La historia de las Ceibas de Páez. Patrimonio Natural e Histórico del municipio José Antonio Páez

Autora: Dra. Pastora Colmenarez de Boyer

La historia de las Ceibas de Páez. Patrimonio Natural e Histórico del municipio José Antonio Páez.

En Junio de 1807, narra Páez en su autobiografía que su madre le da la comisión de llevar un expediente a un abogado que residía en Patio Grande, cerca de Cabudare, pueblo del Cantón de Nueva Segovia hoy estado Lara, dándole una mula, una espada, dos pistolas de bronce para su defensa aunque un poco viejas, además de una considerable suma de dinero en monedas de plata para los trámites, y 200 pesos para cubrir gastos personales. Se sintió muy orgulloso de esta encomienda, pues era el séptimo de sus hermanos y sólo contaba 17 años de edad.

De regreso entró a Yaritagua a comprar algo en una tienda de ropa, luego entró a una cantina y jugó una partida de ajiley, juego de envite y azar con barajas españolas y al pagar, imprudentemente y dejándose llevar por el orgullo, dejó ver todo el dinero que portaba, sin reparar en los presentes. Siguió su viaje y al entrar por el estrecho camino que atravesaba la montaña de Mayurupí, en el mismo sitio que hoy conocemos como “Las ceibas de Páez”, continuando con el relato le salió a la izquierda del camino un hombre alto a quien seguían otros tres, con intenciones de asaltarlo. Al cogerle el asaltante la mula por la brida, Páez saltó al suelo por la derecha, pistola en mano.

Vale decir, que el que parecía el jefe, portando en una mano un garrote y en la otra un machete, se acercaba a Páez con la vista fija en la pistola, mientras éste retrocedía, haciendo caso omiso a sus requerimientos para que se detuviese. Cuando estaban a cosa de 20 varas de distancia de sus compañeros, el asaltante se arrojó sobre Páez, tirándole una furiosa estocada con el machete, a lo que éste respondió disparándole con intención de herirlo en una pierna. El bandido se hizo atrás con violencia para evitar la bala, con tan mala suerte que recibió el tiro en la ingle. Creyéndole herido, Páez desenvainó la espada, arrojándose sobre él para ponerle fuera de combate, pero se detuvo al verle caer a tierra sin movimiento.

Pensando en su propia salvación, corrió tras los demás ladrones, quienes huyeron al verse sin su jefe. Páez ve al hombre allí tirado y ensangrentado, asustado como cualquier muchacho de su edad decide irse del lugar, atraviesa quebradas y caminos bajo una fuerte lluvia llegó a su casa en medio de una noche tormentosa, a las 4 de la mañana contándole lo ocurrido sólo a una de sus hermanas. Días después empezaron a correr los rumores de que él había sido el héroe de la escena de Mayurupí, por lo que, temiendo ser preso y que se tomaran represalias sobre él, decidió marcharse a Barinas donde buscó trabajo como peón en el hato La Calzada, de Don Manuel Pulido. De esta manera, aparece el nombre de José

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