Recopilación de material para trabajar el Día de la Memoria con niños y niñas: Reflexión sobre la historia
Cintia198216 de Julio de 2014
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Vení que te cuento
Recopilación de material para trabajar el
Día de la Memoria
con los niños y las niñas
Por María Adela Mondelli
www.VivirMejorOnline.com.ar
A los padres, madres, abuelos y abuelas, tíos y tías, a aquellos adultos
que crean que tienen que algo que decir respecto de nuestra historia, a un
niño o una niña :
Si el mundo se dividiera entre “buenos” que hacen bien, y “malos” que hacen
mal, cuánto mas fácil sería transmitir la historia a nuestros niños y niñas. De un
lado ogros terribles, del otro super-héroes justos, y todo en orden. Pero el
mundo es más complejo que eso.
En este espacio he recopilado material para preguntarse, conversar, discutir,
intercambiar. Cada familia tiene una visión sobre el tema, y así irá
transmitiéndola a sus hijos e hijas. El objetivo de este es sólo ser un disparador
donde poder preguntarnos sobre :
¿Para qué sirve recordar?
¿Qué son los derechos humanos?.
¿Qué es la libertad?
Cuentos, canciones, imágenes para preguntarnos.
Se trata de un material que los adultos deben administrar, utilizar como
disparador según la edad del niño. Unos sólo podrán escuchar cantar las
canciones y conversar de lo que dicen. Otros podrán también hablar de los
dijitos, o de algunos. Otros podrán utilizar parte o todos los textos. Cada uno
armará su propio recorrido para reconstruir y transmitir la memoria.
Cordialmente,
María Adela Mondelli
Psicóloga Social – Psicoanalista
www.VivirMejorOnine.com.ar
Indice
El golpe y los chicos en pag. 4
Un elefante ocupa mucho espacio en pag. 18
Para ver, pensar y conversar en pag.22
Cantando se aprende en pag. 33
”El Golpe y los chicos“ (*)
De Graciela Montes
El golpe
Algunas personas piensan que de las cosas malas y
tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que
recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no
van a volver a suceder precisamente por eso, porque nos
acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de
nuestra memoria.
Es el caso de la historia que vamos a contar aquí, algo
que pasó en nuestro país hace ya veinticinco años, cuando
todos éramos más jóvenes y muchos de los que están
leyendo estas páginas ni siquiera habían nacido.
No es una historia fácil de contar justamente por eso,
porque nosotros mismos fuimos protagonistas, porque lo
que pasó nos pasó a nosotros y no a otras personas, porque
son cosas que vimos con nuestros ojos, que vivimos en
nuestro cuerpo.
El 24 de marzo de 1976 hubo un golpe de Estado.
(*) Fragmentos del libro “El golpe y los chicos”
De Graciela Montes
Editorial: Gramón-Colihue
Un golpe de Estado es eso: una trompada a la
democracia. Un grupo de personas, que tienen el poder de
las armas, ocupan por la fuerza el gobierno de un país.
Toman presos a todos: al Presidente, a los diputados, a los
senadores, a los gobernadores, a los representantes que el
pueblo había elegido con su voto, y ocupan su lugar. Se
convierten en dictadores. A los amigos los nombran
intendentes, jueces, ministros, secretarios... así todo queda
en familia. Se sienten poderosos y gobiernan sin rendirle
cuenta a nadie.
Aunque, por supuesto, como no les gusta que los
vean como a ogros, siempre explican por qué dieron el
golpe. Por lo general dicen que es para "poner orden" en
un "país desordenado". Sólo que ponen las cosas donde a
ellos les conviene. Como no creen en la democracia,
tampoco creen en la opinión de las personas. Son tan
soberbios que consideran que los únicos que saben lo que
le hace falta al país son ellos y nadie más que ellos. Pero
como en realidad no saben, y tampoco tienen costumbre
de pensar ni de reflexionar demasiado, terminan haciendo
estropicios y siempre pero siempre dejan al país un poco o
mucho peor de cómo estaba.
En esos casos, las Fuerzas Armadas, que recibieron
las armas para defender a los ciudadanos en caso de
ataques extranjeros, las usan para golpear la democracia.
Y ciertos grupos de civiles -los que no tienen ningún
interés en los gobiernos democráticos- los incitan, los
apoyan y los aplauden.
En la Argentina hubo varios golpes de Estado antes
del que vamos a contar aquí. (...) No fueron todos iguales,
ni se produjeron en iguales circunstancias, pero todos
desconocieron la Constitución, todos fueron un mazazo a
la democracia. Y los argentinos, atontados con tanto
golpe, terminamos pensando que era más o menos normal
que cada tanto llegaran unos tipos con tanques y
ametralladoras y se instalaran en la Casa Rosada.
Pero ninguno de esos golpes puede compararse con el
que recordamos hoy, (...) Lo de 1976 y lo que sucedió
después fue lo peor que nos haya pasado jamás en toda
nuestra historia. (...)
Esta vez las Fuerzas Armadas en su conjunto se
habían puesto de acuerdo para cortar de un hachazo el
sistema constitucional. El "Órgano Supremo" que se hizo
cargo del gobierno -a los golpistas les encantan las
palabras altisonantes- era una Junta: estaba integrada por
un general -Jorge Rafael Videla-, un almirante -Eduardo
Emilio Massera y un brigadier -Orlando Ramón Agosti-.
Los tres de perfecto acuerdo, los tres detrás de un único
objetivo -o al menos era eso lo que decían en los
discursos-: derrotar a la subversión, aniquilar la guerrilla.
A río revuelto
Ese asunto de la subversión fue lo que usaron siempre
para justificar lo que siguió, todos los horrores a los que
vamos a tener que referirnos. Era un buen argumento en
esa época porque el último año y medio había sido caótico
y violento y la gente andaba bastante desorientada. Los
precios habían estado subiendo día a día. Los diarios traían
todos los días noticias de enfrentamientos feroces entre
distintos grupos, de huelgas, de asesinatos. Isabel Perón -
vicepresidente y heredera de la presidencia después de la
muerte de su esposo, Juan Domingo Perón- no conseguía
tomar las riendas de ese país tan convulsionado, y, más
que gobierno, los argentinos sentían que había un
desgobierno. Eran días en los que todo parecía estar fuera
de control. Eso hizo que una gran parte de la población,
los que confían siempre en que las "manos duras" arreglen
las cosas, le diera la bienvenida al golpe. Fueron muy
pocos los que levantaron la voz de protesta. (...)
Tolerar al que piensa diferente, al que tiene otro
modo de vivir o de ver las cosas, siempre es
difícil. (...) Pero las sociedades son grupos muy
complejos, donde conviven muchas ideas, muchas
costumbres y muchas tendencias. Algunos argentinos
esperan ciertas cosas de la vida, y otros, otras. Algunos
creen que las cosas se arreglarían de este modo, y otros, de
este otro. Lo que a algunos beneficia a otros, a veces, los
perjudica. Vivir en democracia significa vivir con el otro -
a veces con el adversario, con el que está parado en otro
lado y tolerarlo. Pelear, discutir, enfrentarse, pero
tolerarlo.
Claro que, para discutir y tolerar, es necesaria cierta
calma, determinado estado de ánimo, y ésas eran épocas
muy agitadas, donde pocos parecían dispuestos a detenerse
a pensar o a negociar soluciones. Todas las peleas eran
peleas a muerte.
La guerrilla (...) Eran grupos armados clandestinos
-secretos- que aspiraban a tomar el poder. Estaban
integrados por hombres y mujeres jóvenes por lo general -
a veces adolescentes- (...) que se sentían indignados por
las injusticias de la sociedad y creían en la posibilidad de
dar vuelta las cosas.
No eran los únicos. Por esos años había un gran
deseo de cambio en todo el mundo. (...) Muchos hombres
y mujeres habían tomado conciencia de vivir en un mundo
injusto y lo cuestionaban todo: la distribución de la
riqueza, el que hubiera ricos muy ricos y pobres muy
pobres, el hecho de que algunos países dominaran a otros
y los manejaran a su antojo, y, en general, el autoritarismo
de los que manejaban el poder, lo que se llamaba el
sistema, el modo en que estaban ordenadas -por la fuerzatodas
las cosas. Había grupos, grandes grupos, que
opinaban que había llegado el momento de cambiar. Y
que trabajaban para que ese cambio por fin se produjera.
Pero el sistema, por supuesto, resistía. Y algunos se
convencieron de que el único modo de cambiar las cosas
que funcionaban mal era mediante la fuerza; se hicieron
guerrilleros, empuñaron armas. Los guerrilleros ansiaban
la revolución y no creían en los políticos. Decían que sólo
con la "violencia de abajo" se podía derrotar la violencia
de arriba", la del sistema. (...)
...