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El Tungsteno


Enviado por   •  27 de Agosto de 2012  •  1.258 Palabras (6 Páginas)  •  590 Visitas

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TUNGSTENO

Cuando la empresa norteamericana “Mining Society” logro por fin adueñarse de las minas de tungsteno de Quivilca, en el departamento del Cuzco, de inmediato llego al Perú la orden gerencial de Nueva York disponiendo el comienzo de la extracción del mineral. Una avalancha de indios procedentes de Colca lleno la mina en poco tiempo para satisfacer las labores de minería.

En Quivilca se instalaron junto a los peones y mineros, míster Taik y míster Weiss, gerente y subgerente de la “Mining Society”; el cajero de la empresa, Javier Machuca; el ingeniero peruano Baldomero Rubio; el comerciante José Marino, que había tomado la exclusiva del bazar y la contrata de peones para la “Mining Society”; el comisario del asiento minero, Baldazari y el agrimensor Leónidas Benítez, indios de la región, fueron ingenuamente estafados por obreros, peones y sobre todo por los inescrupulosos Marino, Machuca y Baldazari.

Los soras cambiaban sus plantaciones y sus animales por cosas banales como garrafas, franelas en colores, botellas pintorescas, paquetes policromos, fósforos, caramelos, vasos transparentes etc. Los soras es sentían atraídos por estos objetos, como ciertos insectos a la luz.

El primero en operar sobre las tierras de los soras para enriquecerse fue José Marino, quien formo una sociedad secreta con el ingeniero Rubio y el agrimensor Benítez. Este contubernio tuvo que vérselas en apretada competencia con Machuca, Baldazari y otros que también despojaban de sus bienes a los soras.

José Marino adulaba a todo el que, de una u otra manera, podía serle útil. Un día que Marino debía ir de Quivilca a Colca, se reunieron en su bazar para despedirlo, Leónidas Benítez, Míster Taik, y Míster Weiss, el comisario Baldazari, Rubio y Javier Machuca.

La botellas de champaña fueron desfilando raudamente y en cada, ¡salud!, Marino no desaprovechaba la oportunidad para adular a todos los presentes.

Cuando ya estaban ebrios Marino propuso jugar a “La rosada” a los dados; esta era una de las queridas de Marino. Muchacha de 18 años, serrana, ojos grandes y negros y empurpuradas mejillas candorosas, la había traído de Colca, como querida, un apuntador de las minas, junto con sus hermanas Teresa y Albina.

El ganador del “premio” fue el comisario Baldazari; Marino de inmediato envió a su sobrino Cucho en busca de la muchacha, quien llego a los pocos minutos. El exceso de licor provoco tal degeneración que “La rosada”, que se llamaba Graciela, fue poseída por todos los presentes.

La muchacha se había negado a las exigencias de José Marino, pero este le había dado una pócima que la embriago hasta privarla. La muchacha no vio el amanecer y murió por efecto de la droga que le administrara José Marino. Míster Taik exigió absoluta discreción.

La llevaron a su casa y dijeron a sus hermanas que le había dado un ataque y que yace le pasaría. Al otro día la enterraron. Las hermanas de la difunta fueron donde Míster Taik a pedirle justicia por que consideraban que a su hermana la habían matado. El gringo las boto y todo quedo archivado en el pasado.

En colca José Marino tenía otro bazar en sociedad con su hermano Mateo; la firma se llamaba “Marino hermanos”. Los hermanos Marinos eran originarios de Mollendo y hace ya unos doce años que se habían establecido en la sierra. Poco apoco habían ido escalando posiciones para llegar al lugar en que estaban, pero siempre con la adulación y la falta de escrúpulos como armas.

Había en casa de Mateo una india rosada y fresca bajada de la puna a los ocho años y vendida por su padre, un mísero apasero, al cura de Colca; se llamaba Laura, y cuando José venia de Quivilca, Lura solía acostarse también con el a escondidas de Mateo.

Laura en el fondo odiaba a su patrón y

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