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La izquierda, la derecha y la Revolución francesa- López de Ferrari


Enviado por   •  21 de Abril de 2019  •  Resúmenes  •  2.165 Palabras (9 Páginas)  •  192 Visitas

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La izquierda, la derecha y la revolución francesa- N. López de Ferrari.

I. Concepto de revolución.

Según Gianfranco Pasquino en Diccionario de Política (1986), ‘’la revolución es la tentativa acompañada del uso de la violencia de derribar a las autoridades políticas existentes y de sustituirlas con el fin de efectuar profundos cambios en las relaciones políticas, en el ordenamiento jurídico- constitucional y en la esfera socio-económica’’.

Si bien la toma del poder por parte de los revolucionarios puede producirse por medio de un golpe de Estado, la revolución no se efectiviza sino luego de los profundos cambios introducidos en los sistemas político, social y económico. Aunque, en tanto que tentativa, la definición, también, incluye a las revoluciones no victoriosas, a aquellas que fracasaron (o, porque los elementos revolucionarios fueron eliminados; o, porque aunque conquistaron el poder, no produjeron transformaciones relevantes).

La necesidad del empleo de la violencia es un elemento constitutivo de toda revolución. La clases dirigentes no cederán su poder, status y riqueza espontáneamente y sin oponer resistencia; por lo que los revolucionarios estarán obligados a arrebatárselos por la fuerza. En consecuencia, toda revolución, victoriosa o derrotada, implicará una guerra civil-entre los grupos antagónicos-por la toma-por parte de los revolucionarios- o el mantenimiento-por parte de las clases dominantes y sus instrumentos coercitivos-del poder.

Sin embargo, este concepto de revolución, es de aparición reciente. Remontémonos al siglo XVIII. A la luz de los hechos, los líderes de la revolución francesa-que se habían educado en las formulaciones teóricas del iluminismo-consideraban la revolución ‘’como una forma de crear un orden nuevo basado en la Razón, y no, como otrora, en la Tradición’’. Orden que, a su vez, va a buscar su legitimación en la creación de una Constitución (racional) que asegure la libertad y la felicidad del pueblo[1].

En contraste con la Gloriosa Revolución inglesa y la Revolución estadounidense, Hanna Arendt, en Sobre la Revolución  (1963), dirá, sobre la Revolución francesa, que ‘’los hombres entraron primero en la Revolución con la ilusión de la restauración, de la continuidad (como había sucedido en la Gloriosa Revolución y en la Revolución estadounidense), y que, en un segundo momento, accederán a la ilusión-mas fuerte todavía-de la creación de un orden nuevo, de la ruptura del anterior’’.

La Revolución francesa, entonces, se va a pensar como una liberación de todos los modelos históricos de ‘’revolución’’, como una ‘’refundación’’ del cuerpo político y social, como La-señora- Revolución, creadora de los derechos de la humanidad.

II. La Revolución francesa, frontera entre la izquierda y la derecha.

En este apartado López de Ferrari nos plantea como los franceses, aún hoy, política e historiográficamente, siguen divididos por la Revolución francesa, unos a favor, otros en contra; y como se viene sucediendo desde finales del siglo XVIII.

II. I. El laicismo, tema fundamental del espíritu republicano.

Durante y después de la revolución, se trataba de saber cual debía ser el lugar de la iglesia en la sociedad. Los republicanos-y la izquierda-se atenían al artículo 10 de la D. de los. D. del Hombre según la cual ‘’ningún hombre debía ser molestado en razón de sus opiniones religiosas, siempre que su confesión no perturbe al orden público establecido por la ley’’. Artículo que será combatido por el clero. La iglesia, de la mano de Pio VI, va a defender al catolicismo como religión del Estado francés, oponiéndose a la nacionalización de los bienes eclesiásticos y a las libertades de consciencia y expresión-expresadas en la D. de los. D. de Hombre-.

A su vez, la izquierda, no era antirreligiosa, sino anticlerical. Buscaba la secularización de la sociedad; cosa que lograron-entre otros motivos-a través de la laicización de la escuela. Lo que produjo, en consecuencia, que la escuela se convirtiera en otro campo de batalla entre la izquierda y la derecha. En suma, la ruptura entre la iglesia y la Revolución será inevitable.

II.II. La Revolución francesa divide a la izquierda[2].

El tema de la Revolución francesa ha dividido más a la izquierda que lo que la ha unido: robespierristas contra acusadores, partidarios del 1789 contra partidarios del 1793, liberales contra jacobinos.

Edgar Quinet (liberal doctrinario) en El Cristianismo y la Revolución francesa (1845) y en La Revolución (1865), se manifiesta en contra tanto del despotismo del Antiguo Régimen como del Terror de Robespierre-cuyas causas no comprende-.  Su obra está dirigida contra esa parte de la tradición republicana que ha hecho una ‘’apología’’ del Terror. Lo que Quinet le reprocha al Terror no es tanto la violencia, como si la ausencia de sentido. Para él, este proceso-que califica de exterminación-funciona en el vacío y no tiene otra finalidad que la muerte de los individuos sacrificados al Estado; hecho que recuerda al despotismo absolutista del antiguo régimen (en otras palabras, el Terror de Robespierre, para Quinet, es una vuelta-de los jacobinos- a la tradición absolutista y a su despotismo). Por último, estima que el catolicismo es incompatible con la libertad, y que el fracaso de la Revolución es la consecuencia de su política religiosa.

Solo por etapas se fue estableciendo una historia verdaderamente científica de la Revolución que se opusiera a los contra-revolucionarios. Recién a fines del siglo XIX, Françoise Alphonse Aulard en Estudios y lecciones sobre la Revolución francesa e Historia Política de la Revolución francesa (1893-1924) trazará un marco de referencia indispensable para el encadenamiento de acontecimientos, instituciones y hombres. En su obra toma posición a favor de Dantón y en contra de Robespierre y su violencia.

Posteriormente, a comienzos del siglo XX, aparece Albert Mathiez con sus publicaciones los Annales revolucionarios (1908) y La vida cara y el movimiento social durante el Terror (1927), donde hará una interpretación marxista y social de la revolución. Se opone a considerar a la revolución como un bloque; para él, la Revolución, se hizo mediante una serie de revueltas y rebeliones. Contra Aulard y los dantonistas, se erige en defensor de la persona y la acción de Robespierre, encarnación del Jacobinismo intransigente y de la democracia social.  A su vez, pone su atención en el comportamiento de las masas anónimas, las cuales tenían, junto con algunos revolucionarios, un profundo deseo de cambio en materia religiosa.

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