EROS Y PSIQUE

EROS Y PSIQUE

Cuenta la leyenda que una vez hubo un rey que tenía tres hijas de singular belleza. La menor de ellas, Psique (que significa alma), era tan hermosa que llegó a ser admirada como si fuese la misma Afrodita. Ésta, celosa al ver que sus templos quedaban vacíos, decidió vengarse de la joven Psique. Envió a su hijo Eros para que en forma de horrible monstruo acabara con ella.

Las hermanas de Psique se casaron. El rey, al ver que la más bella quedaba soltera porque ningún hombre se atrevía a amar a un ser tan perfecto, decidió ir al oráculo de Delfos. Con espanto escuchó que debía vestir a su hija con las mejores galas nupciales y que debía dejarla en una roca a su suerte, porque el Destino había predicho que la joven acabaría siendo el goce un horrible monstruo ante el cual temblaba hasta el propio Zeus.

El rey acompañó a su hija, ajena al futuro que le esperaba, a la cima de la montaña que le había señalado el oráculo y allí la dejó sola en espera de que se cumpliera su fatal destino. Sin embargo, al llegar la noche, el dios del viento Céfiro la llevó volando hasta un maravilloso palacio dorado. Sirvientes invisibles acompañaron a Psique a sus aposentos. Ella, perpleja, preguntaba dónde estaba. Los sirvientes respondían diciendo que sería amada y todos sus deseos serían satisfechos.

Le ofrecieron vestidos de lujo, joyas y banquetes. Llegada la noche, acudió el misterioso esposo a ejercer los deberes conyugales. Psique aún creía que era un monstruo como el que decía el oráculo. Pero ella notaba una extraña embriaguez de los sentidos, una dulzura inexplicable. No sentía una repulsión a su cuerpo, de hecho parecía un ser de formas proporcionadas. Al llegar la luz del alba, el esposo se fue para no ser visto.

¿Quién era? ¿Cómo era? Psique le preguntaba y suplicaba que le mostrara su rostro. Pero él no accedió. Le decía que así eran felices y que no se atormentara con saber quién era, porque si lo descubría se iría para siempre.

Pasó el tiempo, y ante la angustia de sus padres, sus hermanas visitaron a la joven y, envidiosas de ver tantas riquezas, le advirtieron de que su esposo era una horrible serpiente convertida en hombre y que en cualquier momento la mataría. Convencieron a Psique para que lo matara. Psique solo quería saber quién era, así que, llena de valor, una noche mientras dormían tomó un candil y, temblorosa, contempló al ser más maravilloso de la creación: Eros. No tenía nada que ver con un monstruo. Se acercó embelesada hacia él para acariciarle, cuando, ¡oh, fatalidad!. Se derramó una gota ardiente sobre su hombro. Y Eros, que cuando había ido a cumplir las órdenes de su madre quedó enamorado de ella, desapareció de su lado y, enfadado, juró que no volvería a verla nunca más.

Psique se encontró de nuevo en lo alto de la roca donde

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