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La Vida de Juan Vicente González


Enviado por   •  22 de Febrero de 2015  •  Biografías  •  2.502 Palabras (11 Páginas)  •  469 Visitas

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JUAN VICENTE GONZÁLEZ

Juan Vicente González nació en Caracas el 28 de mayo de 1810 y murió el 1 de octubre de 1866; fue un periodista y escritor venezolano. Se le considera como el primer escritor romántico que tuvo Venezuela en el siglo XIX. Se tienen escasos datos de la niñez de González. Hasta ahora, no se han podido determinar quiénes fueron sus padres, ni la fecha exacta de su nacimiento, por lo cual esta es estimada. Algunas personas afirman que nació en 1808, pero opinan que fue en 1811. Se dice que fue abandonado en la casa de Francisco González, realista que lo adoptó y le dio su apellido. Hizo sus primeros estudios con el sacerdote José Alberto Espinoza y luego ingresó a la Universidad de Caracas y se graduó de Licenciado en Humanidades. En 1827 cuando el Libertador Simón Bolívar regresó por última vez en vida a su patria, para impedir la separación de la Gran Colombia fue recibido con un homenaje en la Universidad de Caracas. En el recinto universitario Juan Vicente González, siendo adolescente, se encontró con el prócer, momento que quedaría grabado en su existencia en lo sucesivo.

A los 28 años, contrajo matrimonio con Josefa Rodil y para costear sus gastos en su nuevo estado civil daba clases de gramática e historia en colegios particulares. En 1849, fundó en Caracas el colegio "El Salvador del Mundo". Un año antes fue nombrado Diputado por Caracas al Congreso, por lo que fue testigo ocular del sangriento allanamiento que hicieron las tropas del gobierno, al recinto del Parlamento, matando e hiriendo a varios congresistas. A pesar de haberse iniciado en la masonería, se le clasificaba como hombre de ideas conservadoras. Debido a este punto de vista, no encontró favorable a la Revolución de Marzo de 1858, que llevó al poder a Julián Castro, Manuel Felipe Tovar y Fermín Toro. Tampoco se sintió atraído por la Revolución Federal.

Desde el periódico El Heraldo y otras publicaciones, combatió a los regímenes de fuerza. Eso disgustó a muchos gobernantes. Estuvo a punto de ser deportado en 1861, pero gracias a las diligencias de Pedro Gual, Presidente de la República, por breve tiempo esto pudo ser evitado. También hizo oposición a la dictadura del General José Antonio Páez, lo que le valió un encierro de tres meses en la cárcel de La Guaira. Al ser libertado gracias a los buenos oficios de algunos masones, reincidió en sus críticas violentas al gobierno. El General Páez molesto, volvió a mandarlo a prisión, esta vez en la prisión de "La Rotunda". Allí escribió su Manual de Historia Universal, que es el primero de sus libros conocidos. Al triunfar los ejércitos del Mariscal Juan Crisóstomo Falcón en la Guerra Federal, vio con simpatía a este militar y líder masón, lo cual no impidió para que de vez en cuando le dedicara también algunos ataques periodísticos. A pesar de las pasiones políticas que le animaban González era considerado un personaje muy honesto, noble y amante de la verdad. Esto quedó demostrado con la biografía muy favorable que escribió sobre el Juan Crisóstomo Falcón, no obstante que se declaró una vez más su adversario.

Entre sus obras figura la biografía del prócer José Félix Ribas, "Las Mesenianas", un conjunto de elegías en prosa, "Ecos de las Bóvedas" y la obra que quedara inconclusa Historia del Poder Civil. En el campo de la poesía, Juan Vicente González publicó numerosos trabajos, destacando su soneto " A Bolívar". En el periodismo, consiguió fama por su talento y virulencia en la crítica. Fue fundador de los medios impresos El Venezolano, El Diario de la tarde y El Heraldo y editorialista de algunos de estos medios incluyendo La Prensa, lo que provocaría polémicas con periodistas identificados con el movimiento liberal tales como Felipe Larrazábal, Estaislao Rendón, Guillermo Tell Villegas, Tomás Lander y Rafael Arvelo. Un año antes de su fallecimiento, estableció la publicación Revista Literaria.

PÁGINAS DE LA HISTORIA DE COLOMBIA Y VENEZUELA O VIDA DE SUS HOMBRES ILUSTRES

(FRAGMENTOS)

Nacido un año después que Venezuela dio su grito de independencia, criado en medio de los furores de la guerra a muerte y al ruido de sus combates y victorias, crecido entre las tempestades civiles que precedieron a su organización definitiva y a su breve edad de oro, pertenezco a todas sus épocas por algún punto, conozco sus hombres y las pasiones o intereses que los movieron, los acontecimientos, su enlace y causas; y voy a escribir sobre ellos.

La época es oportuna. Están para desaparecer los últimos actores del variado drama de nuestra independencia. Con la pluma en la mano hay quienes les sirvan, transcribiendo oficiosamente al papel con sus propias palabras, el concepto en que quieren vivir en la posteridad. Jueces, no cómplices, nosotros recogeremos también de sus labios, aun cuando mientan, el espíritu de su tiempo, la índole de su patriotismo, el secreto de sus sentimientos e ideas, forzándoles a dar testimonio de su ambición y crímenes, mientras hablan de sus sacrificios y virtudes. Esos hechos desconocidos, esas revelaciones que, después de años y tras un triunfo inesperado, viene a contradecir las tradiciones populares y la verdad auténtica, sólo sirven para señalar al historiador la herida que procuran ocultar.

Al describir los varios destinos de Venezuela, no es nuestro ánimo añadir una historia más a las que se han acuñado al servicio de los partidos, alterando los hechos por pasión o circunspección política y falsificando el color general de los sucesos y costumbres. Esperamos más bien que nuestro respeto a la posteridad para quien se escribe la historia y el amor a la justicia, nos libren de toda debilidad, aun en favor de los que han muerto con las armas en la mano por la causa que seguimos. Engañar, suponiendo, ocultando o mintiendo, nos ha parecido siempre indigno de un escritor. ¡Cuánto más de quien aspira a dar lecciones al mundo de independencia e imparcialidad! Por todas partes oímos a Cicerón que nos dice: ut ne quid falsi dicere audeat, ne quid veri non audeat.

Pero esta justicia, esta imparcialidad que debemos a todas las opiniones y partidos, es la benevolencia general del hombre que conoce al hombre, una equidad discreta y reflexiva, no la indiferencia entre la virtud y el vicio, ni el sacrificio de los principios, ni menos el silencio de nuestras ideas y opiniones. No seremos alternativamente del partido de César o de Pompeyo, y es harto cierto que esta propensión de nuestro espíritu, fija e invariable, se representará pro defectos en nuestros escritos. Cuando

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