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El Coloquio De Los Perros


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2012  •  2.898 Palabras (12 Páginas)  •  756 Visitas

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EL COLOQUIO DE LOS PERROS

Esta novela trata de dos perros llamados Cipión y Berganza que una noche podían hablar por lo que se quedaron muy asombrados y queriendo aprovechar esa oportunidad que no sabían cuanto duraría, se pusieron a charlar.

Primero de cómo veían los hombres a los perros, ya que pensaban que eran como un símbolo de amistad y fidelidad inviolable y de cómo cuando mueren los dueños ellos lo sienten y muchos llegan incluso a la muerte por no comer y no separarse de las sepulturas, saltando algunos de ellos cuando están siendo enterrados.

Cambiando de tema, Berganza le comentó a Cipión que oyó a unos estudiantes pasando por Alcalá de Henares que de cada 5.000 estudiantes, 2.000 cursaban medicina por lo que se necesitaba mayor cantidad de enfermos o se morirían de hambre.

Cipión le dijo que el que ellos pudieran hablar era cosa del cielo y que había que aprobecharlo porque no sabían cuanto iba a durar aquello y que lo mejor sería hablar de cosas más interesantes, Berganza que desde siempre había querido hablar, estaba de a cuerdo, y quería contarle todo de lo que se acordaba lo más rápido posible por si este bien se les acababa y acordaron hablar de todo lo que les había acontecido en la vida, pero antes se aseguraron de que no les oía nadie y como la única persona que había allí estaba dormida comenzó Berganza su historia, empezando a contar desde que estuvo en el matadero y como su primer dueño llamado Nicolás el Romo le enseñó a arremeter a los toros y que él llevaba una cesta de carne a una amiga de su amo defendiéndola por el camino si alguien se la intentaba quitar, pero que un día una mujer se la quitó y no se defendió por no poner su sucia boca en ella y al volver sin la comida su dueño le quiso matar por lo que tuvo que escapar por unos campos, hasta donde llegó a unos rebaños que al verlos pensó que sería un buen lugar para quedarse. Un pastor que le vió le llamó y le examinó para ver si seria bueno para ayudarle a cuidar el rebaño; viendo el pastor que sí; se lo llevó con él y le puso por nombre Barcino, le dio de comer. Todos los días se tomaba la siesta, en las cuales se ponía a pensar sobre los libros que había oído que trataban sobre los pastores y no tenían nada que ver con la realidad. En su trabajo si algún lobo matase a alguna de las ovejas los perros eran castigados, y últimamente siempre aparecía alguna muerta y nunca conseguían ver al lobo, incluso lo buscaba por los alrededores, pero un día vió a unos hombres que mataron a una de las ovejas de igual modo que si fuera un lobo de verdad, y como no podía avisar a su dueño, siempre eran duramente castigados, además los hombres que hacían estos eran los que cuidaban el rebaño. Así que Berganza decidió irse, por lo que volvió a Sevilla donde empezó a servir a un mercader muy rico, pero para conseguir entrar en la casa tenía que basarse en la humildad, primero miraba el ambiente para ver si podrían mantener a un perro grande y si era así se ponía en la puerta cuando venía el dueño, bajaba la cabeza y se acercaba a limpiarle los zapatos con la lengua. Cipión comentó que él hacía lo mismo. Una vez dentro de la casa del mercader le acogieron de guardián detrás de la puerta atado por el día y suelto por la noche, normalmente ni dormía y como el mercader estaba muy orgulloso de él pidió que se le tratase bien, Berganza cada vez que veía a su dueño corría hacia él dando saltos de alegría, allí le llamaban Truhán.

El mercader tenía dos hijos, uno de catorce años y otro de 12, que estudiaban gramática en el colegio de la Compañía de Jesús, éstos iban con ayos y pajes, Cipión le aclaró que en Sevilla los mercaderes demuestran sus riquezas a través de sus hijos. Berganza siguió con la historia y le contó que un día se dejaron un cartapacio en el patio y como ya estaba acostumbrado a llevarle papeles a su dueño, lo cogió y se lo llevó a uno de los pajes, pero nadie consiguió quitárselo hasta que no entró en la clase del chico y se lo dio en persona. Tan agradecidos estaban sus dueños que vivía como un rey, tenía una vida muy descansada porque le domesticaron para jugar con los niños, pero tuvo que volver a hacer de guardián en la puerta porque en la escuela distraía a los demás niños, por lo que tuvo que volver a su ración perruna y a los huesos que una negra le arrojaba, ésta estaba enamorada de un negro que también trabajaba en la casa pero sólo se podían ver por la noche a si que robó la llave para poder ir a verle, ella robaba muchas cosas pero él nunca decía nada porque siempre le llevaba comida, pero un día cansado, Berganza arremetió contra la negra, rompiéndole la blusa y arrancándola un trozo de carne del muslo por lo que tuvo que estar en cama durante algunos días fingiendo estar enferma, pero cuando se curó volvió a intentar pasar para ver a su amado pero volvió a arremeter contra ella, a si que la negra queriéndose vengar dejó de darle de comer y aunque el ladraba nadie le hacía caso, por eso un día que encontró la puerta abierta se escapó saliendo a la calle donde vió a un alguacil amigo de su antiguo amo Nicolás el Romo, el cual al verle le llamó, Berganza se acercó y el alguacil comentó a unas personas que estaban con él, que este era el famoso perro de ayuda de un amigo suyo. El alguacil se lo llevó a casa de su antiguo dueño, pero éste le rechazó porque pensaba que si se escapó una vez lo haría otra, a si que tuvo que llevárselo a casa. El alguacil iba con un escribano y estaban con dos mujeres que iban a la caza de extranjeros, pero nunca iban a la cárcel. A una de ellas la pillaron en la cama con un señor que no era su marido por lo que esta vez si fueron a la cárcel, el hombre pedía sus folladas que es donde tenía su dinero para pagar la multa, pero nadie les encontró excepto Berganza que viendo que ahí había comida los cogió a sacándolos fuera para comérselo sin que nadie le dijera nada, Berganza al ver que todos lo buscaban fue a la calle a cogerlos pero al llegar allí ya no estaban.

Su amo era muy valiente, había conseguido encarcelar a mucha gente conocida e incluso una vez se enfrentó el sólo con una panda de seis hombres sin ayuda de nadie, después de esta gran hazaña se fue por la ciudad para que la gente le viera, paseando por la calle unos hombres que le reconocieron fueron hacía él con los brazos abiertos invitándole a beber y a quedarse a cenar. En la cena estuvieron hablando de peleas, hurtos, damas de su trato, alabanzas unos de los otros y finalmente del talle de la persona del huésped, Berganza se enteró que el dueño de la casa llamado Monipodio, era encubridor de ladrones y pala de rufianes, era su cómplice.

Una vez dos ladrones robaron un caballo muy bueno en Antequera y luego lo llevaron a Sevilla.

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