Maleficio Sexto Aaño
janyyss7 de Septiembre de 2012
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Ninguno de los últimos presidentes ha podido conjurarlo
El maleficio del sexto año
Elena Gallegos
La Jornada
Enero 03, 2000
http://www.jornada.unam.mx/2000/ene00/000103/maleficio.html
Fecha de consulta: 25/04/05
Fatalmente, una especie de maleficio se cierne sobre el sexto año de los últimos presidentes que ha tenido México. Todos anhelaron conjurarlo pero hasta ahora ninguno pudo escapar a él. La esperanza con que son bienvenidos los primeros de diciembre de transmisión de poderes se vuelve, sin remedio, repudio y desencanto en el ocaso de cada administración.
Amigos desde muy jóvenes, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo no consiguieron, en su momento, evitar la crisis sexenal de descrédito. Incluso y esa es otra de las reglas del viejo sistema su entrañable, dilatada relación se fue desvaneciendo a medida que López Portillo requirió distanciarse de su antecesor y sus políticas para ganarse la confianza de la gente. "Romper para estabilizar", escribió en su diario la tarde que le pidió a Echeverría saliera del país como embajador.
Dueño de un peculiar modo de hacer las cosas y cuando la cuenta regresiva marcaba el final de su tiempo en el poder, Echeverría logró llevar al hartazgo a amplios sectores de la sociedad que comenzaron a resentir los efectos de sus políticas de gasto. Miles de millones de pesos fueron a parar a proyectos productivos y de comercialización que terminaron en estrepitosos fracasos.
Por esas fechas -mediados de 1976-, la deuda externa del sector público que heredó del régimen anterior y que era del orden de los 6 mil 91 millones de dólares había crecido más de 100 por ciento hasta alcanzar la cifra de 14 mil 600 millones de dólares.
Cansados de sus ostentosas giras por el exterior, sus largas peroratas y las contradicciones entre el México que ofreció construir en 1970 y el que se perfilaba en 1976 al término de su mandato, muchos mexicanos empezaron a hacerse eco de las versiones que se propalaban con inusitada fuerza, en el sentido de que el sexenio terminaría en el caos. 1
La inquietud se agudizaba por la pérdida de confianza en el hombre que habitaba Los Pinos y, además, se alentaba desde algunas esferas de poder económico en las que se consideraba que las medidas populistas del presidente afectaban sus intereses. De hecho, los organismos cúpula de los sectores industrial, financiero y comercial, integraron en ese periodo el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) como una manera de hacer frente, en bloque, a lo que llamaban "las embestidas de los izquierdistas del gabinete". Entre sus primeras declaraciones públicas estuvo la notoria censura a la política echeverrista.
Los integrantes del CCE exigieron que la intervención del Estado en la economía se acotara y urgieron a que se garantizara la libre empresa. Por si fuera poco, insistieron en que el sucesor de Echeverría debía ser un nacionalista y no un simpatizante de las ideas imperantes en el Chile de Allende, Cuba, Rusia o China.
Las presiones inflacionarias eran evidentes -al final del sexenio la inflación acumulada era ya de 125 por ciento- y empezaba a convertirse en noticia la salida de capitales. Lejos de apaciguar los ánimos, las acusaciones que Echeverría lanzaba a los "emisarios del pasado" y a los impulsores de las estrategia conocida como "desarrollo estabilizador" responsabilizándolos de la situación, abonaban la incertidumbre y el miedo.
Tanto, que hubo quienes creyeron a pie juntillas, sin que jamás se detectara de dónde habían provenido dichos rumores, que en los cuarteles se estaba cocinando un golpe de Estado y que los tanques saldrían a las calles el 20 de noviembre, diez días antes de que tomara posesión José López Portillo.
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