Rerum Novarun

¿Por qué discriminamos?

Podría argumentarse, un tanto superficial, porque es "natural"; nuestra ambigua naturaleza humana en su división malo-bueno con la primera parte discrimina y con la segunda es solidaria.

Si fuera así en todas las culturas habría discriminación, sin embargo, en muchas de ellas tanto actuales como pasadas es justamente la solidaridad el valor más reconocido y practicado; valgan como ejemplo significativo las culturas precolombinas donde se destaca el trabajo comunitario en beneficio de las viudas, huérfanos y desvalidos.

También podría discutirse que discriminamos por falta de información y puede ser cierto, pero hasta cierto punto, ya que en ocasiones esa información puede ser usada justamente como legitimación. Un prejuicioso, luego de un curso de psicología del prejuicio saldrá igual de prejuicioso y ahora con fundamento.

Consideremos, en cambio, que la discriminación es una construcción social, esto es representaciones y prácticas sociales entre sectores del poder y sectores subalternos, con sentidos de orden moral: normatividad social, disciplinamiento y estigmatización.

Desde los roles del poder, se construye la figura social del discriminado: el adicto, el homosexual, el pobre, la prostituta, la persona con sida, en fin todos aquellos que huelen mal para una sociedad que más que occidental y cristiana pareciera estar gobernada por un gobierno pagano conformado por Pluto, dios de la riqueza, Apolo, dios de la juventud y la belleza, y por Mercurio, dios de los ladrones (entre otros), de tal manera que los pobres, los viejos, los feos y los honestos están fuera del sistema.

Como lo que más teme el poder es la solidaridad; la estrategia es construir socialmente culturas que llevan a la gente a ser no-solidaria, esto es, discriminatoria.

Nos preguntamos en esta posmodernidad: ¿qué es lo bueno? y ¿qué es lo malo? Los valores no están claros, los límites son inciertos, entonces el triunfo del mal consiste en convencernos de su inexistencia, con un relativismo que llega a justificar, a naturalizar injusticias, diferencias irritantes y los más viles atropellos desde los sectores del poder.

Los torturadores son ahora ciudadanos indultados; el primer paso de la ética es no actuar de cualquier modo, ante la convicción de que no todo es igual. Todo tiene que ser conseguido ya perdiéndose la cultura del deseo, la cultura de la ilusión y sin ilusión no hay pasión, entonces la fosilización es inevitable.

La cultura del "video-clip" (otro claro ejemplo de esta cultura de la inmediatez) con la rapidez en la sucesión de las imágenes no da tiempo para pensar, para reflexionar en ninguna de ellas. El exceso de imágenes, el exceso de información atenta contra la sabiduría porque no da tiempo ni espacio para la creatividad. No es más sabio el que más sabe sino el que crea con lo que sabe.

Se condicionan así personas sin pasión, incapaces de comprometerse, de solidarizarse y de ser creativas. Así se practica paradójicamente el ejercicio social de la soledad en las salas de video juegos, las discotecas, los centros comerciales.

Las plazas están vacías de chicos, ¿por qué?, porque en ellas hay juegos y como tales necesitan ser compartidos, en cambio en las salas de "video juegos" hay juguetes que son individuales y privatizados con una ficha. Para el poder temeroso de la solidaridad, la mejor forma para que la gente no sea solidaria es que sea solitaria.

Hoy en cambio la consigna pareciera ser tener la mayor cantidad de cosas, en el menor tiempo posible y a cualquier costo. Si es a expensas de los demás, ¿a quién le importa?

Contextualizada así la discriminación sus efectos negativos ocurren no solamente a nivel social y económico, también impacta en la salud: la raíz, la verdadera causa del contagio del VIH/SIDA es la discriminación

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