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El Positivismo En La Historiografía Argentina.


Enviado por   •  13 de Agosto de 2012  •  8.879 Palabras (36 Páginas)  •  1.484 Visitas

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El positivismo en la historiografía argentina.

Introducción.

Con el objetivo de introducirnos en el estudio de la corriente de pensamiento denominada positivismo en la historiografía argentina (por medio de tres de sus exponentes), proponemos comenzar por situar su influencia dentro del complejo historiográfico nacional, tarea por la cual deberemos, al mismo tiempo, introducir las características generales que adoptó el positivismo en nuestras tierras.

El análisis crítico de tres autores de fines del siglo XIX y principios del XX: Ramos Mejía , J.A. García y José Ingenieros ; en lo relativo a sus consideraciones epistemológicas, nos permitirá profundizar en los aspectos práctico-metodológicos que adquirió dicha corriente en la historiografía argentina, constituyendo preocupaciones (y maneras de resolverlas) solidarias con una reacción general dentro de las ciencias sociales que hizo aportes novedosos respecto de entender (y explicar) lo social y lo histórico de una manera diferente de como lo venía sosteniendo el historicismo erudito.

La aparición de un sujeto colectivo que podía ser aprehensible a través de métodos objetivos adquirió la centralidad en los tipos de análisis que incluyeron, de manera heterogénea, factores explicativos y apoyatura conceptual en unas disciplinas que venían germinando: la clínica médica, la criminología y la neuropsiquiatría; en el contexto de una sociología dominada por el darwinismo social y la metáfora organicista, bajo el paradigma de las ciencias naturales como certificado de asepsia científica. Marco teórico que se completa con la introducción de una economía biológica, que combina aspectos centrales del marxismo vulgar, con un biologicismo pavoroso.

Antecedentes.

La historiografía nacional de la segunda mitad del siglo XIX había discurrido por dos tendencias, de un lado, el historicismo filosofante de V. F. Lopez; del otro, el historicismo erudito consagrado en B. Mitre como lo señalan F. Devoto y N. Pagano . La tarea que se había concentrado en la figura de Mitre era la de otorgar a la historia en tanto práctica específica unas características propias que lo alejaran del relato literario o periodístico, al mismo tiempo que renunciaba a la tradición oral; proceso que se combinó con la difusión del periódico especializado y del libro después, integrando redes privadas e instituciones públicas de difusión y que habían encontrado en la valoración intersubjetiva los cánones de aprobación. El paquete erudito combinaba una manera de narrar lo histórico que dependía de técnicas específicas que incluían una particular heurística con base en la crítica de fuentes, notas auxiliares, apéndice documental; en donde el objeto no se define por su contingencia (ser parte del pasado) sino por el método de conocimiento (la confrontación de fuentes como testimonio de ese pasado).

De la mano con la consolidación del estado nacional, y como arma legitimadora, el historicismo erudito nace con una conciencia histórica de su tarea, al identificar al pasado como su objeto, al presente como momento de intervención, y al futuro como destino de sus esfuerzos; operando de manera consiente en la tarea de construir tradiciones, a la luz de la vida de los hombres notables. De manera que proporcionó la primer versión organizada del “mito de los orígenes” con una clara intensión moralizante que diseccionaba la huella de los próceres en búsqueda del espíritu de época impuesto desde el presente: Así, Moreno representaba el espíritu revolucionario y San Martín su dimensión americana, Belgrano se había establecido como eslabón entre la tradición colonial y los principios revolucionarios, al tiempo que Rivadavia encarnaba los valores del sistema representativo y por intermedio de Artigas se explicaba la conflictividad interna.

Al estilo del historicismo rankeano, la historia erudita había asignado a las cuestiones relativas al Estado la representación de los problemas colectivos, al tiempo que los hombres de estado o personajes notables funcionaban como línea argumental moralizante, en tanto a través de sus acciones (reflejo de sus intensiones y fines últimos) podían ser interpretados como exponentes salientes o como elementos indeseables de la nacionalidad.

Aparición del positivismo y Presentación de los autores.

Oscar Terán señala que en la Argentina la ideología positivista desempeñó un considerable papel hegemónico, “tanto por su capacidad para plantear una interpretación verosímil de estas realidades nacionales cuanto por articularse con instituciones que -como las educativas, jurídicas, sanitarias o militares- tramaron un sólido tejido de prácticas sociales en el momento de la consolidación del Estado y de la nación a fines del siglo pasado y comienzos del actual” . Y si bien el positivismo configuró la matriz mental dominante durante el período 1880-1910 en la Argentina y en general en América Latina, en ese mismo período se asiste a una formidable superposición de ideologías en cuyo seno convivían tendencias tan variadas como el vitalismo, el decadentismo o el espiritualismo modernista. En definitiva, el ensayo positivista construyó su intervención discursiva más exitosa en la doble pretensión de explicar, por una parte, los efectos no deseados del proceso de modernización en curso o también de comprender los consistentes obstáculos para que dicho proyecto pudiera desplegarse con eficacia y, por la otra, hacerse cargo reflexivamente del problema de la invención de una nación.

El positivismo tuvo una gran influencia en la Argentina, ofreciéndose tanto como una filosofía de la historia que venía a servir de relevo a una religiosidad jaqueada, así como organizador fundamental de la problemática político-social de la elite entre el 90 y el Centenario.

Se llamó entonces, positivismo, a la actitud objetiva para abordar el conocimiento de los fenómenos biológicos y la transferencia de esa misma objetividad al estudio de los problemas sociales y a la orientación práctica de la vida. El positivismo argentino tuvo un amplio terreno para fructificar cuando la masa inmigratoria europea generó nuevas condiciones sociales. Por estos años, en Buenos Aires empezaba un proceso vertiginoso de urbanización y modernización. La elite criolla, los dueños de la tierra y el poder, confiaban fundamentalmente en el poder de sí misma, en su ciudad y en la patria. Pero ya para los ´80, atraídos por las políticas locales, comenzaron a concentrarse en la urbe inmigrantes europeos: italianos y españoles, sobre todo de los estratos sociales más bajos.

Con la autorización de la entrada de extranjeros

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