La Decadencia Del Estado De Occidente Por Andrea Loaiza

Si hay algo que caracteriza al mercado internacional del siglo XXI es su disposición a exaltar el individualismo libertario. En la actualidad predomina un neo-liberalismo que busca dejar hacer a las empresas y busca disminuir la intervención estatal a pesar de los casos donde evidentemente se necesita (como durante la crisis estadounidense de 2008). Sin embargo esta tendencia no puede trasladarse al reino de la política internacional. La política exterior es algo que se realiza entre estados y por estados; y una ideología individualista en lo político provocaría el resquebrajamiento de la fuerza colectiva. El poder de los estados depende de que se pueda movilizar a los pueblos conforme a sus objetivos e ideales.

Si acaso el individualismo liberal es útil como discurso político pero no como práctica. La política exterior estadounidense, al menos en retórica, ha estado recientemente orientada en la protección del individualismo de fuerzas externas. Estas fuerzas externas se han encarnado en la oposición soviética de la Guerra Fría y en el fundamentalismo oriental en el periodo de posguerra.

Esta tendencia no es verdaderamente movilizadora en la práctica como se demostró en la intervención en Kosovo. No sería tan fácil movilizar soldados en aras del bienestar de otros estados si lo más importante es el individuo.

Respecto a otra tendencia que si es relevante en el campo de la política, no podemos omitir el auge del poderío estadounidense. Estados Unidos es actualmente la única superpotencia y nos encontramos en un sistema que si bien no es unipolar, oscila hacia esa estructura.

En este punto, Hobsbawm hace una distinción de la política exterior estadounidense con la inglesa de siglo XIX. Inglaterra poseía rasgos similares a los que EUA posee ahora, particularmente, su extendido dominio de los mares y por ende, del comercio internacional. Al igual que EUA, poseía cierto rango de hegemonía sobre los otros estados.

La diferencia recae en la percepción de los estados sobre su superioridad. Según Hobsbawm, los ingleses estaban consientes de los límites de su influencia. No intervenían militarmente ahí donde sus interese pudieran verse amenazados o donde se pudiera enfrentar con una gran oposición cuyo enfrentamiento no ameritaran los beneficios. La otra diferencia vital es que los británicos no buscaban establecer una forma de supremacía, sino evitar que surgiera cualquier superpotencia suprema. La prioridad de los británicos (para su expansión económica) era el equilibrio de poderes.

Los estadounidenses en cambio, posterior al siglo XIX plantean una política exterior de control total. De policía del mundo.

Esta noción es infundada por varios motivos, pero quizá el más importante es que no pueden actuar solos. Los norteamericanos necesitan imperiosamente disponer

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