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Imperio Romano

wilfredoromero18 de Agosto de 2012

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EL IMPERIO ROMANO

La muerte de César causó grandísimo desconcierto en Roma. Los asesinos del dictador quisieron restablecer la antigua constitución. Cometido el crimen, salieron del senado llamando al pueblo a la libertad. Pero en el pueblo, las personas pudientes estaban hartas de las guerras civiles y de cincuenta años de anarquía; en cuanto a los pobres, el sistema de voto expuesto anteriormente no les habla permitido jamás tomar una parte efectiva en el gobierno. El pueblo sintió pues el gobierno de César, que habla dado a Roma el orden y el bienestar, y no lo ocultó en sus manifestaciones. Por su parte los senadores vacilaban, temiendo siempre la aparición de un nuevo señor, lo cual no tardó en suceder.

Marco Antonio y Octavio: Un antiguo lugarteniente de César, llamado Antonio, entonces cónsul, quiso aprovechar las circunstancias. Era un oficial valeroso, muy ordinario de maneras y muy popular en las tabernas por su alta estatura, su uniforme de soldado y su reputación de gran bebedor, que pronto dio pruebas de ser un gran político. El día de los funerales de César, organizados por él, pronunció en el Foro un elogio del dictador, leyó un testamento que colmaba al pueblo de larguezas y causó emoción general presentando a la vista de todos la toga ensangrentada y agujereada con veintiocho puñaladas que recibió el cuerpo de la víctima. El pueblo, al ver aquella toga, se amotinó contra los asesinos, y Bruto y los amigos de éste tuvieron que huir para salvarse.

Estorbó los proyectos de Antonio la llegada a Roma de Octavio, sobrino e hijo adoptivo de César, que venia de Atenas, donde hacia sus estudios, para reclamar la herencia de su tío. Era un joven de diez y nueve años, pequeño, cojo, delicado y tímido. Hablaba mal, y le faltaba bravura, hasta el punto de tener miedo del estampido del trueno y de las tinieblas; pero bajo aquella apariencia mezquina ocultaba gran audacia política. Representó el papel de un joven honrado que buscaba el apoyo de todos lisonjeó al senado, llamó a Cicerón « padre mio » asalarió a los antiguos soldados de César y no tardó en encontrarse a la cabeza de un ejército.

Cicerón y el senado creyeron haber hallado el hombre que los desembarazaría de Antonio. Este habla salido de Roma en persecución de Bruto. Cicerón pronunció entonces sus famosas arengas, las Filipicas, declaró a Antonio fuera de la ley y obtuvo para Octavio el mando de las operaciones contra él. Octavio, vencedor, 1 reclamó el consulado como recompensa, puesto que le negaron. Habiéndose aliado entonces Antonio con los gobernadores de Galia y España, volvía a Italia a la cabeza de un ejército.

Empero, los dos ambiciosos comprendieron que era conveniente unirse, por propio Interés, contra el senado, que favorecía a los asesinos de César, y como Lepido (imagen) , gobernador de la Galia Narbonesa, se unió a ellos, fundaron los tres por un trienio un segundo triunvirato, que más tarde ratificó -un plebiscito. Se dividieron las provincias e hicieron del titulo de triunviro una nueva magistratura (43).

EL SEGUNDO TRIUNVIRATO: Las Proscripciones: El primer cuidado de los triunviros consistió en proscribir a sus enemigos. Las proscripciones fueron anunciadas por un cartel concebido en estos términos « Si la perfidia de los malos no hubiera respondido con el odio a los beneficios; si los que César, en su clemencia, había salvado, enriquecido y colmado de honores después de su desgracia no hubieran 4 resultado ser sus asesinos, nosotros hubiéramos también olvidado a los que nos hemos visto obligados a declarar enemigos públicos. Ilustrados por el ejemplo de César, vamos a prevenir a nuestros enemigos antes que éstos nos sorprendan... He aquí lo que se ordena: Que nadie oculte a ninguno de los que figuran en la lista siguiente; que el que ayude o favorezca la evasión de un proscrito, será a su vez proscrito.

Que se nos presenten sus cabezas. En recompensa, el hombre de condición libre recibirá 25.000 dracmas, y el esclavo 10.000 y además su libertad con el titulo de ciudadano. Los nombres de los asesinos y de los denunciadores se tendrán secretos. » De esta manera se asesinaron metódicamente trescientos senadores y dos mil caballeros, entre los cuales figuró Cicerón, que Octavio había sacrificado para satisfacer los rencores de Antonio.

Después de esas matanzas, Octavio y Antonio pasaron el Adriático para atacar en Macedonia a las legiones que habían reunido los conjurados Casio y Bruto, legiones que fueron vencidas en Hlipos, al cabo de dos días de batalla. Bruto, desesperado, se hizo dar muerte, exclamando: « Virtud no eres más que una palabra! » (42).

RUPTURA ENTRE MARCO ANTONIO Y OCTAVIO: Antonio partió a oriente para castigar a Egipto, que habla facilitado socorros a Bruto. Pero, seducido por Cleopatra, olvidó sus deberes por los deleites. A Octavio le cupo el cuidado de pacificar a occidente. Tuvo que combatir primero las intrigas de Fulvia, esposa de Antonio, que murió a tiempo para evitar una guerra entre los triunviros; después sometió a Sexto Pompeyo, hijo del gran Pompeyo, que habla logrado reunir una flota sólida y era dueño del Mediterráneo. Triunfó al cabo de dos años de guerra, gracias a los talentos militares de su amigo Agripo (38-36). El tercer triunviro, Lépido, representaba en todos estos acontecimientos un papel insignificante; Octavio lo depuso y lo nombró sumo pontífice: desde aquel momento quedaban dos ambiciosos uno frente al otro, y era preciso que uno de ellos desapareciese. Quien desapareció fue Antonio.

Después de una expedición desastrosa contra los partos, Antonio habla vuelto al lado de Cleopatra, a Alejandría, donde se entregó a todos los desórdenes de una vida crapulosa que ha quedado célebre con el nombre de « vida inimitable ». Soñó fundar un imperio de oriente en provecho de aquella reina, dando a sus hijos reinos asiáticos.

Octavio explotó hábilmente esa actitud para excitar la indignación de los romanos contra Antonio, y ocultando su rivalidad personal bajo la máscara de una guerra nacional, hizo decretar una expedición contra « aquella mujer, que pretendía la caída del Capitolio y la ruina del imperio Antonio y Cleopatra esperaron a Octavio en Grecia con una flota y un ejército. La flota fue vencida cerca de Accio, en el Adriático, a la entrada del golfo de Arta, y Cleopatra huyó, llevándose consigo a Antonio (3’)• Octavio los siguió a Egipto y batió a Antonio en los alrededores de Alejandría. Cleopatra trató en vano negociar con el vencedor. Antonio se dio muerte, y, viendo que todo estaba perdido, imitó su ejemplo haciéndose picar por un áspid. Octavio quedó siendo dueño del mundo. El fin de la república, había llegado.

EL IMPERIO: Se llama Imperio, el gobierno personal de Octavio, aunque, en apariencias el funcionamiento de las instituciones romanas no hubiera cambiado. A fin de no suscitar los mismos odios que César, Octavio se dedicó a reinar sin parecerlo. No quiso aceptar el titulo de dictador; dejó subsistir el senado, los cónsules y los comicios, y aceptó solamente que sus súbditos lo llamaran con un nombre nuevo. Pensó en llamarse Rómulo, segundo fundador de Roma, pero después se decidió por el nombre de AUGUSTO que servia para designar los lugares santos.

Cual César, reunió todas las funciones y asumió todos los poderes, porque tenía todos los títulos. Por consiguiente, el p4mero de éstos fue el de imperator (general victorioso), que indicaba el origen de su poder y le daba autoridad legal sobre todos los ejércitos. Fue además tribuno, lo cual le hacia inviolable; censor o prefecto de costumbres, lo que le permitía nombrar a los senadores y vigilar a los ciudadanos; sumo pontífice, es decir, jefe de la religión, y, por último, príncipe, o presidente del senado, es decir, dueño de las deliberaciones.

Augusto tenía, pues, un poder absoluto; pero en torno suyo todo parecía subsistir como anteriormente. El senado hacia las leyes, los comicios las votaban y los magistrados las ejecutaban en nombre del pueblo. Las insignias de las legiones continuaban llevando S. P. Q. R., iniciales de la inscripción latina Senatus Populusque Romanus. Augusto vivía como los demás ciudadanos; tomaba parte en los votos, recomendaba a sus amigos en las elecciones, hablaba en el senado cuando le correspondía y habitaba en el Palatino una casa modesta, abierta a todo el mundo. Quería imponer el orden en Roma y empezaba por dar el ejemplo.

Aquella vida pública no era más que una apariencia Augusto lo dirigía todo. Un consejo privado, que se llamó el consejo del príncipe, administraba en realidad el imperio. Porque así convenía a sus designios, creó una guardia llamada guardia pretoriana, formada de nueve cohortes y encargada de mantener el orden en la ciudad. A la cabeza de esas tropas estaba el prefecto del pretorio, principal agente del emperador, con el prefecto de la ciudad, el prefecto de los vigiles (serenos) o prefecto de policía, y el prefecto del anona, encargado de abastecer a Roma. Una multitud de secretarios estaban colocados bajo las órdenes de aquellos magistrados. Casi todos eran libertos, porque se estaba más seguro de que fueran fieles.

ROMA BAJO EL IMPERIO DE AUGUSTO: Con el orden, reinó la prosperidad en Roma, y la ciudad se pobló de monumentos. Augusto pudo vanagloriarse de haber encontrado una ciudad de ladrillos y haber dejado una ciudad de mármol. Se dedicó especialmente a la organización del servicio de las aguas, hizo construir acueductos y creó a este efecto un cuerpo de ingenieros especiales. Emprendió también la tarea de moralizar a Roma donde la corrupción había llegado al limite. Quiso restablecer las antiguas prácticas religiosas.

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