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Mujeres De Bolivar


Enviado por   •  26 de Mayo de 2013  •  1.597 Palabras (7 Páginas)  •  262 Visitas

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La breve existencia de Bolívar se repartió entre el aroma de mujeres hermosas y el olor a pólvora de las Guerras de Independencia, entre aristócratas europeas habituadas a colchones de plumas y campesinas humildes como Juana Pastrono Salcedo, que le abrió su corazón recién florido en un lecho de hojarasca.

Uno de sus muchos amores lo salvó de la muerte en Jamaica; otro le facilitó en Bogotá la huida de esa misma muerte a traición que nunca dejó de perseguirlo.

Una noche, en Kingston, mientras colmaba de besos el cuerpo moreno y meloso de Julia Corbier, el puñal de un traidor penetró en el cuerpo de Félix Amestoy, un hombre que dormía en la hamaca de una pensión en la que debería estar durmiendo Bolívar.

En otra noche, "toda llena de murmullos" y de música siniestra, la valerosa quiteña Manuelita Sáenz, después de sentir que Bolívar caía rendido de placer sobre su pecho, se levantó bruscamente de la cama, atrancó desnuda la puerta de entrada de la habitación para que no penetraran los conjurados y abrió la ventana para que el caribeño saltara del balcón a la helada calle santafereña.

De pequeña estatura y esmirriado, la capacidad persuasiva de este seductor de numeroso lecho habría que buscarla en el fulgor de sus ojos, en la refinada elegancia de su verbo y en la fuerza irresistible de su carácter.

Si el general Petión, fundador de la República de Haití en 1807, les impuso a Francisco de Miranda y a Manuel Piar el liderazgo de Bolívar para reconquistar a Caracas; y si, gracias al enorme poder de su argumentación, Bolívar salió de su encuentro con San Martín en Guayaquil convertido en jefe de todos los ejércitos que pugnaban por la independencia de los pueblos latinoamericanos, ¿cómo podríamos imaginar a una dama resistiendo el vehemente asedio del enamoradizo caraqueño? ¿Cómo negarle los favores a ese caballero que, como todos los que alcanzan la gloria a través de las armas, había despertado en ellas una especie de histeria colectiva?

En Veracruz, México, mucho antes de que lo apasionara la guerra, María Ignacia la 'Güera' Rodríguez, descendiente del virrey Azanza, fue para él un amorío fácil; se le entregó sin vacilaciones durante tres semanas sin dejarle una huellas en el alma, ansiosa y ciega como estaba ésta por llegar a España, en donde, sin saberlo Bolívar, sin que nadie en el mundo pudiera saberlo, lo estaba esperando María Teresa Rodríguez del Toro y Alaysa, la mujer que, con su muerte, había de torcerle el cuello a su destino de terrateniente feliz.

De Caracas a París

Bolívar compartió con María Teresa, emparentada con los marqueses del Toro y de Inicio, y con el conde de Rebolledo, un amor contrariado por el padre de ella, que no quería para su hija un marido de 17 años. El joven aristócrata venezolano tuvo que esperar durante dos años, hasta 1802, para contraer matrimonio con esa dama de la nobleza que había de morir de fiebre amarilla en Caracas, antes de cumplir un año de casada.

De no haber muerto María Teresa, otro habría sido el destino de Bolívar, a quien ahora no podemos imaginar contando las vacas paridas que apastaban en las haciendas heredadas de su padre.

Después de jurar que no volvería a casarse, Bolívar regresa a Europa agobiado por una pesada tristeza de viudo, que se aligera un tanto cuando en París comienza a gozar de los encantos de una pariente lejana, por parte de los Aristiguieta, Fanny du Villars, a quien llama "el elixir de mi vida", casada sin amor con Dervieux Villar, en cuya casa se reúnen miembros de la nobleza en descenso y notables de la burguesía, la nueva clase en ascenso que había liderado la Revolución Francesa.

Fue en la casa de Fanny en donde Alexander Von Humboldt lo hizo sonrojar al decirle: " Su país está maduro para la independencia, pero yo francamente no veo quien podría encargarse de dirigir esa empresa". Por fortuna, el enrojecimiento se deshizo en Bolívar cuando, en seguida, Bonpland, que acompañaba a Humboldt en los viajes, agregó: "Las mismas revoluciones producen grandes hombres dignos de realizarlas"

En el amor como en la guerra

Como uno de esos personajes de romántica pasión creados por el novelista y dramaturgo Alejandro Manzoni, Bolívar corteja con éxito en Milán a la bella Marina, amiga íntima del escritor modelo del romanticismo italiano, que no puede evitar que el intruso caribeño disfrute de los encantos de la milanesa. De Marina dijo Bolívar: "Esa mujer ha decidido mi suerte", expresión que no dista de la que le diría muchos años después Arturo Cova a Alicia: "Toma mi suerte, pero dame tu amor"

Las batallas de amor de Bolívar no solo se libraron sobre hojarascas y colchones de plumas sino

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