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Ilusiones


Enviado por   •  4 de Enero de 2012  •  9.912 Palabras (40 Páginas)  •  533 Visitas

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Nota del Autor

FUE UNA PREGUNTA que escuché en más de una ocasión después de la aparición

de Juan Salvador Gaviota.

«¿ Qué escribirás ahora, Richard? Después de Gaviota, ¿qué?

Entonces contestaba que no tenía que escribir nada nuevo, ni una palabra, y que la suma

de mis libros decía todo lo que me había propuesto hacerles decir. Cuando has pasado

hambre durante algún tiempo, te han embargado el coche y te han sucedido cosas por el

estilo, te sientes extraño al no tener que trabajar hasta medianoche.

Con todo, casi ningún verano olvidé a mi antiguo biplano. En él salía a sobrevolar los

verdes océanos de nuestras praderas del Medio Oeste norteamericano. Cobraba tres dólares

por pasajero y empecé a sentir que crecía la antigua tensión: aún quería decir algo; algo que

no había dicho.

Escribir no me produce ningún placer. Si pudiera volverle la espalda a la idea agazapada

en la oscuridad, si pudiera abstenerme de abrirle la puerta para dejarla entrar, ni siquiera

cogería la pluma.

Pero alguna que otra vez se produce una gran explosión: cristales, ladrillos y astillas

atraviesan violentamente la fachada, y un personaje se yergue sobre los escombros, me agarra

por el cuello y me dice dulcemente: «No te soltaré hasta que me pongas en palabras, sobre el

papel».

Así me encontré con Ilusiones.

Incluso ahí, en el Medio Oeste, me tumbaba boca arriba, vaporizando nubes, y no

conseguía sacarme la historia de la cabeza... ¿Qué sucedería si apareciera un auténtico

experto, capaz de explicarme cómo funciona mi universo y cuál es el sistema para

domeñarlo? ¿Qué sucedería si encontrara a un superdotado... si visitara nuestro tiempo un

Siddartha o un Jesús, con poder sobre las ilusiones del mundo merced a su conocimiento de

la realidad que se oculta detrás de ellas? ¿Y qué sucedería si le encontrara en persona, si

pilotara un biplano y aterrizara en el mismo prado donde lo hago yo? ¿Qué diría ese individuo,

y cómo sería?

Quizá no se parecería al mesías de las páginas pringosas de mi diario, y tal vez no diría

nada de lo que este libro dice. Pero si fuera cierto lo que me dijo él -por ejemplo, que

materializamos magnéticamente en nuestras vidas todo aquello que albergamos en nuestro

pensamiento-, estaría justificado, de alguna manera, el que yo haya llegado a este trance. Y lo

mismo vale para ti. Quizá no tengas este libro en las manos por pura coincidencia; quizá

hayas venido aquí para recordar algún elemento de estas aventuras.

He optado por pensar así. Y he optado por pensar que mi mesías está posado allí, en otra

dimensión, y que no es en absoluto ficticio: nos vigila, y ríe porque encuentra divertido que

las cosas sucedan tal como las hemos planeado.

1

1. Vino al mundo un Maestro, nacido en la

tierra santa de Indiana de Indiana, criado

en las colinas místicas situadas al este de

Fort Wayne.

2. El Maestro aprendió lo que concernía a este

mundo en las escuelas públicas de Indiana y

luego, cuando creció, en su oficio de

mecánico de automóviles.

3. Pero el Maestro traía consigo los

conocimientos de otras tierras y otras

escuelas, de otras vidas que había vivido.

Los recordaba, y presto que los recordaba

adquirió sabiduría y fuerza, y la gente

descubrió su fortaleza, y acudió a él en

busca de consejo.

4. El Maestro creía que disfrutaba de la

facultad de ayudarse a sí mismo y de ayudar

a toda la humanidad, y puesto que lo creía,

así fue, de modo que otros vieron su poder

y acudieron a él para que les curase de sus

tribulaciones y sus muchas enfermedades.

5. El Maestro creía que es bueno que todo

hombre se vea a sí mismo como hijo de Dios,

y puesto que lo creía, así fue, y los

talleres y los garajes donde trabajaba se

poblaron y atestaron con quienes buscaban

su sabiduría y el contacto de su mano, y

las calles circundantes con quienes sólo

anhelaban que su sombra pasajera se

proyectara sobre ellos y cambiara sus

vidas.

6. Sucedió, en razón de las multitudes, que

varios capataces y jefes de talleres le

ordenaron al Maestro que dejara sus

herramientas y siguiera su camino, porque

el apiñamiento era tal que ni él ni los

otros mecánicos tenían espacio para

trabajar

...

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