Firma del acta de la declaración de independencia de Venezuela
angelo4 de Junio de 2012
1.751 Palabras (8 Páginas)815 Visitas
Firma del Acta de la Declaración de
Independencia de Venezuela
Esta página forma parte de los Documentos históricos contenidos en Wikisource.
Acta de Independencia
Firmada el 5 de Julio de 1811
En el nombre de Dios Todopoderoso, nosotros, los representantes de las provincias Unidas de Caracas, Cumaná,
Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación Americana de Venezuela en el
continente meridional, reunidos en Congreso, y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que
recobramos justa y legítimamente desde el 19 de Abril de 1810, es consecuencia de la jornada de Bayona y la
ocupación del trono sin nuestro consentimiento, queremos, antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados
las fuerzas, por más de tres siglos, y nos ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al
universo las razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso que vamos a hacer
de nuestra soberanía.
No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado
de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el
derecho funesto de conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores,
conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecerlos; y
corriendo un velo sobre los trescientos años de dominación española en América, sólo presentaremos los hechos
auténticos y notorios que han debido desprender y han desprendido de derecho a un mundo de otro, en el trastorno,
desorden y conquista que tiene ya disuelta la nación española.
Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizándole los recursos y reclamaciones, y autorizando la
impunidad de los gobernantes de España para insultar y oprimir esta parte de la nación, dejándola sin el amparo y
garantía de las leyes.
Es contrario al orden, imposible al gobierno de España, y funesto a la América, el que, teniendo ésta un territorio
infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa, dependa y esté sujeta a un ángulo
peninsular del continente europeo.
Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del lugarteniente
Duque de Berg, a la América, debieron poner en uso de los derechos que hasta entonces habían sacrificado los
americanos a la unidad e integridad de la nación española.
Venezuela, antes que nadie, reconoció y conservó generosamente esta integridad para no abandonar la causa de sus
hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación.
América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a cargo su suerte y conservación; como España
pudo conocer, o no, los derechos de un Rey que había apreciado más su existencia que la dignidad de la nación que
gobernaba.
Cuántos Borbones concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio español, contra la
voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de
ambos mundos, cuando, con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a despechos de la Casa de Austria; por
esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien entregaron como un rebaño de
esclavos.
Los intrusos gobiernos que se abrogaron la representación nacional aprovecharon pérfidamente las disposiciones que
la buena fe, la distancia, la opresión y la ignorancia daban a los americanos contra la nueva dinastía que se introdujo
en España por la fuerza; y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de Fernando,
Firma del Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela 2
para devorarnos y vejarnos impunemente cuando más nos prometía la libertad, la igualdad y la fraternidad, en
discursos pomposos y frases estudiadas, para encubrir el lazo de una representación amañada, inútil y degradante.
Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de gobierno de España, y que la ley
imperiosa de la necesidad dictó a Venezuela el conservarse a sí misma para ventilar y conservar los derechos de su
Rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa contra los males que les amenazaban, se desconoció toda su
anterior conducta, se variaron los principios, y se llamó insurreción, perfidia e ingratitud, a lo mismo que sirvió de
norma a los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de administración que querían
perpetuar a nombre de un Rey imaginario.
A pesar de nuestras propuestas, de nuestra moderación, de nuestra generosidad, y de la inviolabilidad de nuestros
principios, contra la voluntad de nuestros hermanos de Europa, se nos declara un estado de rebelión, se nos bloquea,
se nos hostiliza, se nos envían agentes a amotinarnos unos contra otros, y se procura desacreditarnos entre las
naciones de Europa implorando su auxilio para oprimirnos.
Sin hacer el menor aprecio de nuestras razones, sin presentarlas al imparcial juicio del mundo, y sin otros jueces que
nuestros enemigos, se nos condena a una dolorosa incomunicación con nuestros hermanos; y para añadir el desprecio
a la calumnia se nos nombra apoderados, contra nuestra expresa voluntad, para que en sus Cortes dispongan
arbitrariamente de nuestros intereses bajo el influjo y la fuerza de nuestros enemigos.
Para sofocar y anonadar los efectos de nuestra representación, cuando se vieron obligados a concedérnosla, nos
sometieron a una tarifa mezquina y diminuta y sujetaron a la voz pasiva de los ayuntamientos, degradados por el
despotismo de los gobernadores, la forma de la elección; lo que era un insulto a nuestra
...