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VIAJES DE CRISTOBAL COLON


Enviado por   •  8 de Mayo de 2014  •  4.665 Palabras (19 Páginas)  •  359 Visitas

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El cuarto viaje de Cristóbal Colón

31 octubre 2010América

Portada | Viajes de leyenda | El cuarto viaje de Cristóbal Colón

Los Trece de la Fama

Todos conocen el primer viaje de Cristóbal Colón en el que descubrió el Nuevo Mundo. Pero muy pocos conocen su cuarto viaje, un viaje enterrado por la Historia y que constituyó la confirmación del declive del Almirante, al tiempo que demostraba su ímpetu y tesón, movido por un anhelo que nos explica muy bien las razones de su primer viaje.

Cuando el 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón puso su pie sobre sobre lo que hoy conocemos como América no podía ni imaginar que cambiaría la Historia del Mundo, ni tan siquiera que había descubierto un nuevo Mundo. Pero menos podía imaginar que su vida cambiaría radicalmente en un sentido bastante diferente del que se podría imaginar para quien hiciera una gesta del tamaño de la que llevó a cabo Cristóbal Colón.

Efectivamente, la epopeya de Cristóbal Colón no terminaría con su primer viaje, el que le hiciera pasar a la Historia, y así, mucha gente desconoce que cruzó el Atlántico otras tres veces, arriesgándolo todo: su fortuna, su reputación e incluso su cordura. De todos esos viajes de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, el cuarto y último fue su apuesta más atrevida; un viaje contra los elementos, contra la opinión de todos e incluso contra su propio destino. El cuarto viaje de Cristóbal Colón, siendo el gran desconocido, es, sin embargo, el más apasionante de todos; un verdadero viaje de leyenda que os descubrimos y del que pocos conocen, un viaje que llevó a Colón al naufragio, a la ruina y al borde de la locura.

Ocho años antes del último viaje de Cristóbal Colón, en su primer viaje, el del Descubrimiento, todo fue muy diferente. Cuando Colón y sus tripulaciones partieron de Palos de Palos de la Frontera en Huelva para cruzar las vastas aguas por explorar conocidas por aquel entonces como “Mar Océana”, él y sus hombres sabían perfectamente que navegaban a lo desconocido, preocupados porque nadie había navegado hasta entonces tan al oeste, a pesar de que en aquella época ya eran conscientes de que la Tierra era esférica, no plana, siendo su mayor temor el alejarse demasiado y no poder volver, la duda acerca de si las provisiones y el agua serían suficientes y darían para poder volver en caso de no arribar a tierra en plazo suficiente. Sin embargo, como cotrapartida estaba en juego una recompensa extraordinaria, la mayor del Mundo: las riquezas de Asia, fundamentalmente las especias y oro de la India, China y Japón, las cuales constituían el petróleo de la época y el motor de la Europa de entonces, de modo que el dominio de las rutas del comercio hacia Asia suponían prácticamente dominar el Mundo conocido.

Efectivamente, Europa necesitaba de los tesoros y las riquezas de Asia y, en esos momentos de la Historia, la única forma de avastecerse de ellas era por tierra, cruzando el continente europeo y Oriente Medio para adentrarse en el Lejano Oriente, un viaje largo y peligroso, por lo que, desde antaño, se acarició la idea de encontrar una ruta más corta y menos peligrosa, ruta que los portugueses habían comenzado explorar por el mar, a través del sur de África. Sin embargo, Cristóbal Colón propuso una ruta alternativa, un viaje mucho más corto y rápido, navegando en dirección contraria, hacia el oeste, a través de la “Mar Océana” hasta llegar a China, propuesta que, no obstante, no se apoyaba en pruebas contundentes, ya que pocos mapas de la época mostraban tierra más allá de la “Mar Océana”, sólo algunas islas desperdigadas antes de llegar a China, con cálculos de distancias contradictorios y confusos entre los cuales, por supuesto, no se encontraba la idea de que existiese un continente entre Europa y Asia. Con esas ideas, Cristóbal Colón pensaba que la distancia entre Europa y Asia atravesando la “Mar Océana” era de entre 3.000 y 5.000 km, siendo que, en realidad, la distancia real era y es de casi 20.000 km, por lo que Cristóbal Colón erraba considerablemente en sus cálculos, a lo que se unía el total desconocimiento sobre la existencia del continente americano entre Europa y Asia.

Para llevar a la práctica su plan, Cristóbal Colón necesitaba de mucho dinero, muchísimo, algo equiparable a la carrera espacial de hoy, por lo que pocos estarían dispuestos a financiar un proyecto de semejante naturaleza. Sin embargo, Cristóbal Colón vio la oportunidad en el momento histórico que se presentaba ante él: la victoria de los Reyes Católicos frente a los musulmanes enero de 1492, cuando el último reducto musulmán en la Península Ibérica fue derrotado con la Conquista de Granada, un momento en el que las arcas de la Corona de Castilla estaban exhaustas tras tantos años de batallar contra los musulmanes, al tiempo que ávidas por llenarse nuevamente con los tesoros y riquezas de Asia, por lo que para los Reyes Católicos era imperioso hacerse con una ruta comercial con Oriente. Por estas razones, no sin unas largas negociaciones (y tras el rechazo de sus propuestas por parte de Portugal), las cuales se llevaron a cabo a través través del Secretario de la Corona de Aragón, Juan de Coloma, y de Fray Juan Pérez, en representación de Colón, los Reyes Católicos accedieron al plan de Cristóbal Colón en las llamadas “Capitulaciones de Santa Fe”, firmadas en Granada el 30 de abril de 1492, un documento en virtud del cual se atribuían una serie de derechos a Colón (como el título de Almirante, el de Virrey y Gobernador sobre las tierras firmes descubiertos y ganados durante la expedición, y una serie de derechos económicos sobre el comercio en las nuevas tierras que, desde luego, lo convertirían en, quizás, el hombre más rico del Mundo de entonces), muchos de ellos hereditarios, a cambio de quedar las nuevas tierras descubiertas y ganadas bajo el dominio de España.

Los cuatro viajes de Cristóbal Colón

Así, con la bendición y financiación de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, reunió su tripulación y el 3 de agosto de 1492 Cristóbal Colón partió del puerto de Palos de la Frontera en Huelva con la mítica triada de naves que pasarían a la Historia (“La Pinta”, “La Niña” y “La Santa María”), en una aventura hasta entonces jamás imaginada, en una gesta nunca antes realizada, si tenemos en cuenta que ningún

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