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Criaturas Nocturnas

Juan AbadInforme10 de Agosto de 2018

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  • Prólogo

“El sueño de la razón produce monstruos”, escribió el pintor Francisco de Goya en uno de sus famosos grabados. La frase y la imagen –con esos seres amenazantes que emergen de las sombras– ilustran muy bien el tema que en esta conferencia nos presenta el Dr. Juan Carlos Ferré Olivé, Los oscuros orígenes de la ciencia del Derecho penal. ¿De qué otra manera se explica cómo el deseo de erradicar el crimen y a los delincuentes se convierte, en la lógica de los principales penalistas en Europa y el resto del mundo occidental a finales del siglo xix y principios del xx, en el deseo de eliminar la imperfección en la sociedad mediante la criminalización de los asociales y personas “sin valor vital”, más allá de que hubieran o no cometido delitos?

        ¿Cómo entender la conceptualización de un Derecho penal que no sólo sanciona el delito sino que, en sí mismo, termina por ser también un instrumento para justificarlo? Tal paradoja permanecía oculta debajo de la alfombra, y es mediante la estupenda investigación que dirige el Dr. Ferré, junto con su equipo de especialistas, que las perversiones de la razón salen a la luz. Esta conferencia –impartida en el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) el 6 de febrero de 2014– nos revela el entramado histórico y la evolución de las ideas de los penalistas más destacados de España, Alemania e Italia, como son Luis Jiménez de Asúa, Quintiliano Saldaña, Pedro Dorado Montero, el padre Jerónimo Montes; Franz von Liszt, Ernest von Beling, Edmund Mezger, Hans Welzel; Enrico Ferri y Filippo Grispigni, entre otros.

        La combinación de circunstancias históricas no es accidental. En estos tres países, la utilización ideológica del Derecho penal –así como de otras ciencias, por ejemplo, la medicina o la psiquiatría– respaldará una política criminal en defensa de la higiene racial y de un Estado libre de personas perjudiciales, inviables o “enemigos”, legitimando la aniquilación de seres humanos mediante la eugenesia y la eutanasia. Un solo dato muestra la dimensión que alcanzó esta política: durante los años de 1939 a 1941, nos dice el Dr. Ferré, en Alemania se masacró a 100 000 discapacitados mentales y físicos, antes de que funcionaran los campos de exterminio.

        Puede no sorprendernos encontrar este tipo de medidas extraordinariamente duras en penalistas vinculados con doctrinas fascistas, pero sin duda asombra descubrir que científicos de izquierda, como el republicano Luis Jiménez de Asúa, hallan compartido la tesis de un Derecho penal seleccionador que segregaba por igual a los maleantes, asociales y seres anormales o defectuosos. En este sentido, la investigación del Dr. Ferré rescata un documento valiosísimo que había permanecido oculto: el artículo escrito en 1921 por Jiménez de Asúa para la Revista de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Complutense de Madrid, titulado “La autorización para exterminar a los seres humanos desprovistos de valor vital”. El artículo, que es un comentario a la tesis de Karl Binding y Alfred Hoche sobre la eutanasia, defiende la “actuación positiva de exterminio por parte del Estado, a través de un organismo público que se encargue de matar a estos seres sin valor. O bien exonerar de pena a quien lleve a cabo directamente el homicidio”.

        Es importante conocer estos planteamientos de Jiménez de Asúa, con los cuales busca “proteger, conservar y mejorar la salud y belleza de los miembros que […] integran [el Estado]”, puesto que este científico, junto con discípulos como Jiménez Huerta y Mariano Ruiz Funes, después de la Guerra Civil española participaron en la formación de casi todas las escuelas penales de América Latina.

        Si deseamos defender un Derecho penal justo, que cause el menor daño a la sociedad y a los individuos, basado en el respeto de los derechos fundamentales, no debemos olvidar las abominaciones realizadas por los seres humanos en nombre de la ciencia o de una causa noble. En La vida de la razón, decía Santayana, “aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”.

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