Historia de un sueño en el futbol.

La pasión del futbol.

Todo comenzó con el nacimiento de un niño el 27 de agosto de 1985 en la ciudad de Santiago de Cali en el hospital departamental de la avenida quinta, ahí diagonal al estadio de futbol, famoso Pascual Guerrero.

Al parecer todo apuntaba a que este niño iría a ser un cantante o un deportista por la connotación de toda su familia, llena de celebridades y personajes populares, y auto superación. La madre del niño, proveniente de tierras lejanas del Huila, un pueblito emblemático y turístico llamado San Agustín, donde hay gran legado de leyendas históricas y amplia fauna y cultura. La joven estudiante, en busca de superarse en sus estudios, quiere ser profesional y llega a la edad de 18 años a Cali. Es acogida donde un familiar que le aprecia y comienza la travesía. El padre del niño, un joven trabajador, de la capital valluna, el tercero de 7 hermanitos varones. Joven apuesto atlético, destacado en el deporte y la música, talentoso y amigable, vivía a unas 3 cuadras de la casa donde llegaría a conocer a Blanca, la del Huila, su futura esposa. Fernando, 10 años mayor que ella, asombrado por la belleza de la chica, solo comenzó pasando a saludar los vecinos de la cuadra y cuando la vio de inmediato le atrajo su mirada tímida y su sonrisa.

Hubo boda, vivían juntos y con el tiempo llego el niño.

Fernando hincha la américa de Cali, sus vestidos rojos, su porte de afro amplio de la época de los ochentas, los campeonatos de antaño, apasionaron más su corazón por hacer de su amado hijo un seguidor de tan histórico y grande equipo.

Diego, ahora a la edad de solo 2 años, vestía ropa roja, zapatos rojos, cachucha roja y biberón rojo, aquí comienza la perspectiva.

El club del municipio los fines de semana se atestaba de gente para disfrutar del descanso y ver las competencias futboleras, y como no, ahí estaba el goleador de los campeonatos de la época, Fernando, y un niño pequeñito que se hacía detrás de los arcos del equipo rival de su padre para distraer el arquero y así celebrar los goles con su hijo y todo el equipo. Que momentos. Los primeros guayos que le compro a Diego, eran de suela de caucho con color negro y almohadillas a los lados. La gente en el club ya hablaba de las condiciones de un niño que se metía a patear la pelota en el entre tiempo del partido y por supuesto, es “el hijo de Fernando”. Su vestido rojo y crecimiento lento, su primera escuela de futbol, hicieron una formación progresiva de lo que se iba gestando con el pasar del tiempo, aunque las circunstancias para ser destacado se hacían más complejas por el alto nivel de competencia.

Su progreso en el deporte no era tan amplio, pero seguía pateando y haciendo goles en la cuadra de la casa hasta altas horas de la noche y mientras a la una de la mañana se gritaba un gol de los chicos, los vecinos miraban el autor del gol, y ese era Diego, al cual  le apodaban “América”.

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