La biografía de un filósofo, jurista y economista de Cesare Beccaria

El filósofo, jurista y economista Cesare Beccaria nació el 15 de marzo de 1738, en la ciudad italiana de Milán. Aunque es conocido como Becaria, su verdadero nombre era Cesare Bonesana. Sin embargo, su título de Marqués de Beccaria propicio esa denominación. Influido por el pensamiento de algunos como Montesquieu, vivió en unión con las ideas promovidas por la Ilustración. Participó gestando la reforma ilustrada del siglo XVIII, siendo trascendental su aportación en la lucha contra la monarquía absoluta. La expiación del delito y la segregación que el delincuente sufría en la época, se convirtieron algunas de sus principales preocupaciones.

Desde la Baja Edad Media se venía concibiendo al autor del delito como un ser perdido e irrecuperable, que nunca abandonaría sus tendencias criminales. En unos tiempos en que el concepto de delito tenía una gran carga teocrática, la idea de atentar contra el mandato de Dios suponía la condena eterna al ostracismo. Además, los métodos empleados en la investigación de los hechos constituían un insulto a su propia finalidad: alcanzar a la verdad. Entre las prácticas comunes se encontraba la tortura, en sus diversas formas (por ejemplo el tormento público). En cuanto a las penas impuestas, eran habituales las agresiones contra la vida e integridad física y moral de la persona. Todo esto es recogido por Beccaria, de manera especialmente crítica, en su obra cumbre “De los delitos y las penas”, publicada en 1764 de forma anónima. A ésta, no le tardaron en llegar las reacciones de apoyo, entre las más conocidas se encuentra el comentario publicado en 1776 por Voltaire. Cesare Beccaria expone, a lo largo del texto, toda una serie de alegatos contra la desproporción de los castigos infligidos ante la comisión del delito, atacando especialmente la pena de muerte y las torturas. Bien es cierto que justifica la pena de muerte en los casos de delitos de rebelión y traición a la patria y en aquellos en los que la ejecución supusiera el único remedio a los continuos actos delictivos. En general, denuncia las penas inhumanas y degradantes, a la par que demuestra su ineficacia (concretamente de la pena de muerte) en la lucha contra el fenómeno criminal. También propone soluciones y nuevos puntos de vista cuya base debe girar entorno a la separación de poderes en el Estado, la ruptura en la relación de la religión con la Justicia y la Ley y demanda la existencia de una igualdad y legalidad real. Teniendo en cuenta la importancia de lo religioso en todos los ámbitos de la vida –la cultura, la política, la economía, etc.- la consecución de esas metas, en ningún caso parecía una tarea sencilla. En Europa, los adjetivos que mejor definían al Derecho Penal de la época eran brutalidad, arbitrariedad y sinrazón.

En conclusión, Beccaria intenta lograr la humanización de las penas y del delincuente y buscar caminos que conduzcan a una Justicia más idílica –habla

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