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Leyendas de México prehispanico


Enviado por   •  11 de Enero de 2018  •  Ensayos  •  999 Palabras (4 Páginas)  •  172 Visitas

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Actividad A2-C4[pic 1]

Informática II

Alumno: Christian Román Aguilar Mendoza

Matricula: mx003171

Tutor: Fernando Bustos Herrera

03 de diciembre del 2017

Leyendas de México prehispánico

Introducción

Las leyendas son narraciones orales o escritas que tienen elementos reales, es decir, se desarrollan en un tiempo determinado, en un lugar existente o con personajes conocidos.

En este libro se abordan las leyendas prehistóricas más populares de México.

La primera sección está dedicada a las leyendas aztecas; en ella se incluyeron algunas leyendas que podrían considerarse teotihuacanas por su ubicación o personajes, pero no hay que olvidar que fueron los mexicas los que difundieron el conocimiento sobre esta cultura.

Leyendas aztecas

En el Valle de México, a 45 kilómetros al noroeste del centro del Distrito Federal, se encuentra Teotihuacán, la “cuidad de los dioses”. Este nombre le fue dado por los mexicas casi setecientos años después de su declive, en el siglo VII. Hasta la fecha se desconoce su nombre verdadero e incluso quienes fueron sus habitantes.

La religión fue un aspecto de suma importancia en el desarrollo de la cultura mexica; baste recordar que de acuerdo con su mitología, Quetzalcóatl había hecho renacer al hombre a partir de su sangre, y este tenía que retribuir al sacrificio del dios.

La leyenda del Sol y la Luna

Esta leyenda cuenta la creación del Sol y de la Luna.

Se menciona en el Código Florentino, llamado así por que conserva en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia, Italia. Este manuscrito incluye los textos en náhuatl y castellano que fray Bernardino de Sahagún recogió de sus informantes indígenas en el siglo XVI.

Dicen que cuando aún era de noche, cuando aún no salía el sol no había amanecido, los dioses se reunieron allá en Teotihuacán, y a otros se dijeren:

  • Vengan acá, dioses, y hablemos. ¿Quién de nosotros tomará el trabajo, quien se echara a cuestas el hacer salir el sol, el hacer amanecer?

El soberbio y valiente Tecuciztecatl se adelantó, y con voz potente exclamo:

  • ¡Dioses, yo lo haré!
  • ¿Quién más? ¿Quién más? -preguntaban mirándose unos a otros con temor. Nadie quería tomar para sí semejante tarea, Discretamente retrocedían, deseando no ser elegidos.

Solo uno de ellos permanecía tranquilo observando lo que ocurría; su rostro no reflejaba ningún tipo de emoción, tal vez los demás le dijeron:

  • Tú tienes que ser, Nanahuatzin.

Él recibió la orden de buena manera, sabía el gran honor que representaba la terrible decisión de los dioses.

Respondió:

  • Está bien, dioses. Acepto humildemente el honor que me hacen.

Nanahuatzin y Tecuciztecatl comenzaron entonces a hacer penitencia, pero la penitencia de ambos no pudo ser más distinta. En vez de ramas de abeto, Tecucisztecatl uso plumas de quetzal; en vez de bolas de grama, oro; en vez de espinas, jade, y el mejor incienso que había.

En cuanto a Nanahuatzin, sus ramas de abeto eran en realidad cañas verdes, tiernas y en manojos; sus bolas de grama eran de hoja seca de pino; sus espinas solo eran espinas de agave y su incienso o era sino el olor de sus llagas.

A la media noche, los dioses se reunieron junto a la hoguera, y colocaron a Tecuciztecatl y a Nanahuatzin con la cara hacia ella.

Los dioses ordenaron al primero:

  • ¡Arrójate al fuego!

El soberbio dios se apresto a lanzarse, pero al acercarse a las llamas, al fuego abrasador, su ánimo se debilito… y sintió miedo.

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