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Evolución histórica de la oratoria.

Evens0000Tesis3 de Octubre de 2014

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2. Evolución histórica de la oratoria.

La oratoria en la edad contemporánea: grandes oradores contemporáneos.

Si la edad moderna comprende desde la toma de Constantinopla hasta la Revolución Francesa (Fines del siglo XVIII), entonces diremos que la edad contemporánea corresponde a lo subsiguiente de la anterior hasta nuestros días.

Dijimos en anteriores oportunidades que la oratoria es el arte de hablar con elocuencia; de deleitar y persuadir por medio de la palabra.

Para aclarar lo dicho en pocas palabras, diremos que por elocuencia debemos entender aquella facultad de hablar bien y de modo convincente, gracias a la fuerza expresiva poseída por el orador, en todos sus aspectos tanto internos como externos; ahora bien debemos saber que, deleitar es causar placer o agrado en el ánimo o los sentidos de los oyentes y que persuadir significa convencer con razones a otra persona, es decir es el hecho de inducir a uno a creer o hacer algo.

En cuanto a estos aspectos diremos que la oratoria, como arte y la elocuencia como fuerza expresiva, van juntas, ya que no se posee el arte si no se tiene la fuerza vital de esta. Referente al deleite y a la persuasión ambos son consecuencias de las primeras, y es en estas donde estriba el éxito de los oradores. La causa es la facultad del orador y el efecto es la atención, entendimiento, comprensión, convencimiento y los ánimos conseguidos en los oyentes por parte del orador.

La oratoria se encuentra reflejada en el discurso, y el discurso en su conjunto ofrece una trilogía, la cual en el presente periodo, han sido tomados con más énfasis, ya que con ellos se pueden alcanzar los objetivos trazados y los efectos deseados.

El discurso es el razonamiento extenso dirigido por una persona a otra u otras, es la exposición oral de alguna extensión hecha generalmente con el fin de persuadir, y que ella como dijimos se encuentra conformada por tres aspectos que son: Tema o contenido del discurso, Orador y Auditorio.

En primer lugar, tenemos el contenido del discurso, el cual debe ser tejido en el telar de las experiencias, debe estar copado de detalles, ilustraciones, personificaciones, dramatismo y ejemplos en algunos casos; y todos estos expresados con términos familiares y concisos los cuales den la comprensión y el entendimiento adecuado; en donde lo que se quiere decir sea entendidos por todos.

Luego está el orador, el cual debe reunir los atributos adecuados (mentales, físicos y vocales), que contribuyen a vigorizar el discurso. Para tal cometido debe elegir temas por los cuales se siente convencido. Su atributo mental se refleja en copar toda la extensión de su disertación y saber limitarlo en los aspectos más importantes y sobresalientes.

En cuanto al factor físico, corresponde el hecho de dar mayor relevancia en la acentuación mediante los gestos correctos, todos ellos diremos nacidos del corazón, los cuales deben ser realmente sinceros y no fingidos como algunos lo tienen por costumbre, para alcanzar sus apetitos propios, egoístas y vanidosos.

La vocalización es otro atributo, debiendo ser este claro, seguro, vivaz, determinante y conciso.

Aquí se puede agregar un atributo más, el cual sería que todo orador debe estar preparado tanto psíquica, moral y espiritualmente. No debe poseer en su interior el deseo del engaño, ni beneficio enteramente propio, sino que debe ser un interés colectivo, debe sentir el agrado de dar a sus oyentes, en forma espontánea y verdadera las investigaciones realizadas.

Por último nos encontraremos con el auditorio, el objetivo al que se dirige el discurso y el árbitro decisivo del éxito o el fracaso del orador.

El fin del orador es que sea entendido en sus anchas todo lo que desea otorgar

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