El Entenado
silviajustinaApuntes26 de Julio de 2016
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CONQUISTA.
Juan José Saer inscribe la narración de El entenado en el marco del Descubrimiento y la Conquista de América; pero sustrae toda referencia histórica concreta: no hay fechas, nombres ni datos históricos que se presenten de forma explícita. El discurso trabaja para convertir las leves huellas de lo en “datos”, en “hechos”. La palabra histórica intenta colmar el vacío dejado por el pasado.
En El entenado, la tierra desconocida se resiste a toda conquista y a toda apropiación tanto material como simbólica. Así lo registra el protagonista al describir el absurdo final reservado a quien debía conducir sus naves hacia las Malucas: el desengañado capitán y un grupo de marinos –entre los que se encuentra el narrador- se asoman a la costa del ancho río, tras una expedición de reconocimiento a la problemática tierra descubierta
El encuentro con esa radical otredad que plantea El entenado actualiza los temas y pensamiento en los que se asentaron la Conquista y del Descubrimiento y, también permite reflexionar sobre algunos elementos constitutivos del discurso historiográfico.
La íntima necesidad de la tribu de contar con un testigo es inversa a la voluntad por conocer al otro propia de una identidad que se considera autosuficiente. A la estrategia de enviar barcos para averiguar quiénes son los otros, los colastiné contraponen el gesto desesperado de arrojar al río una pequeña canoa con la esperanza de que, en el testimonio que los contiene, se conserve algo de su constante lucha por ser.
---“El entenado” presenta bases históricas que se corresponden con ciertos acontecimientos y personajes de la Conquista del Perú.
2222La memoria en este caso, podría considerarse como un acto solidario, un trabajo de duelo por la identidad perdida. Desde esta perspectiva, podríamos pensar que se intenta recrear fenómenos del pasado que pongan
de manifiesto los rituales de este tipo de comunidades para poder dejar en evidencia la presencia de un personaje colectivo, posible sólo a través de la imaginación como “reveladora de un personaje secreto de la historia”( Ricci, 2011. P.139)
En la obra, Felipillo es el encargado de hacer conocer al lector las características de la comunidad indígena colastinés, y lo hace a través de vaivenes en el tiempo:
Y sin embargo, por momentos las imágenes crecen, con tanta fuerza, que el espesor se borra y yo me siento como en un vaivén, entre dos mundos: el tabique fino del cuerpo que los separa se vuelve, a la vez, poroso y transparente y pareciera ser que es ahora, ahora, que estoy en la gran playa semicircular, que atraviesan, de tanto en tanto, en todas las direcciones, cuerpos compactos y desnudos, y en la que la arena floja, en desorden a causa de las huellas deshechas, deja ver, aquí y allá, detritus resecos depositados por el río constante, puntas de palo negros quemados por el fuego y por la intemperie, y hasta la presencia invisible de lo que es extraño a la experiencia. (Saer, 2012, p. 79)
222Entonces, es a través de los relatos que se evidencia un sentimiento de melancolía por el pasado anhelado. 222Se intenta recordar un tiempo que empieza a resultar lejano, y que sólo es posible de reconstruirse a través de la memoria. Por eso es que el personaje intenta plasmar una serie de recuerdos en una especie de
diario de viaje, ya que está tomando conciencia de que el paso del tiempo representa una ruptura con ese pasado tan anhelado, y a la vez conflictivo, tal como puede evidenciarse a través de la siguiente cita:
Las paredes blancas, la luz de la vela que hace temblar, cada vez que se estremece, mi sombra en la pared, la ventana abierta a la madrugada silenciosa en la que lo único que se oye es el rasguido de la pluma y, de tanto en tanto, las piernas que, acalambradas se remueven debajo de la mesa, las hojas que voy llenando con mi escritura lenta y van a encaminarse con las ya escritas, produciendo un chasquido particular que resuena en la pieza vacía –contra este muro espeso viene a chocar, si no es un entresueño rápido y frágil después de la cena, lo vivido. Si lo que manda, periódica, la memoria, logra agrietar este espesor, una vez que lo que se ha filtrado va a depositarse, reseco, como escoria, en la hoja, la persistencia espesa del presente se recompone y se vuelve otra vez muda y lisa, como si ninguna imagen venida de otros parajes la hubiera atravesado (…) (Saer, 2012, p.79)
MEMORIA
Cuando, en su vejez, rememore su vida en las playas del enorme río, se detendrá especialmente en el anual banquete antropofágico y en la orgía que le sucede. Ya anciano, escribe con minucia la voluptuosidad de la comida y los excesos sexuales a los que se entrega, ensimismada, la tribu. Es a través de esta fiesta que el entenado (y con él, el lector de sus memorias), ingresa a la vida americana: el primer encuentro entre el huérfano y la otredad. La voyeurística demora de El entenado remite al género discursivo sobre el cual se asentaron durante siglos las conquistas occidentales y la construcción de la imagen del otro: el relato de viajes. Esta literatura, base de la antropología y la etnografía actuales, llevó a cabo un particular proceso de apropiación del salvaje que tuvo como resultado la erotización del cuerpo del otro. Según el examen de Michel de Certeau, desde su conceptualización moderna:
“el salvaje queda asociado a la palabra seductora. La literatura de viajes está produciendo al salvaje como cuerpo de placer […] La erotización del cuerpo del otro –de la desnudez y de la voz salvajes- va parejo con la formación de una ética de la producción. El viaje, al mismo tiempo que obtiene una ganancia material, crea un paraíso perdido que se refiere a un cuerpo-objeto, a un cuerpo erótico. [De Certeau: 223]
El placer que, respecto al objetivo principal del viajero, puede considerarse un “resto” o “desperdicio”, se asocia a “lo efímero e irrecuperable” y “escapa a la economía de la historia”. Al narrar con morosa delectación la fiesta, Saer elije trabajar con la zona más alejada de la “ganancia” objetiva del discurso producido por el narrador- testigo, dilatando el aspecto más marginal de la literatura de viajes.
Una marginalidad que no sólo se define en relación al discurso etnológico, sino que se actualiza también en los discursos políticos y literarios contemporáneos a la escritura de la novela. Premat (1996) e Iglesia (1994) han analizado la tribu antropofágica de Saer en relación a “El informe de Brodie” (1970) de Jorge Luis Borges. Ambos críticos señalan que la morosidad con que el narrador de El entenado describe el comportamiento sexual de los colastiné puede leerse como respuesta al silencio explícito que guarda el relato borgeano con respecto a la vida sexual de la tribu de los Yahoos, donde el narrador anuncia: “Traduciré fielmente el informe ... sin permitirme otras omisiones que las de algún versículo de la Biblia y la de un curioso pasaje sobre las prácticas sexuales de los Yahoos” [Borges: 451].1
A esta sub-versión de la palabra hegemónica dentro del canon literario argentino, Premat suma otra interpretación, que volvería a poner de manifiesto el carácter marginal y cuestionador del relato saeriano. negativo, accediendo a una instancia de abstracción que trasciende la convencional objetividad de los hechos [Bermúdez Martínez]. Las correspondencias establecidas por su literatura entre lo actual y lo inactual permiten alcanzar reflexiones más amplias sobre la condición humana; evidenciando el carácter de antropología especulativa con que Saer definía la ficción. [Saer 1997:16].
La tribu colastiné repite anualmente su ritual, y abandona los seguros límites de sus playas para buscar fuera el alimento que calma su sed caníbal. La compulsiva búsqueda de la otredad por parte de los colastiné tiene como objetivo asegurar su diferencia con lo indeterminado:
... si, cada verano, con sus actos eficaces y rápidos, los indios se embarcaban en sus canoas para salir, en alguna dirección decidida de antemano, movidos por ese deseo que les venía de tan lejos, era porque para ellos no había otro modo de distinguirse del mundo y de volverse, ante sus propios ojos, un poco más nítidos, más enteros, y sentirse menos enredados en la improbabilidad chirle de las cosas. De esa carne que devoraban, de esos huesos que roían y que chupaban con obstinación penosa iban sacando, por un tiempo, hasta que se les gastara otra vez, su propio ser endeble y pasajero (156)
Los colastinés necesitan la presencia de otro que garantice su identidad. Gracias al ritual antropofágico, los colastiné pretenden demostrar su ingerencia en el mundo, constituirse en sujetos de experiencia; y así alejarse de su auto-percepción de objeto indiferenciado del mundo. Pero la transformación del otro en alimento de la propia identidad no logra garantizar su precaria identidad. La ineficaz búsqueda a través del canibalismo se complementa con otra estrategia para consolidar su problemática existencia, cifrada en la búsqueda de otro que no es objeto ni sujeto de experiencia, sino testigo. Éste es el rol que los colastiné asignan al entenado. Si los indios no lo mataron ni devoraron, si lo acogieron plácidamente en la tribu, fue por la necesidad de contar con una mirada exterior que los contemplara, que diera fe de su problemática existencia: en palabras de Díaz Quiñónez, la tribu se “autoexotiza”. La autoexotización y el canibalismo colastiné traen a escena uno de los temas centrales del pensamiento latinoamericano y su tradición literaria: la compleja constitución de la identidad propia, y su relación no menos problemática con la otredad.
Paralelamente al intento de asegurar su identidad devorando a otro, asegurando su propia subjetividad, los colastiné requieren de otro no para apropiarse de él, sino para que el otro los aprehenda a ellos y dé testimonio de su existencia a través del relato:
De mí esperaban que duplicara, como el agua, la imagen que daban de sí mismos, que repitiera sus gestos y palabras, que los representara en su ausencia yq ue fuese capaz, cuando me devolvieran a mis semejantes, de hacer como el espía o el adelantado que, por haber sido testigo de algo que el resto de la tribu todavía no había visto, pudiese volver sobre sus pasos para contárselo con detalle a todos. Amenazados por eso que nos rige desde lo oscuro, manteniéndonos en el aire abierto hasta que un buen día, con un gesto súbito y caprichoso, nos devuelve a lo indistinto, querían que de su pasaje por ese espejismo material quedase un testigo y un sobreviviente que fuese, ante el mundo, su narrador (163)
Esa necesidad de ser narrados hace que finalmente lancen al grumete en una canoa, devolviéndolo a esa indiferente otredad de donde provenía, para que los narre. La tribu saeriana invierte, con su duda, la estrategia de conocer al otro para afirma la propia seguridad. Una inversión considerable su se reconoce que la expansión de la cultura occidental se fundamentó en la apropiación del otro a través del conocimiento. En palabras de Michel de Certeau, la posesión es la “forma por excelencia bajo la cual el Otro se convierte en Mismo al hacerse mío” [De Certeau, 330]. La posesión resulta un bálsamo tranquilizador para lo idéntico, porque neutraliza las diferencias, y permite anular la incertidumbre de lo desconocido, según Walter Benjamin:
El comprender articula un círculo de familiaridad, construye un lazo de identidad para el cognoscente y el conocido que tiende a suprimir todo momento de extrañeza [Benjamin: 38]
Las mismas palabras que designan el momento histórico en el que se sitúa la acción de la novela exhiben estos modos mediante los que la cultura occidental se aproxima a lo desconocido: los términos Descubrimiento y Conquista ponen de manifiesto, de forma extrema, la voluntad de apropiación que subyace a la voluntad de saber. Esta particularidad de nuestra cultura ya se explicita en el siglo V, cuando Herodoto, “padre de la historiografía”, se plantea:
Cada año enviamos a África nuestros barcos, a un costo muy alto y arriesgando la vida de la tripulación para preguntar: “¿Ustedes ¿quiénes son? ¿qué leyes tienen? ¿cuál es vuestra lengua?” Ellos no han enviado nunca ningún barco para preguntarnos a nosotros
La íntima necesidad de la tribu de contar con un testigo es inversa a la voluntad por conocer al otro propia de una identidad que se considera autosuficiente. A la estrategia de enviar barcos para averiguar quiénes son los otros, los colastiné contraponen el gesto desesperado de arrojar al río una pequeña canoa con la esperanza de que, en el testimonio que los contiene, se conserve algo de su constante lucha por ser.
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