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El Consejo Punto Culminante De Laa Marcha Del Federalismo

yasnelys4 de Diciembre de 2012

616 Palabras (3 Páginas)817 Visitas

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La luz cenital se vierte sobre el escenario. De la rasgada oscuridad emerge la débil lumbre de un farol que apenas dibuja los contornos de una calle desierta. Hacia la esquina derecha chillan las llantas de un carro. Tres hombres arrojan un cuerpo aún vivo, amordazado, a la acera. Lo golpean, intentan ahorcarlo pero se espantan al sentir la presencia de un transeúnte. El desgraciado yace malherido. El testigo del agavillamiento es un muchacho que cruza por azar, un niño de quien vendrá toda la poca ayuda, lo que resta en compasión y solidaridad a esta sociedad descompuesta. “¿Qué ocurrió? ¿Quiénes eran esos? (El herido sólo se queja) ¡¿Cómo te llamas?!… Te sale mucha sangre… ¡Avisaré en el pueblo para que vengan! Así comienza La esquina del miedo. Escrita en 1969, nos retrata el período de violencia política que entrañaba la joven democracia nacional cuya cruzada contra el comunismo superó con creces a las anteriores dictaduras en crueldad.

Con esta pieza César Rengifo no sólo denuncia el terrorismo de Estado y su estructura policial, sino que logra elaborar al mismo tiempo un profundo examen de conciencia a la sociedad de entonces. No hay dictadura sin complicidad. Interrogando al hombre común, Rengifo nos da un paseo por el laberinto de la cobardía. Escena por escena quita el velo de una sociedad corrompida y desplazada por el individualismo y el temor.

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La esquina del miedo es un ensayo sobre el poder que no busca exponer en la abstracción intelectual, ni en el maniqueísmo dogmático, la tensión opresor-oprimido. Muy al contrario, Rengifo se decide por la más humana forma del conflicto: la contradicción entre el ser y el hacer, entre el deber

y la realidad. Nuestro protagonista es un niño a cuya minoría de edad debe su heroísmo e impotencia como actor social. Toca de puerta en puerta buscando apoyo para el herido. Nadie está dispuesto a aprender de un niño lecciones morales sobre la vida y la corresponsabilidad social. El primero en dar la espalda a su llamado es el cura del pueblo, quien lo elude invitándole a buscar al comisario para que haga valer el primer mandamiento. ¿Dónde está el comisario?, en un prostíbulo, indispuesto para la justicia. Es la madrugada eterna de la orfandad, pasan las horas por la infinita calle de la indiferencia. El niño toca la puerta al médico del pueblo; no está disponible, lo ocupa su sueño hipocrático. “El hombre podría morir”, dice el muchacho a la esposa del doctor. “El cuerpo humano aguanta mucho”, le responde. ¿Qué dice el maestro de la escuela cuando le convocan? “No sé nada de primeros auxilios”. ¿Qué pueblo es éste? Se trata de un conflicto ético que interroga al hombre en su propia institución, en su propia casa, en su oficio, para dejar al desnudo una sociedad de cómplices.

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¿Socorrer, ayudar al otro, no es ésta la premisa de la religión y las buenas gentes? Es muy fácil amar al prójimo siempre que éste no sea el vecino, el igual,

el inmediato. “Amar a la humanidad” pero no a la persona. La cobardía es un pacto que nos une a nuestros verdugos. ¿Con qué brazos nos golpean? Con los brazos que les damos para golpearnos. ¿Con qué ojos nos espían si no con los nuestros? La cadena se extiende.

El chofer se niega a ayudarle porque no quiere perder su trabajo. El boticario se abstiene porque ayudar sale caro.

La madrugada acaba en La esquina del miedo y en ella termina la memoria. La sangre se seca con los primeros rayos del sol. Un niño envejecerá tras las rejas con la culpa de estar vivo. Otro hombre amanece muerto en la acera. Lo mató, según Rengifo, el miedo que todos tuvieron de morir.

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