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La Guerra De Troya


Enviado por   •  23 de Abril de 2014  •  4.748 Palabras (19 Páginas)  •  305 Visitas

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LA GUERRA DE TROYA

0. Introducción

La mitología y la realidad se entremezclan de tal manera que en algunas ocasiones es difícil saber qué hay de verdad y que de mito en toda la historia de la antigua Grecia y más concretamente en la guerra de Troya.

Troya fue una de las ciudades más importantes de la antigüedad, situada en lo que sería actualmente una de las zonas marítimas de la costa de Turquía, poseía una situación estratégica, un puente entre Oriente y Occidente y un lugar de paso para las mercancías que eran transportadas al continente europeo. Hasta principios del s.XX se pensó que Troya era una ciudad mitológica y que por lo tanto no había existido, sólo en la mente del gran escritor de la antigüedad Homero, no obstante un arqueólogo alemán (Schliemann) a mediados del S.XX logró rescatar del las ruinas lo que fue la ciudad de Troya, y fue entonces cuando la comunidad científica empezó a cuestionarse el relato de la Guerra de Troya como cierto.

1. Homero

Tal y como hemos comentado la principal fuente de la guerra de Troya es la Iliada de Homero, por lo que antes de empezar a analizar la Guerra de Troya, analizaremos brevemente la figura de Homero.

Homero, según la leyenda se trataría de un rapsoda ciego que recorría los pueblos y ciudades recitando poemas épicos como se hacía en Europa en la Edad media y siglos posteriores; aunque nada se sabe a ciencia cierta de su persona, Homero es el nombre tradicionalmente asignado al famoso autor de la Iliada y la Odisea, las dos grandes epopeyas de la antigüedad en Grecia. De hecho algunos ponen en duda que estas dos epopeyas sean obra del mismo autor. Sin embargo, los datos lingüísticos e históricos de que disponemos permiten suponer que los poemas fueron escritos en los asentamientos griegos de la costa oeste de Asia Menor, hacia el siglo IX a.C.

El texto moderno de los poemas homéricos se transmitió a través de los manuscritos medievales y renacentistas, que a su vez son copias de antiguos manuscritos, hoy perdidos. Pese a las numerosas dudas que existen sobre la identidad de Homero (algunos lo describen como un bardo ciego de Quío) o sobre la autoría de determinadas partes del texto, como las escenas finales de la Odisea, la mayoría de sus lectores, desde la antigüedad clásica hasta no hace mucho tiempo, creyeron que Homero fue un poeta (o como mucho, dos poetas) muy parecido a los demás. Creyeron, en suma, que la Iliada y la Odisea, aunque basadas en materiales tradicionales, son obras independientes, originales y en gran medida ficticias.

Sin embargo, durante los últimos 200 años, esta visión ha cambiado radicalmente, tras el surgimiento de la interminable cuestión homérica: ¿Quién, cómo y cuándo se compuso la Iliada y la Odisea? Aún no se ha encontrado una respuesta que satisfaga a todas las partes. En los siglos XIX y XX los estudiosos han afirmado que ciertas inconsistencias internas venían a demostrar que los poemas no eran sino recopilaciones, o añadidos, de poemas líricos breves e independientes (lays); los unitaristas, por su parte, consideraban que estas inconsistencias eran insignificantes o imaginarias y que la unidad global de los poemas demostraba que ambos eran producto de una sola mente.

Ninguna de estas interpretaciones es determinante, pero sería justo afirmar que prácticamente todos los comentaristas coinciden en que, por un lado, la tradición tiene un gran peso en la composición de los poemas y, por otro, que en lo fundamental ambos parecen obra de un mismo creador. Entretanto, los hallazgos arqueológicos realizados en el curso de los últimos 125 años, en particular los de Heinrich Schliemann, han demostrado que gran parte de la civilización descrita por Homero no era ficticia. Los poemas son pues, en cierto modo, documentos históricos, y la discusión de este aspecto ha estado presente en todo momento en el debate sobre su creación.

2. La Realidad Histórica

La caída de Troya se encuadra en un periodo histórico marcado por la decadencia de reinos, imperios y culturas. Es el fin de toda una época gloriosa que generaciones que siglos siguientes llamarían “La Edad Dorada”en contraposición a “La Edad Oscura” durante la que el sentimiento popular colectivo hizo, rehizo y reinterpretó embelleciéndolos, las gestas y los palacios de aquellos lejanos héroes hasta convertirlos en leyenda. Cuando estas leyendas trasmitidas durante siglos por tradición oral fueron recopiladas por poetas, que les infundieron nueva frescura, los palacios de Creta y de las antes poderosas ciudades micénicas yacían enterradas. Troya llevaba cuatro siglos abandonada.

2.1. Los Enemigos: Aqueos y Troyanos

Hablar del mundo micénico, de la cultura micénica, que toma su nombre de Micenas, ciudad que en la gesta homérica era la capital del reino de Agamenón; es hablar de los aqueos. Homero nunca habla en “la Illíada” de “griegos”, que es un término posterior. Para referirse a los ejércitos que sitiaron Troya, lo hace como aqueos, algunas veces danáos o helenos.

Algunos investigadores los relacionan con los hititas, otros los hacen originales del norte de los Balcanes. Lo que esta claro es que era un pueblo indogermánico, guerrero que conocía la domesticación del caballo y el hierro. Y que sobre él 2000 a. C. Inicia un movimiento migratorio desde sus lugares de origen. Un ramal de esta corriente llega sobre 1800 a.C. a la Grecia continental mientras el resto continúa por Centroeuropa hasta la Península Escandinava, e incluso algunos investigadores aventuran hasta las Islas Británicas.

Firmemente asentados en suelo griego, alrededor del 1600 a.C, se inicia un fecundo proceso de mestizaje étnico y también cultural, en el que los nuevos elementos se mezclan con el sustrato heleno muy influenciado por la rica cultura cretense. El resultado es lo que se ha dado en llamar “Cultura Micénica”. Se organizaban en algo semejante a ciudades-estado, con zonas de influencia política y económica; auténticos reinos independientes (los héroes aqueos de la “Illiada” eran señores de su reino) que cuando las circunstancias externas lo requerían abandonaban su frecuentes y mutuas reyertas para unirse frente a una causa común, tal como hicieron para atacar Troya.

Las en principio, tímidas corrientes migratorias de otros pueblos sobre los

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