Fundacion Mexico Tenochtitlan
YAOTLACATL5 de Agosto de 2011
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La fundación de la México-Tenochtitlán
En la conformación de la noción de identidad nacional intervienen muchos factores –como un territorio y un idioma comunes–, y uno de los más notables es la existencia y reconocimiento de una historia compartida. Historia que, cabe señalar, no es sólo aquella dominada por grandes acontecimientos e ilustres personajes, sino esa que se acumula día a día con el concurso de todos. La historia de un pueblo es la de sus logros colectivos y la de quienes ponen su nombre en ella, pero también la de sus prácticas culturales comunes –es decir, los modos en que se atiende a la vida cotidiana, y la manera en que los distintos grupos se relacionan entre sí y con los otros, por nombrar algunas–, y el modo en que éstas surgen y se transforman. Con esta conciencia histórica, los pueblos aprenden a saberse miembros de una comunidad específica, saben que adonde están han llegado juntos, que pertenecen a un grupo –más allá de todos los matices que la modernidad y la globalización puedan imponer–, se reconocen como únicos y acuden a símbolos que consideran propios y que hacen las veces de elementos de reconocimiento, de señales de pertenencia.
En el caso de México, nuestra noción de identidad nacional se encuentra en buena medida en la conciencia y aprecio a una historia común, en la que las vertientes asociadas a lo prehispánico y lo indígena tienen un lugar fundamental, en la medida que poseen características relacionadas con la idea de un sustrato particular que nos distingue de otros pueblos.
De eso trata precisamente esta entrega de IQnoreste: la manera en que esas vertientes históricas han venido a influir en nuestra identidad nacional, el modo en que algunos rasgos propios de ellas se encuentran de un modo casi natural entre nosotros.
La fundación de la Mexico-Tenochtitlán.
Cuauhcoatl y Axolohua fueron pasando y miraron mil maravillas allí entre las cañas y las juncias. Ese había sido el mandato que les dio Huitzilopochtli a ellos que eran sus guardianes, eran sus padres los dichos. Lo que les dijo fue así: «En donde se tienda la tierra entre cañas y entre juncias, allí se pondrá en pie, y reinará Huitzilopochtli». Así por su propia boca les habló y esta orden les dio. Y ellos al momento vieron: sauces blancos, allí enhiestos; cañas blancas, juncias blancas, y aun las ramas blancas, peces blancos, culebras blancas; es lo que anda por las aguas. Y vieron después donde se parten las rocas sobre puestas, una cueva cuatro rocas la cerraban. Una al oriente se ve, nada de agua tiene, es sin agua que se agita. La segunda roca de la cueva ve al norte: se ve que está sobrepuesta, y de ella sale el agua que se llama agua azul, agua verdosa. Cuando esto vieron los vieron los viejos, se pusieron a llorar. Y decían « ¿Conque aquí ha de ser?». Es que estaban viendo lo que les había dicho, lo que les había ordenado Huitzilopochtli. Es que él les había dicho: «Habéis de ver maravillas muchas entre cañas y entre juncias». «Ahora las estamos mirando» decían ellos, « ¡y quedamos admirados! ¡Cuán verdadero fue lo dicho, bien se realizó su orden!». Van a buscar a los mexicanos y les dicen: «Mexicanos, vamos, vamos a admirar lo que hemos contemplado. Digamos al sacerdote; él dirá qué debemos hacer». Fueron a Temazcatitlan y allí se detuvieron. Por la noche vinieron a ver, vinieron a mostrarse unos a otros y era el sacerdote Cuauhtlaquezqui, que es el mismo Huitzilopochtli. Dijo él: —Cuauhcóhuatl, ¿habéis visto allí todo, lo que hay entre cañas y juncias? ¡Aún resta ver otra cosa! No la habéis visto todavía. Id y ved un nopal salvaje: y allí tranquila veréis un Águila que está enhiesta. Allí come, allí se peina las plumas, y con eso quedará contento vuestro corazón. ¡Allí está el corazón de Cópil que tú fuiste a arrojar allá donde el agua hace giros y más giros! Pero
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