Fundación De Quito

LA FUNDACIÓN DE QUITO

Raudo venía Benalcázar o Belalcázar como era su verdadero apellido, hombre sin cultura de ninguna clase, y aventurero como casi todos los españoles que llegaron América.

De Centroamérica, donde dio sus primeros pasos como guerrero audaz. Paso a Darién para en junta con otros como Pedro de Arias, Pedrarias, levantar fortuna a costa de someter a los lugareños indígenas. No contento con lo que había ya amasado en dinero, más que la aventura que el afán de riqueza le llevó a descubrir el Pirú, que así se mencionaba al Imperio de los Incas, unido a Diego de Almagro y Francisco Pizarro, similares a él.

El nivel militar en jerarquía era menor en el caso de Benalcázar, de los dos nombrados, pero eso no fue óbice para que en la captura de Atahualpa se encargara de la caballería que arremetió contra el Inca, a su vez se le designó para que cuidara a los maltrechos españoles en de Piura.

Pero el conquistador deseaba territorios propios para lograr un nombre y avanzó por la cordillera en busca de los tesoros del norte del imperio de los que tanto había oído nombrar.

Otros aventureros, mejor armados y proveídos como Alvarado, deseaban igualmente el enriquecimiento fácil con el genocidio de los indios. De tal suerte que el tal Pedro por nombre (Alvarado) desembarcó en las costas del Ecuador con deseo irrefrenable de traspasar la cordillera de los Andes y llegar el Pirú, esta urgencia llevó a Benalcazár a fundar en los sitios de Riobamba la ciudad de Santiago de Quito, que pasado el peligro con una cantidad que se le pagó a Alvarado, para que se retirara se consolidó en lo que hoy es la ciudad de San Francisco de Quito, antes del 6 de diciembre de 1534, fiesta en la que se celebrara su surgimiento a la vida cívica de la patria.

Muchos de los que llegaron con Benalcazár encontraron un pueblo azolado por Rumiñahui orejón de Atahualpa que prefirió destruir que entregar a los asesinos de su Inca la villa, asesinado cerca de la ciudad en el sector del Pichincha según documentos encontrados en el archivo histórico de Bogotá, la derrota del Chinchasuyo era contundente.

Pocos fueron los que se quedaron, un listado que se cuenta en las paredes de la Catedral Metropolitana de Quito, los aventureros y unos dos negros seguramente esclavos los que se afincaron y se dedicaron a levantar unas cuantas casas que en traza de cuadrado

Si los quiteños conocieron el salvajismo de Juan de Ampudia, de Aldana de Pedro de Puelles , sentirían vergüenza de festejar la barbarie con la que actuaron los conquistadores, el mestizaje costó miles de muertes, y la sumisión de una raza que fue tratada como si fueran bestias de carga.

Si bien es lógico reconocer el cruce de dos culturas, no se vuelve pertinente que sea motivo de regocijo el genocidio

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