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La mujer en los juegos olimpicos de 68


Enviado por   •  29 de Mayo de 2017  •  Ensayos  •  1.675 Palabras (7 Páginas)  •  283 Visitas

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Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Estudios Superiores Acatlán
Agabo Hernández Leonardo Daniel


Tema: Juegos Olímpicos

Título tentativo: La visión sobre la participación de la mujer mexicana en los juegos olímpicos de México 1968.

Antecedentes y postura del periódico Excelsior en las Olimpiadas de 1968.

Mencionaré un poco de los antecedentes de la mujer en los Juegos Olímpicos, con el fin de dar a conocer como fue evolucionando su participación, para luego ver la opinión del periódico Excelsior sobre el tema a tratar.

La primera participación de la mujer en unos juegos olímpicos fue en Paris 1900, en el deporte de tenis. Estos primeros intentos de la mujer por sobresalir en el Deporte despiertan interés y curiosidad para la sociedad.

En el año de 1908, durante los Cuartos Juegos Olímpicos, efectuados en la capital de Inglaterra, la populosa ciudad de Londres, se agregan dos nuevas pruebas: la de arquería y la de patinaje de figuras. Ya se advierte claramente que la presencia de la mujer, como competidora oficial en estos juegos, va en aumento en cada Olimpiada. De seis mujeres en los Segundos Juegos, para la de Londres ascienden a 41 las competidoras, número que irá gradualmente en incremento, hasta llegar a la cifra de México, en 1968, en donde se congregaron 781 exponentes del deporte femenil.[1]

Estos juegos fueron significativos por el papel de la mujer en el deporte, ya que las mujeres han tenido que enfrentarse no sólo a la osadía de involucrarse en actividades dominadas por los hombres sino a la percepción por parte tanto de hombres como de mujeres, de que son excepcionales, etiqueta que, si bien resultaría halagadora en algunas circunstancias, en estas no, pues refiere a una carencia de oportunidades para todos. Muchos estaban atentos al hecho como tal, ignorando la historia detrás.

No debemos olvidar lo que días antes de la inauguración había ocurrido, la llamada matanza estudiantil de Tlatelolco. Un acontecimiento que puso en riesgo la justa olímpica.  

Amaneció el jueves 3 de octubre de 1968 la ciudad de México con la noticia del tiroteo en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, y las versiones contradictorias: oficialmente, francotiradores habían disparado contra soldados y gente del pueblo; extraoficialmente se sabía que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz había puesto en operación un dispositivo para capturar a los principales líderes del movimiento estudiantil y terminar con los disturbios de los últimos meses.

Faltaban diez días para la inauguración de la XIX Olimpiada, y el país no vivía en calma. ¿Había la posibilidad de que se cancelaran los Juegos Olímpicos? Por parte de los estudiantes no, pues una comisión del Consejo Nacional de Huelga ya negociaba con representantes del gobierno una tregua olímpica. Pero ocurrió la inconcebible noche de Tlatelolco.

Los juegos ya habían sido bautizados en Europa como “Olimpiadas amargas”. Se aseguró que las manifestaciones y actos de violencia que se suscitaron, no tuvieron relación alguna con los Juegos Olímpicos, ya que éstos tienen todo el apoyo del pueblo mexicano.[2]

Enriqueta Basilio se convertía en la primera mujer en encender el pebetero olímpico en la historia, mostrando al mundo que las mujeres estaban presentes y que el sexo femenino había decidido sobresalir en el ámbito deportivo.

Habían pasado 18 ediciones de las olimpiadas en las que únicamente hombres habían sido los encargados de encender el pebetero, el momento más esperado de todas las inauguraciones.

Y esto cambió en México 1968, en el Estadio Olímpico con la joven corredora mexicana Enriqueta Basilio.

La tarde de ese 12 de octubre, la señorita de 20 años recibió la antorcha de un cadete militar y corrió por la pista y la escalinata hacia lo más alto de la tribuna de este del estadio.

Entonces llegó el momento culminante: presentó la antorcha al público y a continuación realizó el encendido estirando el brazo sobre el pebetero.

Basilio participó en la prueba de relevos de los 400 metros planos y en la carrera de 80 metros con obstáculos.

Pese a que no pudo acceder a las finales, su nombre quedó grabado en los libros del olimpismo por su histórico encendido.

Es fácil conocer un poco más de lo que se pensaba de las actuaciones de las mujeres en esos momentos de la historia gracias al énfasis en las pruebas deportivas a las que debieron someterse algunas atletas de las que se ponía en duda su femineidad ante sus potenciales deportivos, considerados propios de los varones. Un panorama deportivo que llegó a criticar a la mujer en el mundo a su llegada a la justa veraniega que se realizó en México en 1968. Recordemos que, en el futbol en particular, la mujer mexicana intervino abiertamente hasta 1970.

Es así como se llega a los Juegos Olímpicos en que México sería la sede, la asistencia de deportistas a estos Juegos fue importante, pues en total se contó con la participación de 5,516 atletas, de los cuales 781 eran mujeres y 4,735 hombres que pertenecían a 112 países. La delegación mexicana estaba compuesta por 312 deportistas, 266 varones y 46 mujeres, con lo que el número de participantes femeninas se incrementó más de 10 veces.[3]

Es una época en que la mujer también hacía más evidente su eterna lucha por la identidad y el reconocimiento como persona. Una lucha que, a través de la equidad, trataba de darle un lugar en una sociedad que se había empeñado no sólo en menospreciarla sino, incluso, a sumirla en el anonimato que terminaba por perpetrarse en la invisibilidad.  Particularmente se trataba de un sector donde no sólo se ponían a prueba sus capacidades intelectuales, sino que también debería desarrollar al máximo su potencial físico, algo que rompía por completo con todos los cánones que se le habían impuesto. Sin embargo, hay que ser claros, no obstante que en esos juegos el número de mujeres que participó fue impresionante, cuatro años después una vez más el número de mexicanas que representaba a su país disminuyó a la mitad.

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