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Nicaragua


Enviado por   •  17 de Febrero de 2014  •  706 Palabras (3 Páginas)  •  230 Visitas

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Querida Nicaragua: En muchas ocasiones he tocado este tema corriendo el riesgo de que me critiquen ciertas organizaciones internacionales que suelen darle al tercer mundo las recetas de países desarrollados y ricos. Traen las recetas como si fuera el “Know How” de un McDonald, creyendo que las recetas de allá serán buenas aquí.

Una de las grandes preocupaciones de ellos es el trabajo infantil, la explotación de los niños. La OIT, vinculada a las Naciones Unidas acaba de publicar un informe sobre los “horrores” del trabajo infantil. Dice que uno de cada seis niños entre los 6 y 17 años trabaja.

Aquí en Nicaragua el trabajo infantil ha sido rutinario y ha dado excelentes resultados porque evita que los niños se conviertan en parias, en forajidos y en pandilleros. Y el caso de Nicaragua es el mismo de la mayoría de nuestros países.

Hace unos años apareció en LA PRENSA un artículo firmado por el señor John Blundell, director general del Instituto de Asuntos Económicos de Londres. Al fin alguien, una figura de relieve, habla sobre este tema en términos reales. Blundell afirma: “Viviendo en una nación rica es fácil criticar el trabajo infantil, pero si usted vive en una nación muy pobre, entonces su único activo es su propia capacidad de trabajar y la de sus hijos. El trabajo infantil fue siempre parte integral de las economías rurales. No es una invención moderna de la globalización. En la agricultura siempre se utilizó el trabajo de niños. En la medida en que las economías de Asia y América Latina se aceleran se reduce el número de niños que trabajan porque los padres al obtener mejores salarios prefieren darles a sus hijos una buena educación”.

Por mi parte siempre he sostenido que el trabajo infantil es honroso. ¿Qué prefiere usted. Un niño de la calle que se ocupa en vender chicles y caramelos y se gana en el día su propio sustento, y va al turno de la mañana a la escuela, o un niño de la calle vagando, buscando malas compañías, pensando y haciendo maldades en el vecindario? Es tan simple como eso.

Yo recuerdo que a los ocho años de edad, en mi pueblo natal, cuando salía de la escuela, me dedicaba a escoger café en los corredores de la casona de un señor cafetalero y me ganaba quince centavos para ir a ver una película de vaqueros sin pedirle dinero a mis padres. Recuerdo haber tenido tiempos muy duros siendo estudiante de secundaria y haber vendido en las calles zapatos, tónicos para el hígado, ropa y cualquier otra mercancía. Siendo adolescente le ayudaba a trabajar a mi padre. ¿Y qué daño me hizo el haber trabajado desde niño? Todo lo contrario. El trabajo me dignificó. Trabajaba y estudiaba. Me enseñó a no pedirle nada a nadie, a ganarme el pan

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