En Defensa De Nuestra Lengua
cermad25 de Marzo de 2015
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En defensa de nuestra lengua
Mario Cerino Madrigal
La Fundación del Español Urgente, que nació en Madrid hace siete años a raíz de un acuerdo entre la agencia española EFE y el Banco Bilbao Vizcaya (BBVA), publicó recientemente el libro “Escribir en Internet, guía para los nuevos medios y las redes sociales”. La obra colectiva fue presentada el 20 de septiembre en la Real Academia Española de la Lengua, bajo la consigna de convertirse en un referente “que nos ayude a manejarnos con corrección en los nuevos medios”.
Adquirí y revisé meticulosamente el libro movido por el interés de mejorar cada día las formas de comunicación verbal y escrita, y meter en razón a los universitarios en cuanto al uso eficaz del lenguaje.
La obra, como se justifica en sus páginas, no pretende que sus recomendaciones sean normas, pero sí adecuar la lectura y la escritura al revolucionario cambio del mundo tecnológico.
Todo está bien. No se puede esperar que las formas de relación entre el emisor y el destinatario se anquilosen, siendo la nuestra una lengua dinámica.
Es más, desde que Internet entró en nuestras vidas empezaron a asomar cambios importantes en los hábitos de comunicación, tantos como para que el vocabulario o incluso la gramática no se hayan visto afectados.
Sin embargo, siempre he procurado que en cualquier circunstancia la corrección del lenguaje prime. Las redes sociales o la mensajería instantánea (chat, sms, whatsApp) no son para mí la excepción. A quien puedo trato de persuadir sobre lo mismo.
He de decir que la obra es en lo general un compendio valioso, enriquecido con la contribución de más de 40 autores. Tras cada artículo se presentan, a manera de síntesis, claves y recomendaciones para comunicarnos mejor y usar de forma provechosa las herramientas tecnológicas.
Cómo usar localismos para evitar malentendidos, hacer una copia oculta de un mensaje, redactar párrafos breves con una sola idea, conocer los hábitos de consumo de contenidos por parte de nuestros destinatarios, cuidar el estilo independientemente de dónde nos expresemos, son algunas de las sugerencias que enriquecen las 510 páginas del libro.
Bueno en lo general, pero lamentable en lo medular. Digo esto porque la sección de “Uso cotidiano” provoca una especie de adulteración lógica en el contenido. Aquí se contravienen las invitaciones que en otros apartados hacen los autores para guardar siempre un buen estilo de escritura.
Por citar casos específicos, me provoca escozor que se sugiera el uso de un lenguaje simplificado, evitando el uso de sustantivos, adjetivos y verbos; que se “adapte” la ortografía haciendo desaparecer las tildes y recurriendo al uso indiscriminado de onomatopeyas, abreviaturas y acrónimos; o que se supriman los signos de apertura.
Bajo el principio de que si se entiende sirve, se convoca al usuario a olvidarse del estilo en la mensajería instantánea.
Escribir “ksa” en lugar de casa, “muxo” por mucho, “dcir” por decir¸ o “QTL” en vez de ¿Qué tal?, son algunos de los consejos a mi parecer absurdos, sobre todo si proceden de un texto publicado por una fundación que tradicionalmente ha pugnado por el cuidado y prestigio de nuestra lengua.
No es la amputación gramatical sino la claridad de ideas, la capacidad de síntesis y la eliminación de hipérboles el camino para lograr un lenguaje abreviado. A ello nos deberíamos abocar.
No olvidemos que, como señala Álex Grijelmo en su libro “Defensa apasionada del idioma español”, todas las lenguas atesoran un genio interno que guarda la esencia de los pueblos. Con cada palabra que se mutila o desaparece se pierde una idea creada por el ser humano.
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