Ojo Cuando Se Jodio Colombia
anmarias18 de Octubre de 2012
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"En mi época, la gente hacía fila para subirse al bus". "Las mujeres iban primero y las embarazadas no hacían fila". "La gente se paraba de su asiento para cederle el puesto a un anciano o a una mujer que lo necesitar, o a un niño". "Cuando los juegos panamericanos, Cali era conocida como la ciudad cívica".
Bueno, pudo ser. Pero hoy no es. Para mí son y han sido siempre, historias de abuelos; historias de papás. Yo no lo viví. Yo no lo vi. Pero ¿qué vi?
Bombas; traquetos; mujeres operadas exhibiéndose; pandillas ("parches") de jóvenes haciendo daños y matándose entre barrios; lavaperros; corrupción; unos valores diferentes a los inculcados en mi casa y colegio; facilismo; dinero mal habido; enriquecimiento ilícito; personas trabajando duro y viviendo mal; desplazados; mendigos; ladrones; pobreza;violencia.Si, claro, también vi amistad; rumba; hospitalidad; deporte; buenos sentimientos; empuje; comercio; empresa; gente buena; gente ingenua; competitividad; superación; crecimiento; en algunos casos prosperidad; deseos; construcción.
Pero lo que me pasaba es que mayoritariamente veía más lo primero que lo segundo. Además porque me parecía que lo segundo tenía que ser, y lo otro estorbaba, entonces era más notorio. Es decir, no tenía que felicitar a nadie por ser buena gente. Yo de entrada, esperaba que lo fuera. Yo de entrada lo era.Hoy con todas estas historias, que para mí son leyendas, yo podría contar las que realmente vivo:
El pasado 1 de septiembre, bueno 2 de septiembre porque fue a las 12 de la noche, los vidrios de mi casa temblaron cuando estaba viendo una serie de televisión. Le abrí los ojos a mi hermano y entre afirmación y duda dije: "Una bomba". Él asintió. Listo, seguimos viendo. Teniendo familiares en la ciudad, que podrían haber muerto, la insensibilidad fue total. Un sólo pensamiento de "qué pesar, hemos vuelto a los noventas" cruzó por mi mente, y sigamos para adelante. No sonaba como un transformador (que a cada rato sacan la mano) ni como una tormenta (ni llovía). Era una bomba. El palacio de justicia. La insignia regional de la justicia (o de la injusticia, como se quiera ver) había sido atacado por un carro bomba. Murieron cinco personas, pero una de ellas fue dada de baja en un tiroteo. Y ya. No pasa nada. Salvo que los oportunistas aprovechan para saquear los locales de los comerciantes que le compraron la idea al alcalde de turno de dejar su ambulatoriedad y organizarse en frente de palacio. Cinco muertos, y veintiseis heridos y la gente saqueando los locales.
Claro, que la gente no tiene que comer, que tiene que aprovechar, que qué pesar. No, no, no, no. Las cosas no son así. La sociedad no está compuesta moralmente hablando. Está descompuesta. Y hace rato que se viene pudriendo. A mí cada día me huele peor. Me duele y me da tristeza.
Ese día, a pocos tres segundos de darse a conocer, el gobierno sale y atribuye el hecho a las FARC* sin prueba alguna ("hay indicios" dice el ministro de defensa), y la gente alimenta más el odio mutuo que se tiene entre compatriotas. Tres o cuatro días después una senadora mediática, que hace contraste con el presidente mediático que tenemos (y yo con mis problemas con la media) , sale ante los medios y dice, entre varias otras cosas, que el gobierno acusa por todo lo que pasa en el país, a las FARC*, y que invita a los estudiantes a la subversión; dándole más odio al pueblo.
Y en medio de todo, yo me pregunto: ¿Quién construye? ¿Quién construye leyendas, como las que me contaban mis papás y profesores? Miro los rostros de quienes me escuchan, enriquecidos con plata mal habida y diciéndome, "relajate ve", y lloro internamente. Claro, me acordé cuando mi primo se fue en el carro a nadar al río Cali y la gente que
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