Democrasia

LOS ENEMIGOS DE LA DEMOCRACIA

Botella al mar

Señalar los enemigos de la democracia desde un punto de vista teórico y abstracto es sencillo, pero descender a la tierra, y más concretamente a cada una de nuestras sociedades, hace cada vez más complejo el problema. En teoría, las abstracciones son construcciones mentales; en la realidad, son construcciones producto de la práctica, como una suma de actos, que son consecuencias de los valores, de las experiencias, de los conocimientos, de los valores, de las opciones particulares, de los intereses, de los gustos y de todos aquellos factores que intervienen en la vida humana.

Hoy nadie se presenta como enemigo de la democracia, sino como sus defensores, aunque hagan exactamente lo contrario; si no, observen el caso de los golpistas hondureños y quienes asumen su defensa. Es casi un chiste, si no fuera tan dramático. Ahora se realiza un golpe militar supuestamente para salvaguardar la democracia, o bien se realiza un golpe y se plantea después, como alternativa de solución, realizar unas elecciones con el presidente depuesto expulsado del país. Esto implica que somos demócratas cuando se hace lo que desean quienes tienen el poder económico; no somos demócratas cuando se hace lo que quieren los pobres, no importa si son muchos o casi todos. Por eso es que es difícil respetar la democracia que tiene un adjetivo calificativo fundamental: la temporalidad.

La democracia es siempre una opción, que impide las autoridades sin tiempo y al margen de lo que expresa la mayoría. Y la expresión de la mayoría es fundamental para que no se convierta en un cuento chino.

Pero existen nuevos y más enemigos. Los que consideran que la democracia solo tiene valor cuando coincide con sus intereses. El valor de la igualdad solo tiene una expresión: la igualdad de todos en relación a la ley. Otra igualdad no existe, ni el sentido de expresar derechos vinculados a la naturaleza humana, que desde el Código de Hammurabi, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, hasta la Declaración de los Pueblos, incluyendo los pueblos originarios, etc., van constituyendo el desarrollo de la idea de la igualdad, frente a las situaciones especiales.

Pero están otros que no aparecen como enemigos, porque simplemente están solapados, determinando quiénes son los buenos y los malos, más allá de las expresiones institucionales que, a lo largo de la historia de la humanidad, fueron creados para establecer los mecanismos institucionales de control. Y esto es una cuestión seria. Si no somos capaces de dar sentido a las instituciones para el cumplimiento de sus fines, la democracia será una alternativa que solo sirve para garantizar el derecho de unos pocos.

El otro gran problema en nuestra sociedad es que no somos capaces de darles sentido institucional a las acciones que realizamos. Así, la confusión en los fines de las organizaciones y de las instituciones está creando un país desarticulado y, lo peor, sin posibilidades reales de encontrar una nueva articulación, que sea respetuosa de los aportes conseguidos por la humanidad en sus caminos hacia la realización de valores antiguos, cuya expresión reconocen los cambios en el proceso histórico.

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