las ciudades, las facciones se vendían al mejor postor y, en ocasiones, incluso defendían sus ideales; incapaces de dejar de pelear, parecían manipulados por la innochiatura. Entre los partidos destacaban las tendencias democrática, la oligárquica (denominada Arrabiati, o de los furiosos), y la de los Palleschi, que apoyaban a los Médicis. Savonarola se apoyó en los Piagnoni o llorones, demócratas teocráticos.

Las cortes eran los lugares por excelencia de la envidia. En El Decamerón leemos: ―El conde [...] temiendo mucho más la envidia de los cortesanos que a su conciencia [...] se

levantó y lo más aprisa que pudo, de la cámara y del palacio salió y escapó a su casa, donde, sin tomar otro consejo, puso a sus hijos a caballo y montándose él también, lo más aprisa que pudo se fue hacia Calais‖6. En las cortes renacentistas se moldeó una forma de actuar que después fue imitada por los burgueses y, más tarde, por grandes capas de la población: el egoísmo atenuado y limitado por el narcisismo. El noble competía por su propio bienestar, era egoísta. Para lograr su objetivo –i.e., el favor del rey, el príncipe o el dux– aparentaba que no necesitaba competir, pues ya era superior a los demás. La rivalidad se volvió sutil, pues para un cortesano, luchar como un caballero medieval evidenciaba su inferioridad, debido a que la competencia abierta dejaba en claro que los demás estaban a su nivel. También en esa época, Lope de Vega, desde España,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (113 Kb)
Leer 73 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com