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Revolucion en Venezuela


Enviado por   •  18 de Enero de 2016  •  Informes  •  4.770 Palabras (20 Páginas)  •  102 Visitas

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 La Revolución Bolivariana no nació de la nada, como algunas escuelas pretenden hacer ver a la gente, sino que fue forjada en el contexto de la lucha de clases habida durante toda la historia de Venezuela. Simón Bolívar trató por todos los medios de construir una nación liberal avanzada para la época, pero no pudo debido a la lucha de intereses contrapuestos en el seno de la oligarquía criolla. Ésta, enriquecida gracias al comercio y a la tenencia de grandes haciendas, no estuvo nunca interesada en llevar a cabo la revolución liberal. Tras décadas de guerras y lucha de clases los pequeños campesinos pobres y sus dirigentes, como Ezequiel Zamora, nunca pudieron hacer realidad los objetivos revolucionarios del momento, a saber: la reforma agraria. A dicha tarea pendiente, se fueron sumando otras como la industrialización del país, el problema de la cuestión nacional, y la democratización de las estructuras político-administrativas. 

Todas ellas nunca fueron llevadas a cabo, debido primordialmente a la posición que tuvo y tiene Venezuela en la división internacional del trabajo desde la Conquista de América. Dicha posición de colonia, y sus consecuencias, como por ejemplo, el papel dependiente y parasitario que ha tenido la burguesía venezolana, no cambió realmente con la independencia, es más, ha llegado hasta nuestros días. Por ello más allá de las formas sobreestructurales que pudiera adoptar el Gobierno bolivariano, que en todo caso obedecen a un contexto determinado, resulta reaccionario toda crítica destructiva al proceso y al Gobierno como tal, ya que el objetivo del mismo en un primer momento, ha sido precisamente completar las tareas democráticas-liberales que los diferentes Gobiernos anteriores nunca pudieron ni quisieron, salvo algunas excepciones, conseguir. 

2.1 Los antecedentes lejanos 
El proyecto de la Revolución Bolivariana como tal, nació según Alberto Garrido, reconocido liberal e investigador venezolano, el 18 de octubre de 1964, cuando el Comité Regional de la Montaña aprobó un informe sobre la situación político-militar del país. Dicho informe, llamado el Documento de la Montaña, fue elaborado por Douglas Bravo y Elías Manuit, quienes se encontraban al mando de la lucha guerrillera en la Sierra de Falcón. Dicha guerrilla se había formado para luchar por el poder político luego de que el Gobierno filoamericano de Rómulo Betancourt prescindiera en 1961 del Partido Comunista para la concertación de la estabilidad política de la recién creada democracia representativa. Esta medida se puede explicar por varios factores, entre ellos, la aceptación del liberalismo por toda la socialdemocracia mundial, el contexto de la guerra fría y la actualidad de la revolución socialista por la influencia de la Revolución cubana. Dichos factores interactuaron e hicieron que Acción Democrática con Rómulo Betancourt a la cabeza, se alineara con Richard Nixon y fomentara con ello el descontento en el seno de la izquierda y de los movimientos sociales, que optaron por la lucha guerrillera una vez ilegalizados el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, (escisión de Acción Democrática, de inspiración guevarista y cuyo fundador fue Domingo Alberto Rangel). 

Este Documento de la Montaña parece ser el primer testimonio escrito sobre el concepto de fusión entre los sectores civiles de la guerrilla y las Fuerzas Armadas venezolanas. El informe, señalaba que “una de las características de la sociedad venezolana es la no existencia de clases cerradas en lo económico, político e ideológico. Esta característica tiene su origen fundamental en el carácter libertador de nuestro Ejército independentista y en el carácter igualitario y popular de la Guerra Federal” 
(Bravo, 1978, citado en Garrido, 2003, p. 53). 

Dicho concepto de fusión, sin embargo, como nos explica el mismo Garrido, ya había sido propuesto por el Partido Comunista en 1957 por el mismo Douglas Bravo, Teodoro Petkoff y Eloy Torres, que reunidos en la casa del coronel Rafael Arráez Morles decidieron crear el Frente Militar de Carrera del Partido Comunista en las Fuerzas Armadas Nacionales, con el fin de captar militares para el proyecto revolucionario. Esta táctica venía determinada por el hecho de que las FAN estaban integradas en su mayoría por gente proveniente de la clase media y baja. 

La misma también fue implementada por el MIR, de tal manera que se unieron ambas fuerzas cívico-militares y protagonizaron los alzamientos de 1962 en Carúpano y Puerto Cabello, como respuesta a la marginación de la izquierda en los pactos de Gobierno de Punto Fijo. 

Los alzamientos, un poco aventureros, fracasaron y el Gobierno procedió a la ilegalización del Partido Comunista y del MIR, tras lo cual iniciaron la táctica de la guerrilla en el contexto influyente de la Revolución cubana. 
Fue en esos años centrales de los 60, como ejemplifica el Documento de la Montaña, cuando el grupo encabezado por Douglas Bravo realiza una revisión teórica en el seno del Partido Comunista, relegando la versión estalinista deformada del marxismo y tomando el ideario de Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y poco más tarde el de Simón Rodríguez como base ideológica de la guerrilla. 

Dicha revisión los llevó a la expulsión del Partido Comunista en 1966 y a la creación del Partido de la Revolución Venezolana como brazo político de la guerrilla. Al respecto Bravo afirmó: 

“Cuando a nosotros nos expulsan del Partido Comunista es porque estamos reivindicando los elementos teóricos de Simón Bolívar, de Simón Rodríguez, de Zamora y de otros pensadores nuestros, cuyos postulados chocaban con los de la ortodoxia del pensamiento soviético” (Garrido, 1999, pp. 34-35). 
A fines de los 60 y principios de los 70, en el contexto de la derrota militar guerrillera, Bravo decidió reimpulsar la táctica de la unión cívico-militar, para lo cual fueron relevantes dos hombres, el coronel Hugo Trejo y el profesor Nelson Sánchez que ingresó a las FAN para coordinar la conspiración. 

Por otro lado, el PC y el MIR tomaron los caminos de la vida parlamentaria tras la derrota del foquismo guerrillero, el cansancio y el desprestigio de la Unión Soviética tras las invasiones de Hungría y Checoslovaquia. El cambio de táctica, es decir, el paso del ultraizquierdismo al reformismo, muy típico de las organizaciones de inspiración estalinista, y de acuerdo a las tesis del eurocomunismo de los Carrillo y los Berlinger, llevó al cambio de estrategia, es decir, se abandonó la idea de la toma del poder para construir el socialismo y se limitó a la lucha por conseguir escaños en el parlamento con el objeto de hacer reformas dentro del sistema. Debido a esto se produjeron varias escisiones en el seno de la izquierda, a saber: del MIR nacieron Bandera Roja, de inspiración estalinista, fundada por Carlos Betancourt y Américo Silva; y Organización de Revolucionarios, poco más tarde Liga Socialista, de inspiración maoísta y fundadas por Jorge Rodríguez. Del PC salieron el Movimiento al Socialismo, de inspiración reformista o socialdemócrata, fundado por Teodoro Petkoff; y la Causa R, de inspiración sindicalista y fundada por Alfredo Maneiro. 

Siguiendo con la línea del tema, en 1976 se contactó con el oficial de aviación William Izarra, uno de los actuales ideólogos de la Revolución Bolivariana, que se quedó cautivado con los planteamientos de Bravo el cual ya había introducido temas como el indigenismo, el ecologismo, el revisionismo histórico y hasta la creación de una supuesta religión popular que incorporaba el “culto a Bolívar”, mostrando con ello un desmesurado ultranacionalismo. Así pues, la Revolución Bolivariana llegaría por una ruptura histórica y crearía una nueva civilización. Con ese objetivo Izarra creó primero Revolución 83 y luego ARMA (Alianza Revolucionaria de Militares Activos), que desapareció una vez fue expulsado de las FAN debido a una delación. 
En ese contexto aparece la figura de Hugo Chávez que al igual que ocurriera con Izarra, quedó cautivado con el proyecto de Bravo una vez contactado en 1980. Chávez, sin saber que Bravo era el motor de toda la organización revolucionaria que se estaba gestando en las FAN, creó durante los años anteriores dos movimientos, el Comité de Militares Bolivarianos, Patrióticos y Revolucionarios y un poco más tarde el Ejército Bolivariano. 

En 1983 Bravo hizo una reunión con todos los jefes militares conjurados de la Aviación, el Ejército y la Marina, junto al coronel Hugo Trejo consiguiéndose el objetivo trazado, consolidar una táctica cívico-militar para la toma del poder. 

Ese mismo año Chávez, por aquel entonces Capitán, crea el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, por ser ese año 1983 el bicentenario del nacimiento de Bolívar, cuyo programa y proyecto estaba basado en el árbol de las tres raíces, Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez. En lo fundamental dicho proyecto está definido por el antiimperialismo y la unión suramericana de Bolívar, la originalidad americana expresada en la frase inventamos o erramos de Rodríguez, y el federalismo y la reforma agraria de Zamora. En cuanto al antiimperialismo de Bolívar, tenemos que advertir que el concepto está limitado a su connotación política, más no económica, debido a que el imperialismo como tal sólo se hizo realidad a fines del siglo 
XIX. Ello muestra las limitaciones del concepto para la actualidad de la Revolución Bolivariana, tal como fue formulado por Bolívar, pues no cuestiona el modo de producción capitalista dominante, ya que éste por aquel entonces estaba naciendo y era revolucionario frente al sistema feudalista heredado del Imperio español. 

Poco después, en 1986 se produjo una nueva alianza, Francisco Arias Cárdenas aceptó conversar con Chávez en San Cristóbal, ciudad andina, llegando al acuerdo de alejarse de las tesis guerrilleristas para centrarse en la conspiración militar. Desde ese momento se fue debilitando la unión cívico-militar y la influencia de Bravo, a la vez que se consolidaba un auténtico alzamiento militar. Éste fue concretado el 4 de Febrero de 1992, luego de la tragedia del 27 de Febrero de 1989, el llamado Caracazo, verdadero detonante para el inicio de la cuenta atrás. Aquel día 4 de Febrero, antes de ser encarcelado, nace el mito de Chávez. En una alocución televisada, explicó que “Por Ahora”, había fracasado su proyecto revolucionario. Una vez salido de la cárcel en 1994 el pueblo, que vio representado en él las ansias del cambio, lo proyectará electoralmente para el triunfo de diciembre de 1998. 

2.2 Carlos Andrés Pérez y el Caracazo 
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”. 

Karl Marx 
Carlos Andrés Pérez subió por primera vez al poder en 1974, en el mejor contexto posible para el desarrollo económico del país, cuando los ingresos fiscales por concepto de petróleo habían aumentado de 11 271 a 36 814 millones de bolívares. Como se sabe dicha subida fue debido a la Guerra del Yom Kippur, cuando los países árabes de la OPEP decidieron subir los precios tras la derrota de Siria y Egipto en la Guerra contra Israel, guerra declarada con el objeto de recuperar los territorios ocupados en 1967, a saber: los Altos del Golán y la Península del Sinaí. Dicha guerra, provocó por tanto la crisis económica de 1973, una crisis de sobreproducción capitalista que la guerra hizo estallar y que benefició a los países productores de petróleo como Venezuela. 

Sin embargo, y a pesar de las promesas que el mito democrático y la Gran Venezuela supusieron, no fue capaz de satisfacer las aspiraciones de su pueblo, al contrario de lo que ocurriera con los grandes empresarios nacionales y extranjeros, todo ello en el marco de la nacionalización de la industria petrolera. ¿Cómo fue dicha nacionalización? 
En el prólogo de Maza Zavala al libro de Héctor Malavé titulado Los Extravíos del Poder nos comenta que: 
“Fue indudablemente una nacionalización concertada con los consorcios extranjeros afectados y con la activa participación de los factores internos y externos del poder. No sólo se reconoció una onerosa indemnización sino que también la exigencia de compensación por lucro cesante se encubrió bajo la forma de los leoninos contratos de comercialización externa y de asistencia tecnológica, verdaderos monumentos a la dependencia” (Citado en Aguilar, 1992, p. 69). 

Por otro lado y como nos explica Vladimir Aguilar, profesor del Centro de Estudios y Políticos de América Latina, Mérida, Venezuela 
“la propia reserva exclusiva al Estado de la industria y el comercio de los hidrocarburos se hizo relativa y contingencial al incorporar en el texto legal nacionalizador la modalidad de las empresas mixtas como una posibilidad operativa, según el famoso artículo 5. […] Así, la nacionalización no ha sido traumática ni conflictiva, sino exclusiva y de cierto modo complaciente para los círculos dominantes del país y del exterior” (ibidem). 
Así pues la nacionalización sirvió para redefinir los lazos de Venezuela con los centros de poder económico mundiales. La verdad fue que el petróleo no fue invertido para desarrollar una estructura económica productiva, sino que fue derrochado y destinado a la importación de todo tipo de artículos en un contexto ficticio de revalorización del bolívar, sustentado tanto por el precio del petróleo como, y sobre todo, valga la paradoja, por el aumento de la deuda externa, todo ello unido a la gran corrupción, la cual se convirtió, como dice Aguilar, en una forma estructural de acumulación de ganancias, siendo estos los ingredientes que sirvieron para hipotecar al país y para constituir el contexto estructural del 27 de Febrero. 

El Viernes Negro, fue el principio del fin, el 20 de Febrero de 1983, bajo el Gobierno copeyano de Herrera Campins, sobrevino la crisis cambiaria del bolívar y ocho días después fue establecido un nuevo régimen que estipulaba un tipo de cambio preferencial de 4,30 bolívares por dólar para la importación de bienes, un tipo de 6 bolívares por dólar para transacciones de menor talla y un tipo libre de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda para el resto. Ello suponía la devaluación de la economía venezolana como consecuencia de la dependencia total que había de los altos precios del petróleo y cuando estos bajaron, todo se vino encima. 

Dicha devaluación, en vez de impulsar las exportaciones, dado el desintegrado aparato productivo, fomentó el alza de los precios perjudicando y empobreciendo aún más a la mayoría de la población. 

Con estos problemas se encontró Carlos Andrés Pérez cuando subió por segunda vez al poder a finales de 1988. Para resolver los problemas propuso un cambio total en las políticas económicas, a saber: pasar de una sociedad basada en el consumo de la renta petrolera a una basada en el trabajo productivo, es decir, donde la acumulación de capitales provenga de la explotación de la fuerza de trabajo nacional. Echándole la culpa de todo a la ineficacia del Estado en su intervención en la economía, firmó la Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional implementando con ello las sagradas medidas neoliberales, conocidas como el “Paquete”, que estaban poniéndose de moda a nivel mundial. Estas medidas fueron las de socializar sacrificios, privatizar las riquezas, introducir un sistema de cambio único con el objeto de estimular las exportaciones, promover la subida de las tasas de interés para estimular el ahorro, la liberación de precios, y la eliminación de subsidios, el aumento de los precios de la gasolina y servicios públicos, la privatización de empresas estatales y servicios públicos. 
Dichas medidas coyunturales se sumaron a los problemas estructurales y provocaron el estallido social del 27 de Febrero de 1989, el Caracazo. Los hechos son bien conocidos por todos los venezolanos; las protestas se iniciaron en Guarenas (una ciudad cercana a Caracas), la mañana del 27 de Febrero de 1989. Rápidamente se extendieron a la capital y otras ciudades del país. Ya en la tarde había problemas en casi todos los barrios de Caracas, los comercios habían cerrado y el transporte público no prestaba servicio. Desbordado por los saqueos, el Gobierno declaró el estado de emergencia, militarizó la ciudad y aplastó las protestas con una violencia inusitada. Algunos utilizaron armas de fuego para defenderse o atacar a los militares, pero las muertes de policías y militares fueron incomparables con las muertes de civiles. Las cifras de muertos oscilan entre 1000 y 2000 civiles. La represión fue especialmente dura en los barrios pobres de la capital (los cerros). El poder legislativo suspendió las garantías constitucionales y durante varios días la ciudad vivió sumida en el caos, sufriendo bajo las restricciones, la escasez de alimentos, la militarización, los allanamientos, la persecución y el asesinato de personas inocentes. 

Venezuela era otra y que el 27 de Febrero había roto el culto al mito democrático. 

La cifra oficial de muertos fue apenas de 276, mientras que las de los organismos internacionales y nacionales, informaban de más de 1000 muertos que habían tenido que ser enterrados en fosas comunes porque las morgues estaban abarrotadas. 

Al final el Comité de Familiares de las Víctimas se encargó de desenterrar verdades dos años después, cuando el cuerpo de José del Carmen Pirela, de 16 años, fue identificado y entregado a sus familiares en el Cementerio la Peste, el lugar destinado para las fosas comunes. 

El 27 de Febrero había marcado el principio del fin debido a que la lección no fue aprendida por las clases gobernantes, repitiéndose el suceso el 4 de Febrero de 1992, pero en esta ocasión, en vez de romper con piedras y palos las vitrinas que exhibían al mito democrático por parte de la gente de los barrios en busca de comida, se utilizaron los fusiles y los cañones. Era el comienzo de una nueva opción política, el Movimiento Bolivariano 200, cuyo mayor dirigente esultaba ser el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, representante directo del descontento de las masas y de la desacreditación en que había caído la democracia representativa puntofijista. 

2.3 La Insurrección del 4 de Febrero y del 27 de Noviembre de 1992 
Durante todo el año 1991 se generalizaron las protestas por mejoras económicas y sociales en el marco de una total desacreditación de la democracia representativa, la cual había prometido desde su creación en 1959 bajo la socialdemocracia de Acción Democrática y Rómulo Betancourt, la resolución de los problemas históricos de la población venezolana, a saber, la pobreza y la participación política. La población nunca vio cumplida la primera promesa, y la segunda sólo en parte, sin embargo sí observó lo bien que vivían la gran burguesía y la clase política mediante el robo, la deuda y la corrupción política. 

El 27 de Febrero de 1989, como dijimos, estalló la rabia de un pueblo y el 4 de Febrero un sector progresista del Ejército aglutinado en torno al MBR 200, dirigido por Hugo Chávez y Arias Cárdenas, intentaron la toma del poder mediante un golpe de Estado. Ésta vez también fracasaron, al igual que ocurriera 30 años antes en Carúpano y Puerto Cabello, debido principalmente a que en Caracas la correlación de fuerzas a lo interno era desfavorable, y sobre todo al hecho de haber prescindido del vínculo civil, debilitado a partir del año 86 bajo el acuerdo conjunto de Chávez y Cárdenas que decidieron prescindir de Douglas Bravo, representante de la parte civil de la unión cívico-militar. A pesar de la forma con la cual se intentó tomar el poder y a pesar de prescindir casi por completo de la parte civil, los sectores populares se vieron representados en la personalidad de Chávez hasta un punto casi mesiánico. Más allá de los dogmatismos y sectarismos de la izquierda, parte de la cual no vio ni ve con buenos ojos al fenómeno Chávez, tenemos que decir, que es el producto de una realidad donde no existía ningún partido de izquierda revolucionaria que se hubiera ganado para el programa revolucionario a las masas; dicha ausencia del factor subjetivo explica el protagonismo de los militares. No podemos olvidar, que la izquierda durante estos últimos 40 años no fue capaz de ganarse a los trabajadores y sectores populares, debido en gran parte tanto al sectarismo ultraizquierdista de las guerrillas, como al reformismo en que cayó una vez derrotadas éstas. Desgraciadamente esa ha sido una dinámica de la izquierda mundial, en gran parte debido a la influencia que ejerció siempre el estalinismo y su versión china, el maoísmo, mediante los partidos comunistas, siempre virando a la ultraizquierda o al reformismo. Dicho vacío por tanto, como dijo una vez Trotsky refiriéndose a los países neocoloniales, tiene que ser llenado de alguna manera, pues las masas no pueden esperar eternamente a que se consolide un verdadero partido marxista que sepa interpretar correctamente la situación concreta a partir de la cual elaborar las tácticas adecuadas para la toma del poder. La ley del desarrollo desigual y combinado nos hace comprender el hecho de que en los países donde el capitalismo está subdesarrollado y las clases sociales parcialmente distorsionadas, es posible el acceso al poder de individuos que obedezcan a dicho contexto pudiendo además desarrollar un papel altamente progresista. Haiman el Troudi y Luis Bonilla nos comentan respecto a los acontecimientos del 4 de Febrero de 1992 lo siguiente: “Nace un símbolo de la otredad ciudadana, que reconfigura el imaginario rebelde del pueblo y se convierte en elemento clave para entender e interpretar los futuros acontecimientos en las dinámicas políticas, sociales, económicas, culturales y religiosas nacionales: Hugo Rafael Chávez Frías. Chávez es visto como uno de los nuestros, como un hijo de pueblo que estudia la carrera militar y se niega a convalidar todo aquello que fuera ilegítimo para el pueblo. Chávez es un antihéroe, un militar que es derrotado como lo ha sido la mayoría del pueblo. No es un político triunfador clásico. Es el antipolítico que dice y hace, todo aquello que ningún político de carrera seguramente diría ni haría, pero que el ciudadano común siente que sería su forma de actuar ante una situación similar” (Bonilla & El Troudi, 2004, p. 120). 
Chávez asumió la responsabilidad del alzamiento y utilizó a la televisión como arma mediática para llegar a la gente; con un discurso valiente y sin arrepentimientos se ganó al común de las masas y aquellas famosas palabras “Por Ahora” significaban que se postergaba la toma del poder para un mediano plazo. 

Una vez en la cárcel, el 27 de Noviembre del mismo año se produjo otro levantamiento militar originado en las Fuerzas Aéreas, cuyo máximo dirigente resultó ser el general Francisco Visconti, que comandaba el recién constituido Movimiento 5 de Julio. Este alzamiento según las mayorías de las fuentes consultadas difiere del anterior sobre todo desde el punto de vista político. Obedece más bien a un contexto de caos, corrupción y crisis institucional, descontento social, así como a la destrucción y deterioro de las FAN. No tuvo la relevancia del primero y además fue opacado por la figura de Hugo Chávez. 

2.4 La victoria electoral de Chávez 
En la cárcel, Chávez y Arias Cárdenas rompieron su alianza. Mientras Chávez se mantuvo en sus posiciones insurrectas, Arias optó por llegar al poder por los caminos de la democracia representativa. Chávez comenzó a realizar nuevas amistades, como por ejemplo con intelectuales de izquierda de la Universidad Central de Venezuela como Jorge Giordani, Francisco Mieres, Adina Bastidas, Luis Fuenmayor 
o Héctor Navarro, en calidad de asesores. Domingo Alberto Rangel se convirtió en su guía político, y los Miquilena, Rangel y Quijada se dedicaron a la asesoría pragmática. En ese espacio de tiempo fueron también relevantes los contactos con los carapintadas de Argentina, cuyo asesor Norberto Ceresole se convertiría poco después en uno de los principales influyentes de la primera etapa política de Chávez. 

En 1994, Chávez sale de la cárcel por un indulto del presidente Rafael Caldera. Ya en libertad se da cuenta que debido al apoyo que tiene en la ciudadanía pude ganar las elecciones, de tal manera que abandona su postura abstencionista influenciada en otrora por Domingo Alberto Rangel y accede en 1997 a las peticiones de Luis Miquilena y José Vicente Rangel para buscar el poder mediante la vía electoral. En ese momento aparece la fórmula de la revolución pacífica y democrática. Con ese objeto, el 19 de abril de 1997, el MBR-200 en una asamblea extraordinaria decidió crear como plataforma electoral al Movimiento Quinta República, MVR, cuyo programa llamado Agenda Alternativa Bolivariana giraba en torno a 8 lineamientos estratégicos, a saber: la redefinición del papel del Estado, el ejercicio de una política petrolera acertada, nacional-soberana, la definición y adecuación de la propiedad y gestión del aparato productivo, el rescate y la redefinición de la educación, cultura y tecnología, la revisión del pago de la deuda externa, el establecimientos de equilibrios macroeconómicos y macrosociales, y por último, la dinamización de la producción. En definitiva, lo que se plantea es la refundación de la República que no es otra cosa que la reestructuración del Estado con el objeto de profundizar la democracia burguesa y desarrollar un capitalismo nacional que sea transparente y cree suficiente empleo para todos. 

De cara a las elecciones del 6 de diciembre de 1998 el MVR llegó a unos acuerdos con los demás partidos de izquierda para crear una única plataforma electoral, el Polo Patriótico integrado por el MVR, PPT (Patria Para Todos, escisión de la Causa R), MEP ( Movimiento Electoral del Pueblo), y el PCV. Por la derecha irían Alfaro Ucero de AD, Irene Sáenz de COPEI, y Salas Römer de Proyecto Venezuela. 
Las elecciones son ganadas por Chávez y el Polo Patriótico con el 56% de los votos, el porcentaje más alto de la historia política de Venezuela. 

Inmediatamente después Chávez reitera su intención de iniciar una revolución democrática y pacífica a través de la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. En realidad más que una revolución, se trataba de una reforma profunda para limpiar los vicios en los que había caído la democracia burguesa, así como completar las tareas históricas no logradas hasta entonces, como eran la reforma agraria y la industrialización del país. 

Antes se convocó a un referéndum para que el pueblo decidiera si deseaba o no una nueva Constitución, ello sucedió el 25 de abril de 1999, y el resultado fue positivo. Dicho referéndum democrático contrastó con la elección de los candidatos a lo interno del Polo Patriótico para integrar la Asamblea Nacional Constituyente, pues los mismos fueron puestos a dedo a semejanza de las prácticas tradicionales. 

Las elecciones se realizaron el 25 de julio con unos resultados de 122 escaños a favor del Polo Patriótico, de un total de 128 escaños disponibles, lo que equivale a más del 90%. Chávez propuso a su maestro político Miquilena para la Presidencia de la ANC y así fue elegido. Este hombre moderado como el que más, junto a Norberto Ceresole, el asesor argentino, serían los que más influenciarán a Chávez en esta primera etapa. Miquilena lo traicionó el 11 de Abril del 2002, cuando se “disgustó” con Chávez por la promulgación de las Leyes Habilitantes, llevadas a cabo meses antes. 

Así pues la Constitución Bolivariana fue aprobada y promulgada en referéndum los días 15 y 30 respectivamente del mes de diciembre de 1999, en el contexto de la tragedia de Vargas, aquella tragedia por el desbordamiento por lluvias donde murieron más de 20 000 personas. 
Sus principios y estructura obedecen a una profunda reforma de la democracia burguesa, que por un lado no cuestiona las bases del sistema capitalista burgués, como los son la propiedad privada (artículo 115) y el libre comercio (artículo 299), pero por otro lado y mediante el Estado promueve la democracia participativa frente a la tradicional representativa, siendo todo ello enmarcado en la fuerte intervención del Estado en la economía (artículo 307). Es en este contexto básico donde se insertan nuevas políticas económicas encaminadas a fortalecer al pequeño y mediano propietario, así como fomentar el empleo a través de las cooperativas (artículos 118 y 308). Desde el punto de vista sobreestructural la Constitución resulta ser un avance significativo pues profundiza los aspectos democráticos, en concreto la participación (artículo 62) y el control social (artículo 70) de los ciudadanos. 

En definitiva, es una Constitución democrática-liberal bastante más avanzada que casi todas las demás del mundo, donde el Estado puede intervenir en la economía con el objeto de transformar la estructura productiva históricamente dependiente y desintegrada y donde los ciudadanos pueden controlar y participar en la vida política del país de una forma mucho más activa, resultando ser el mejor ejemplo de ello los consejos comunales. 
Se confirma así la muerte de los partidos tradicionales y se abre un nuevo período histórico, que aunque no es concretado en un cambio radical de las relaciones de producción ni de las estructuras político-administrativas, se puede considerar como el inicio de un proceso revolucionario en tanto en cuanto las masas han entrado de lleno en la vida política del país como verdadera impulsora de los cambios operados, y están dispuestas a hacer lo que sea para resolver sus problemas históricos. 

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