ROMEO Y JULIETA LIBRO COMPLETO
MILENA08256 de Mayo de 2013
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William Shakespeare
ROMEO Y JULIETA
Romeo y Julieta
DRAMATIS PERSONAE
El CORO
ROMEO
MONTESCO, su padre
SEÑORA MONTESCO
BENVOLIO, sobrino de Montesco
ABRAHAN, criado de Montesco
BALTASAR, criado de Romeo
JULIETA
CAPULETO, Su padre
SEÑORA CAPULETO
TEBALDO, su sobrino
PARIENTE DE CAPULETO
El AMA de Julieta
PEDRO criado de Capuleto
SANSÓN criado de Capuleto
GREGORIO criado de Capuleto
Della Scala, PRINCIPE de Verona
MERCUCIO pariente del Príncipe
El Conde PARIS pariente del Príncipe
PAJE de Paris
FRAY LORENZO
FRAY JUAN
Un BOTICARIO
Criados, músicos, guardias, ciudadanos, máscaras, etc.
LA TRAGEDIA DE ROMEO Y JULIETA
PRÓLOGO [Entra] el CORO ..
CORO
En Verona, escena de la acción,
dos familias de rango y calidad
renuevan viejos odios con pasión
y manchan con su sangre la ciudad.
De la entraña fatal de estos rivales
nacieron dos amantes malhadados,
cuyas desgracias y funestos males
enterrarán conflictos heredados.
El curso de un amor de muerte herido
y una ira paterna tan extrema
que hasta el fin de sus hijos no ha cedido
será en estas dos horas . nuestro tema.
Si escucháis la obra con paciencia,
nuestro afán salvará toda carencia.
[Sale.]
I.i Entran SANSÓN y GREGORIO, de la casa de los
Capuletos, armados con espada y escudo.
SANSÓN
Gregorio, te juro que no vamos a tragar saliva.
GREGORIO
No, que tan tragones no somos.
SANSÓN
Digo que si no los tragamos, se les corta el cuello.
GREGORIO
Sí, pero no acabemos con la soga al cuello.
SANSÓN
Si me provocan, yo pego rápido.
GREGORIO
Sí, pero a pegar no te provocan tan rápido.
SANSÓN
A mí me provocan los perros de los Montescos.
GREGORIO
Provocar es mover y ser valiente, plantarse, así que si te provocan, tú sales corriendo.
SANSÓN
Los perros de los Montescos me mueven a plantar¬me. Con un hombre o mujer de los Montescos me agarro a las paredes.
GREGORIO
Entonces es que te pueden, porque al débil lo em¬pujan contra la pared.
SANSÓN
Cierto, y por eso a las mujeres, seres débiles, las empujan contra la pared. Así que yo echaré de la pared a los hombres de Montesco y empujaré contra ella a las mujeres.
GREGORIO
Pero la disputa es entre nuestros amos y nosotros, sus criados.
SANSÓN
Es igual; me portaré como un déspota. Cuando haya peleado con los hombres, seré cortés con las donce¬llas: las desvergaré.
GREGORIO
¿Desvergar doncellas?
SANSÓN
Sí, desvergar o desvirgar. Tómalo por donde quieras.
GREGORIO
Por dónde lo sabrán las que lo prueben.
SANSÓN
Pues me van a probar mientras este no se encoja, y ya se sabe que soy más carne que pescado.
GREGORIO
Menos mal, que, si no, serías un merluzo. Saca el hierro, que vienen de la casa de Montesco.
Entran otros dos criados [uno llamado
ABRAHAM .
SANSÓN
Aquí está mi arma. Tú pelea; yo te guardo las es¬paldas.
GREGORIO
¿Para volver las tuyas y huir?
SANSÓN
Descuida, que no.
GREGORIO
No, contigo no me descuido.
SANSÓN
Tengamos la ley de nuestra parte: que empiecen ellos.
GREGORIO
Me pondré ceñudo cuando pase por su lado, y que se lo tomen como quieran.
SANSÓN
Si se atreven. Yo les haré burla ., a ver si se dejan insultar.
ABRAHÁN
¿Nos hacéis burla, señor?
SANSóN
Hago burla.
ABRAHÁN
¿Nos hacéis burla a nosotros, señor?
SANSÓN [aparte a GREGORIO]
¿Tenemos la ley de nuestra parte si digo que sí?
GREGORIO [aparte a SANSÓN]
No.
SANSÓN
No, señor, no os hago burla. Pero hago burla, señor.
GREGORIO
¿Buscáis pelea?
ABRAHÁN
¿Pelea? No, señor.
SANSÓN
Mas si la buscáis, aquí estoy yo: criado de tan buen amo como el vuestro.
ABRAHÁN
Mas no mejor.
SANSÓN
Pues...
Entra BENVOLIO.
GREGORIO [aparte a SANSóN]
Di que mejor: ahí viene un pariente del amo ..
SANSÓN
Sí, señor: mejor.
ABRAHÁN
¡Mentira!
SANSÓN
Desenvainad si sois hombres. Gregorio, recuerda tu mandoble.
Pelean.
BENVOLIO [desenvaina]
¡Alto, bobos! Envainad; no sabéis lo que hacéis.
Entra TEBALDO.
TEBALDO
¿Conque desenvainas contra míseros esclavos?
Vuélvete, Benvolio, y afronta tu muerte.
BENVOLIO
Estoy poniendo paz. Envaina tu espada
o ven con ella a intenta detenerlos.
TEBALDO
¿Y armado hablas de paz? Odio esa palabra
como odio el infierno, a ti y a los Montescos.
¡Vamos, cobarde!
[Luchan.]
Entran tres o cuatro CIUDADANOS con palos.
CIUDADANOS
¡Palos, picas, partesanas! ¡Pegadles! ¡Tumbadlos!
¡Abajo con los Capuletos! ¡Abajo con los Montescos!
Entran CAPULETO, en bata ., y su espo¬sa
[la SEÑORA CAPULETO].
CAPULETO
¿Qué ruido es ese? ¡Dadme mi espada de guerra!
SEÑORA CAPULETO
¡Dadle una muleta! ¿Por qué pides la espada?
Entran MONTESCO y su esposa
[la SEÑO¬RA MONTESCO].
CAPULETO
¡Quiero mi espada! ¡Ahí está Montesco, blandiendo su arma en desafío!
MONTESCO
¡Infame Capuleto! ¡Suéltame, vamos!
SEÑORA MONTESCO
Contra tu enemigo no darás un paso.
Entra el PRINCIPE DELLA SCALA, con su séquito.
PRÍNCIPE
¡Súbditos rebeldes, enemigos de la paz,
que profanáis el acero con sangre ciudadana! –
¡No escuchan! ¡Vosotros, hombres, bestias,
que apagáis el ardor de vuestra cólera
con chorros de púrpura que os salen de las venas!
¡Bajo pena de tormento, arrojad de las manos
sangrientas esas mal templadas armas
y oíd la decisión de vuestro Príncipe!
Tres refriegas, que, por una palabra de nada,
vos causasteis, Capuleto, y vos, Montesco,
tres veces perturbaron la quietud de nuestras calles
e hicieron que los viejos de Verona
prescindiesen de su grave indumentaria
y con viejas manos empuñasen viejas armas,
corroídas en la paz, por apartaros
del odio que os corroe. Si causáis
otro disturbio, vuestra vida será el precio.
Por esta vez, que todos se dispersen.
Vos, Capuleto, habréis de acompañarme.
Montesco, venid esta tarde a Villa Franca .,
mi Palacio de Justicia, a conocer
mis restantes decisiones sobre el caso.
¡Una vez más, bajo pena de muerte, dispersaos!
Salen [todos, menos MONTESCO, la
SE„ORA MONTESCO y BENVOLIO].
MONTESCO
¿Quién ha renovado el viejo pleito?
Dime, sobrino, ¿estabas aquí cuando empezó?
BENVOLIO
Cuando llegué, los criados de vuestro adversario
estaban enzarzados con los vuestros.
Desenvainé por separarlos. En esto apareció
el fogoso Tebaldo, espada en mano,
y la blandía alrededor de la cabeza,
cubriéndome de insultos y cortando el aire,
que, indemne, le silbaba en menosprecio.
Mientras cruzábamos tajos y estocadas,
llegaron más, y lucharon de uno y otro lado
hasta que el Príncipe vino y pudo separarlos.
SEÑORA MONTESCO
¿Y Romeo? ¿Le has visto hoy? Me alegra
el ver que no ha estado en esta pelea.
BENVOLIO
Señora, una hora antes de que el astro rey
asomase por las áureas ventanas del oriente,
la inquietud me empujó a pasear.
Entonces, bajo unos sicamores
que crecen al oeste de Verona,
caminando tan temprano vi a vuestro hijo.
Fui hacia él, que, advirtiendo mi presencia,
se escondió en el boscaje.
Medí sus sentimientos por los míos,
que ansiaban un espacio retirado
(mi propio ser entristecido me sobraba),
seguí mi humor al no seguir el suyo .
y gustoso evité a quien por gusto me evitaba.
MONTESCO
Le han visto allí muchas mañanas, aumentando
con su llanto el rocío de la mañana,
añadiendo a las nubes sus nubes de suspiros.
Mas, en cuanto el sol, que todo alegra,
comienza a descorrer por el remoto oriente
las oscuras cortinas del lecho de Aurora,
mi melancólico hijo huye de la luz
y se encierra solitario en su aposento,
cerrando las ventanas, expulsando toda luz
y creándose una
...