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Generacion Del 27 Y 98

Adolfo1219828 de Septiembre de 2014

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Tema: Generación del 27

Se da el nombre de Generación del 27 a un grupo de escritores cuya obra, preferentemente lírica, cuaja hacia 1927, en que se celebra el tricentenario de la muerte del poeta español, cima de la elegancia de la poesía barroca y modelo de poetas posteriores, Luis de Góngora y Argote (1561-1627).

Los jóvenes poetas decidieron celebrar el tercer centenario de la muerte de Góngora, tanto por admiración hacia el poeta barroco, como por oponerse a la crítica poética de la época, personificada principalmente en el conservador y tradicionalista Marcelino Menéndez y Pelayo, cuyos estudios sobre el poeta cordobés habían marcado una línea en la que se insistía en la pérdida del norte poético, e incluso mental, por parte de Góngora.

También se suele llamar a esta grupo Generación de Lorca, por ser el poeta más conocido de esta generación. Otros hablan de “los nietos del 98”, tercera generación después del 98 y de la generación del 14.

Algunos autores, como el propio Luis Cernuda, prefiere para este grupo el nombre de "Generación de 1925", por representar dicho año un término medio entre la aparición de los primeros libros de los distintos autores (del Libro de poemas de García Lorca -1921- a Cántico de Guillén -1928-).

Pero la mayoría coincide en hablar de la Generación del 27, ya que en este año se celebró el 300 aniversario de la muerte del poeta Góngora, y este aniversario fue como el punto de partida del credo político de este grupo de poetas. La designación de “generación de la dictadura”, en alusión a la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930) durante el reinado de Alfonso XIII, no es correcta, ya que en el fondo no se trata de una generación politizada.

En 1927, al cumplirse el tricentenario de la muerte de Luis de Góngora, Gerardo Diego y Rafael Alberti convocan el acto conmemorativo. Estuvieron presentes Salvador Dalí y José María Hinojosa, en sustitución de Dámaso Alonso, entre otros. Así nació la generación del 27, en la que coexisten diversas tendencias, desde los que recuperan los hallazgos más interesantes del ultraísmo y del surrealismo hasta los que crean una poesía más pura (dado el influjo de Góngora y ciertos principios de Juan Ramón Jiménez) o buscan un contacto con la lírica tradicional y popular.

Los dos grandes mentores de la Generación del 27 fueron el poeta Juan Ramón Jiménez, tan admirado en lo poético como criticado, e incluso despreciado, en lo personal, y el filósofo José Ortega y Gasset que influirá en los poetas con obras como La Deshumanización del Arte, ensayo que será libro de cabecera de toda la vanguardia española. Algunos de los autores del 27 publicarán en la Revista de Occidente, de la que Ortega era director.

Hay que señalar las simpatías de estos autores por Antonio Machado y Miguel de Unamuno, a pesar del poco influjo que en ellos tendrá su poesía. Asimismo es de señalar la influencia del magisterio de Giner de los Ríos.

En cierta medida como oposición al hispanismo algo cerrado de los autores del 98, los jóvenes del 27 son cosmopolitas: viajan como lectores a universidades extranjeras (Salinas y Guillén a París, Dámaso a diversos puntos de Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, Gerardo Diego a Francia, Prados a Suiza, etc.).

Esta generación la forman prácticamente un grupo de poetas, es una generación principalmente lírica. El lazo de unión entre el modernismo y estas nuevas tendencia lo forma Juan Ramón Jiménez (1881-1958), que evolucionó del modernismo hacia otras formas de poesía más cercanas al credo poético de la Generación del 27.

No forman los autores de esta generación un grupo compacto con una ideología propia, como los hombres del 98. Su tema es la renovación de la lírica. Aunque muchos de ellos, los que sobrevivieron a la Guerra Civil (1936-1939), se marcharon al exilio o se afiliaron a ideología políticas, los años anteriores a la guerra los tuvo unidos a todos en un afán de renovación poética.

Influyeron mucho al principio de este movimiento las reflexiones sobre el hecho artístico y la teoría de la “Deshumanización del arte” diagnosticada por José Ortega y Gasset en 1925. Ortega analizó las tendencias literarias y artísticas de después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y las caracterizó como arte deshumanizada. Ortega aporta con La deshumanización del arte (1925) una visión crítica y en cierto modo descriptiva de la estética del 27. Ortega diagnostica en estas tendencias estéticas la búsqueda de una estilización deformadora y una huida de las formas vivas de la realidad; un antipopularismo y una tendencia a ser arte de minorías, de aristocracia; una visión del quehacer estético como un juego sin transcendencia.

La Generación del 27 se caracteriza al comienzo por su intento de buscar el arte por el arte, el arte deshumanizado, quizá por oposición a espíritu de la Generación del 98. La palabra clave es asepsis o asepsia (del griego a-, que significa negación, y septós ‘podrido’: ausencia de materia productora de descomposición o de gérmenes que pueden producir infecciones o enfermedades). Muestra esta generación, en un principio, cierta intención de seguir las tendencias modernistas, o más bien vanguardistas, pero la temática nacional de la Generación del 98 se irá infiltrando cada vez más.

Toda esta generación bebe de las nuevas tendencias europeas, sobre todo del ultraísmo: movimiento poético de vanguardia surgido de las tertulias que iniciara Rafael Cansinos-Assens en el Café Colonial de Madrid a finales de 1918 como reacción contra el amaneramiento de los seguidores del modernismo de Rubén Darío y que durante algunos años agrupó a los poetas españoles e hispanoamericanos que coincidían en sentir la urgencia de una renovación radical del espíritu y la técnica.

Si el pintor expresionista español José Gutiérrez Solana (1886-1945) es el representante de la Generación del 98, Pablo Picasso (1881-1973) lo fue de la Generación del 27. Sin olvidar que si Picasso representa el arte abstracto, también fue el pintor de Guernica. Cosa parecida tenemos con la evolución de la Generación del 27.

Esta generación toma a Juan Ramón Jiménez (1881-1958) no como maestro, pero sí como ejemplo digno de interés. El 300 aniversario de la muerte de Luis de Góngora celebró a este poeta barroco como el artista de la forma y el descubridor de la metáfora brillante. Góngora influirá mucho en el grupo del 27, cuyos representantes fueron dejando el verso libre y volviendo a la forma de estrofas, como es el caso de Alberti y Guillén.

A partir de 1930, se nota un cambio de dirección en esta orientación neomodernista: un apartamiento progresivo de la dirección deshumanizada y una búsqueda del calor humano en la poesía. A partir de esta fecha, cada poeta sigue sus sentimientos personales, lo que da la impresión de que cada poeta sigue un camino estético distinto, por eso es muy difícil agrupar a esta generación bajo una misma temática.

La mayoría de los representantes de esta generación, comprometidos con la II República (1930-1936), tuvieron que escoger el exilio al sobrevenir la Guerra Civil (1936-1939), otros, como Lorca, fueron víctimas de la contienda fratricida.

Paralelos a la Generación del 98, los movimientos vanguardistas buscaban restablecer lo auténticamente lírico y salvar la poesía: el ultraísmo, el dadaísmo, el cubismo y el futurismo.

El ultraísmo

El ultraísmo nace en el 1919 y muere prácticamente ya cuatro años más tarde. Desde 1915, el movimiento modernista quedó liquidado. Juan Ramón Jiménez y algunos poetas menores intentan buscar nuevos caminos que fueran “más allá” (en latín “ultra”) del modernismo. La terminación de la Primera Guerra Mundial aceleró el proceso. El impacto de la guerra del 14 dio lugar en Europa a un intento de ruptura con la cultura que parecía agotada y al nacimiento de una serie de grupos llamados de “vanguardia” (del antiguo avanguardia, y este de aván, por avante = ‘adelante’, y guardia: avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico).

El común denominador de la vanguardia fue:

• Afán revolucionario por acabar con la tradición, creando un arte completamente inédito. Característica de este nuevo arte sería la completa y absoluta libertad en el terreno de la forma y –paradójicamente a las circunstancias históricas del momento– un despreocupado optimismo.

• El primer brote en España de este movimiento subversivo fue el ultraísmo, cuyo programa vino a reducirse a lo siguiente:

• Abandono de lo decorativo modernista y del elemento anecdótico musical y emotivo. Instauración de una poesía esencialmente metafórica, de ahí la rehabilitación del poeta barroco español Luis de Góngora y Argote (1561-1627). La inspiración hay que buscarla en los temas más dinámicos y deportivos del mundo moderno.

Guillermo de la Torre defina así este movimiento:

• “El ultraísmo busca la reintegración de lo lírico y la rehabilitación de la poesía. Usa los elementos puros e imperecederos: La imagen y la metáfora, y rechaza todos los elementos extraños: acción, motivos narrativos y retórica”.

• Desaparece la rima y queda solamente el ritmo. Desaparecen las conexiones lógicas. Aparecen los valores visuales y el relieve plástico, en vez de la musicalidad y la retórica. En cuanto a los temas, el ultraísmo quiere introducir en la poesía temas hasta ahora no tenidos por literarios: las máquinas, la electricidad, el automóvil.

Obras representativas del ultraísmo:

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