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Fransisco De Miranda


Enviado por   •  3 de Marzo de 2013  •  5.647 Palabras (23 Páginas)  •  491 Visitas

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Miranda en esa reunión, le entregó a Pitt, notas adicionales sobre el tema que decían: “Descubriendo un pasaje a través del noroeste al Océano Pacífico podríamos establecer un comercio con China, Japón y todas las islas del Sur, con inmenso beneficio para Inglaterra, en caso de que este pasaje sea encontrado, nos daría un pasaje mas inmediato y vía hacia él, con mayor ventaja que cualquier otra nación en Europa, exceptuando los españoles que podrán tener el cruce comercial del Istmo de América”.

En esa oportunidad, Miranda también entregó a Pitt, material sobre el plan militar para liberar las Indias Españolas, en el cual Panamá era punto estratégico. Pese a los alcances del plan, Pitt, prestó poca atención a las ideas independentistas de Miranda. Al concluir la reunión, El Precursor tenía claro, que Inglaterra no se comprometería en la campaña de libertar a la América.

El proyecto del canal de Panamá se hizo realidad cien años después, pero fue Miranda el primero que observó la importancia que la construcción del canal de Panamá tenía para el mundo, pues a través del mismo se facilitaría la navegación, se intensificaría el comercio y la civilización en los continentes. Coincidencialmente, fue el primero en pensar y hablar del Canal de Nicaragua, una construcción que hoy de vez en cuando se menciona.

Amores

Los biógrafos de Francisco de Miranda hacen especial referencia a la relación del Precursor con el sexo femenino. Dicen que admiraba a las mujeres y que en su trato con ellas destacaba por su don de gente y buenos modales. En más de una oportunidad señaló a los gobernantes de su época los derechos inherentes a la condición femenina, entre los que destacaba la educación.

En fin, las mujeres nunca faltaron en su vida. Su presencia llega a ser disputada en los salones y las cortes, donde hablaba de la América exótica, avivando los espíritus femeninos hablándoles de guerras de liberación. De esta forma conquista los corazones bellos y conoce la ingenuidad de las americanas, las problemáticas inglesas, los caprichos de las rusas, la pasión de las italianas y las refinadas francesas.

En su diario describió aventuras amorosas, galanteos y adulterios que dejaron huella en su corazón de viajero. De estas vivencias resaltan la relación que mantuvo durante su visita a Rusia con la reina Catalina de Rusia, quien para el momento de conocerlo contaba con 54 años. También habla de la pasión que sintió por la marquesa Delfina de Custine, de quien se enamoró cuando estuvo preso en Francia. A estos nombres se une el de Sarah Andrews, madre de sus hijos, Leandro y Francisco, quien estuvo con él en los años finales de su aventura y representó para Miranda, la paz, el sosiego. Esta mujer, a quien Miranda llamó, “mi fiel ama de llaves”, tuvo la misión de guardar para las generaciones futuras, su casa, sus libros y su memoria.

Las cárceles

Dicen que Miranda era sobrio, dormía poco y soportaba pacientemente las incomodidades que con regularidad enfrentaba en sus viajes. Era, según testimonios de quienes tuvieron oportunidad de compartir con él, hombre sencillo, cordial y muy humano que “usaba con la misma serenidad de ánimo el vestido del minero, la capa de mundano galán o el manto de altruismo”.

El manto de altruismo fue el que uso cuando estuvo en las cárceles danesas en los primeros meses de 1788. En “Colombeia”, su diario de viajes relata su visita a la prisión llamada “de la Corona”, donde conoció el “lóbrego paraje Pozo de agua corrompida” y las prisiones llamadas “Torre azul”, en la cual “los Mateletes españoles y los Zambullos con sus depósitos de inmundicia, que se limpian raras veces al año, mantienen infecta y pesada la atmósfera”. También estuvo en un orfanato y correccional de niños y adolescentes de esa ciudad y observó el trato que se les otorgaba, el cual según anotó en su diario “no era el mas adecuado”. La desagradable impresión aumentó cuando el torturador de la cárcel le explicó con lujo de detalles los suplicios que se aplicaban a los prisioneros para lograr la confesión.

La realidad lo conmovió y al concluir las visitas hizo saber a los directores de las cárceles su desacuerdo con las circunstancias que había observado y por los métodos utilizados para hacer confesar a los encarcelados. Asimismo expresó su dolor ante el trato inhumano que recibían los presos y lo planteó en carta enviada al barón de Krudner, vicecanciller ruso en Dinamarca, en la cual habló de “los abusos cometidos y el estado deplorable de los prisioneros”.

La inquietud la transmitió también a Federico, el Príncipe Regente, a quien presentó un proyecto para la reforma de las cárceles de acuerdo a la obra de Howard, que trataba sobre el asunto. Varios meses después de abandonar esta ciudad, Miranda recibió la agradable noticia que los encargados de las prisiones habían aceptado las sugerencias y habían procedido a mejorar el sistema penitenciario de ese país, reforma que en nuestros días aún está vigente y a la que se hace referencia cuando se habla de modelos carcelarios con sentido de humanidad.

La música

Miranda es hombre de mundo. Le gusta deslumbrar y cautivar a quienes lo reciben, a quienes lo escuchan, a quienes comparten sus aficiones. Va al teatro, asiste a conciertos, discute con los literatos, corteja damas, lee a Virgilio, escribe su diario, en fin un ser humano que se ganaba la confianza de quienes conocía.

Cuando estuvo en Viena se hace asiduo de Francisco José Haydn, uno de los grandes músicos de la época, y participa con éste en veladas nocturnas interpretando la flauta, instrumento que aprendió a tocar en su juventud.

Estas veladas reseñadas en su diario, muestran a Miranda, tocando para grupos selectos, cuartetos para viento escritos por Haydn. La relación del Precursor, con tan importante artista demuestra que poseía una sólida formación cultural, que aunada a su elegancia personal y a su procedencia de un país del todo desconocido, le abre las puertas de Europa. Miranda se vale de estos atributos, para obtener pasaportes de países europeos.

Su faceta de buen músico es desconocida por la mayoría de los venezolanos. Sin embargo, se ha comprobado, que Miranda tocaba piano y flauta traversa, de la cual poseía dos: una en boj y otra en ébano, ambas Barettii. En sus Diarios menciona que le gustaba tocar la flauta y que lo hacía menudo en su época de soldado español en La Habana y durante sus viajes.

Su biblioteca musical era muy rica en lo que

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