La Casona, Chihuahua

La casa ubicada en la esquina de las calles Ocampo y Aldama, perteneció originalmente al general Luis Terrazas, quien la mandó construir en 1888. El diseño a cargo del ingeniero Pedro Ignacio Irigoyen contemplaba un patio central octagonal (con su jardín y su fuente) rodeado de arcadas y corredores que facilitaban la convivencia y el contacto con la naturaleza. La planta baja estaba destinada a las oficinas, en el segundo piso residía la familia.

La casona fue construida por obreros laboriosos que siguieron las órdenes del ingeniero y el general, el primero revis aba cuidadosamente los detalles como la solidez de sus columnas del patio central, que era amplio y soleado; los barandales de fierro fundido fueron traídos de Nueva Orleans. El general cuidaba cada detalle de la construcción mientras admiraba la fuente con un pequeño ángel que esperaba ser colocada en el lugar exacto.

La esposa del general se encargó de las "vestiduras y las galas" de La casona, disponía que los cortinajes fueran confeccionados con telas importadas de Francia y que la sala fuera al estilo Luis XV. Las recámaras tenían enormes armarios de madera con finísimos espejos y las camas, cubiertas por colchas traídas de Oriente.

De doña Carolina de Terrazas, esposa del general, fue la idea de llamar al pintor que dio los últimos toques al paisaje al óleo ubicado a la izquierda del primer tramo a la escalera; ella asesoró al general para la adquisición de los muebles de las oficinas, en la planta baja: relucientes escritorios de madera, libreros artísticos y prácticos archiveros.

La casa del general Luis Terrazas poseía la forma y los espacios que él y Pedro Ignacio Irigoyen, el ingeniero constructor, decidieron darle para brindar protección y estar al servicio de quienes la habitaban.

La casona estaba hecha con tierra de Chihuahua transformada en adobe, de cantera, como solía ser en el siglo XIX, el agua corría por su interior, la fuente brindaba siempre el sonido cristalino del chorro del agua.

El general Luis Terrazas decidió construirla cuando era senador.

Desde la Ciudad de México le fue más fácil reconocer que la casa en que vivía ya no respondía a las necesidades de su familia, ni a sus intereses políticos y exigencias de negocios.

Por ese tiempo él tenía cerca de 60 años y la mayor parte de sus 12 hijos se habían casado y ya tenían sus propias casas, pero el general y doña Carolina seguían siendo el eje alrededor del cual gravitaban todos los intereses de la familia. Por eso la casa tenía un hondo significado: era el sitio de encuentro con los hermanos, los tíos, los primos, el lugar obligado para celebrar alianzas matrimoniales, cumpleaños, bautizos, navidades.

Era también el escenario donde se planteaban problemas y se limaban asperezas;

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