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Informe sobre la figura de Adolf Hitler


Enviado por   •  12 de Enero de 2016  •  Trabajos  •  3.660 Palabras (15 Páginas)  •  317 Visitas

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             Informe sobre la figura

                  de Adolf Hitler.

                                           Realizado por Carlos Rodríguez Santos

Índice.

1- Biografía.

2- Despeño político de la época.

3-Plamteamiento ideológico.

4-Estrategía individual

5-Bibliografía.

1. Biografía

Adolf Hitler nació el 20 de abril de 1889 en Braunau del Inn, pueblo fronterizo de la Alta Austria, y que fue el tercer hijo de un matrimonio formado por el inspector de aduanas Alois Hitler y su tercera esposa, Klara Pólzl. Su infancia transcurrió en Linz.

En el verano de 1905 Adolf concluye sus estudios por obligación, pues su mediocre rendimiento en la Realschule le había valido la expulsión sin conseguir título alguno. Cuando su madre murió, en 1907, se trasladó a Viena con el dinero de la herencia. Dibujaba por afición y esperaba convertirse en un pintor académico. Se inscribió para las pruebas de acceso en la Academia de Artes Plásticas, pero fracasó en el examen de ingreso. Al año siguiente reunió la mayor cantidad de sus dibujos y volvió a la academia, pero la institución, tras observarlos, esta vez ni siquiera lo admitió a examen.

Debido al  fracasó en su vocación de pintor, lo obligo a  malvivir como vagabundo, en una residencia para hombres indigentes y pasaba hambre en sus vagabundeos por Viena.  En aquella época creció sus prejuicios racistas ante el espectáculo de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y multicultural le era por completo incomprensible. De esa época data su conversión al nacionalismo germánico y al antisemitismo.

En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial. La derrota le hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el rechazo del nuevo régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos políticos acusaba de haber traicionado a Alemania aceptando las humillantes condiciones de paz del Tratado de Versalles.

2. Desempeño político de la época.

El líder no puede hacerse y tampoco puede, en este sentido elegirse. El líder se hace a sí mismo por el hecho de comprender la historia de su pueblo. [1]                                   Alemania necesitaba un líder y desde luego, la disposición a cifrar toda esperanza en el liderazgo, en la autoridad de un hombre fuerte, no era en sí mismo peculiar de Alemania. La promoción por parte de las élites amenazadas y su aceptación por parte de las masas ansiosas, de un liderazgo autoritario, con frecuencia personalizado en una figura carismática, ha sido y seguirá siendo experimentada por muchas sociedades en la que un sistema pluralista débil se ve incapaz de resolver profundas fisuras políticas e ideológicas y es percibido por la población como una administración en crisis terminal.

De hecho, el trauma que recibió en 1918 la derecha alemana, con el desplome militar, la caída de la monarquía y del viejo orden, y la llegada al poder de los odiados socialdemócratas, a los que antes habían difamado llamándolos enemigos del Reich, activo las nociones de un liderazgo heroico.

Las expectativas de liderazgo en las völkisch nacionalistas durante la época de Weimar rompieron con las tradiciones de la relación entre monarca y súbditos, sustituyéndolas por unas nociones en parte neofeudales, pero también pseudodemocráticas, de la relación entre el dirigente y sus seguidores, nociones en las que el dirigente representaba de forma autoritaria la voluntad del pueblo[2]. Se buscaba  y se necesitaba el Káiser del pueblo.

Pero esta fe en el liderazgo heroico seguía ocupando una posición del espectro político alemana en la extrema derecha hacia los años veinte. Pero  sería a finales de los años veinte, con la creciente crisis política y económica de la época de la depresión, la percepción de que la democracia de Weimar había fracasado por completo. Así como la sensación de que todo sistema político se hallaba inmerso en una crisis mortal, permitieron que la imagen del líder heroico, que clamaba un sitio al sol para Alemania, se desplazase desde los márgenes políticos al centro del escenario.

Bajo esta premisa se alzo la figura de A. Hitler, siendo la encarnación de la fuerza y la vitalidad, habría de aplastar a los enemigos internos de Alemania y que, a expensas de los pueblos inferior, sería capaz de proporcionar a la nueva nación la grandeza que merecía, obteniendo un imperio para un pueblo que carece de espacio vital, el Lebensraum.[3]

Pero como llego Hitler a ser el Fübrer, tras enrolarse en el ejercito en 1914 para participar en lo que él pensaba que era una batalla gloriosa, de aquellos cuatro años en el frente occidental, cuatro años de sangrienta guerra de trincheras, el dijo que había sido la época más feliz de su vida.  

En 1918 las tropas alemanas volvieron a casa, encontrándose un país arrasado, Hitler se unió a un pequeño grupo político, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. El partido surgió al calor de la cultura racista, derechista y ultranacionalista de los Freikorps, unidades paramilitares que combatieron los levantamientos comunistas que se produjeron al término de la Primera Guerra Mundial.

Ya en el seno del NSDAP, se daban los comienzos de un culto a la personalidad en torno a Hitler se remontan al año anterior al golpe de Estado de 1923, a una época en la que Hitler había ya adquirido una cierta relevancia política.                                                            A pesar de que las expectativas y esperanzas de sus seguidores carecían de fundamento, la autoimagen de Hitler en aquella época no difería demasiado de la que le adjudicaban muchos observadores internacionales. Hitler aceptaba el hecho de que su papel consistía en ser el encargado de movilizar, el de ser la persona cuyo trabajo preparase el camino para el verdadero gran líder. Que habría de venir después y que sacaría a Alemania de su miseria[4].

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