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LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTAS COMO ESENCIA DEL ACTO DE ESCRIBIR EN CLARICE LISPECTOR.

nogasora17 de Febrero de 2014

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LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTAS COMO

ESENCIA DEL ACTO DE ESCRIBIR EN CLARICE LISPECTOR.

Lo alto y lo bajo y lo masculino y femenino abordados como disparadores de la reflexión sobre el ser, la existencia y la escritura.

RESUMEN

El propósito de este trabajo es presentar una clave de lectura para los textos de Clarice Lispector que, si bien hace referencia a aspectos trabajados en artículos y ensayos sobre la autora, intenta reformularlos desde una óptica que los integra a la vez que los niega, en tanto problemáticas tratadas por la misma como temática de su obra.

Si bien es cierto que en su producción aparecen trabajados lo femenino, lo cotidiano, lo desclasado, inaugurando perspectivas, hasta ese entonces, inexploradas, sus escritos pueden ser reunidos por un hilo conductor que los atraviesa: una reflexión –más psicológica, unas veces, más metafísica, otras- que crea una subjetividad que trasciende al “yo”; reflexión que puede ser disparada por el acontecimiento más trivial –un ciego mascando chicle o una gallina que evitando la muerte pone un huevo-, o de connotación altisonante – la problemática del nordestino en lo urbano o el deseo sexual en la mujer-. Pero la reflexión que surge, sobrevuela y se independiza de aquello que la gatilla; al punto de trascender al sujeto que reflexiona y de fundirse/ confundirse –como se observa, de manera “caótica” en Cerca del corazón salvaje los pasajes de primera a tercera persona en el relato y, de forma consciente, en esa trilogía que constituye narrador, autor y protagonista en La hora de la estrella-. Y, siempre presente, como creador, como soporte y como límite, el lenguaje.

El ser, el existir y la palabra, una trilogía presente en toda su producción. Que se superponen, se combinan u originan mutuamente para la reflexión de aquello que no tiene certidumbres. Preguntas, no respuestas.

INTRODUCCIÓN

Hablar del desencanto de lo moderno en Brasil es una cuestión compleja. Se suman las dificultades existentes para definir al posmodernismo. La discusión acerca de sus comienzos, como así también de sus motivaciones, aún hoy no encuentran una expresión unívoca.

Están aquellos que, como Jameson apuntaron al anclaje de lo posmoderno en las alteraciones objetivas del orden económico del propio capital y que lo colocaron como una señal cultural de un nuevo estadio histórico en el modo de producción dominante. La profundidad de los avances tecnológicos, provocaron una expansión cultural virtualmente coexistente a la economía misma. El carácter global de esta nueva realidad, genera cambios cualitativos a la hora de percibir el tiempo y el espacio. El aquí y ahora, redimensionados desde lo virtual, impactan sobre dos pilares del modernismo: la historia –sea como esperanza o como memoria- y el sujeto –el viejo ego limitado se deshilacha sobreviniendo una fragmentación esquizofrénica que oscila entre la euforia del espectador o consumidor y el abatimiento o “vació nihilista” del ser-. Desde un paradigma similar, Hosbawn señala, como uno de los cambio cualitativos del mundo en el siglo XX, la desintegración de las antiguas pautas por las que se regían las relaciones sociales entre los seres humanos y, con ella, la ruptura de los vínculos entre las generaciones, es decir, entre el pasado y el presente. Los valores de un individualismo asocial absoluto prevalece en los países desarrollados y se extiende. Un mundo, donde el pasado a perdido su función y en el que no se sabe hacia dónde se dirige ni dónde debería dirigirse.

Huyssen, por el contrario, hablará de la emergencia de una transformación cultural en las sociedades occidentales; un cambio de sensibilidad que no implica un cambio general de paradigma en lo cultural, social y económico –cuestión que considera exagerada-. El posmodernismo de los sesenta y ochenta criticaba una versión del modernismo –el “alto” y sus nociones ideológicas de estilo, forma, creatividad y autonomía artística- que se había convertido en parte del consenso liberal- conservador de la época. Se oponía al modernismo codificado de las décadas precedentes y pretendía revitalizar la herencia vanguardista europea bajo una forma norteamericana. En los setenta, pierde ese carácter y emerge una cultura ecléctica con un posmodernismo que abandona toda pretensión crítica o transgresora y otro posmodernismo alternativo que redefine la crítica y la negación en términos no modernistas.

Independientemente de la valoración que se realice de tales posiciones, es indudable que se opera un cambio considerable en el terreno de las artes y de la cultura. Se trate de ruptura, revalorización, crítica o negación del proyecto moderno, existe una nueva sensibilidad social para percibir los fenómenos y ésta tiene una refracción particular en la producción artística en general. La constatación de la inexistencia del paraíso prometido: la idea de un constante progreso y superación permanente fue puesta en jaque; las convulsiones económicas, políticas y sociales que acompañaron a las guerras mundiales demolieron el edificio modernista y, con él, cada uno de los ladrillos que le servían de sustento, incluyendo a aquellos que conformaban la estructura artística y cultural del modelo.

Brasil, país subdesarrollado y dependiente en términos económicos, entra de lleno a un proceso de “modernización” de la mano de la dictadura militar, instalada en el poder a partir de 1964. La modernización compulsiva fue realizada a imagen y semejanza de las necesidades del mercado mundial que, lejos de imprimir progreso y bienestar al conjunto de la población, provocó desajustes en términos políticos, culturales y socioeconómicos.

El desencanto de lo moderno se expresará en un quiebre con las formas y aún contenidos que se venían sosteniendo. A las modificaciones en la vida institucional y cotidiana impuestas por la dictadura militar, se sumaron aquellas provocadas directa o indirectamente por ese estado de cosas y la peculiar forma de enfrentarlo. Se buscarán nuevos caminos desde los cuales redefinir el perfil brasileño. Ese Brasil fragmentado, donde conviven lo arcaico y lo avanzado, con expresiones ideológicas de derecha e izquierda que sustentan tanto lo uno y lo otro, privilegiando los intereses propios por sobre los del conjunto y profundizando aún más la confusión reinante que sobrevino por la derrota -que significó el golpe de estado- de un proyecto que comenzaba a tener adhesión de masas.

Las respuestas reflejaron pues, las conclusiones que se sacaron de la experiencia inmediatamente anterior y las formas que, en consecuencia, fueron necesarias para continuar y/ o reconsiderar el tipo de enfrentamiento que se establecería con el poder. El desencanto tenderá a expresar más al sujeto, nuevo principio iniciador de la transformación quien, en su vida y en su obra, expresará ese rechazo a lo establecido, a las normas sociales. Quebrará desde el contenido y la forma lo establecido, buscando canales alternativos a los propuestos por derechas e izquierdas. Respuesta individual que se brinda a un público al que no le exige nada y del que espera complicidad.

En la literatura brasileña de los años cuarenta, la trama novelesca giraba en torno al descubrimiento de Brasil y la formación colonial o al desarrollo de lo nacional. Los personajes y las tramas surgían de o confluían hacia algún acontecimiento relacionado con estos tópicos. Todo aquello que no se amoldaba con este criterio era considerado como “sentimental” o “condenable”. El compromiso de tales escritos no era con los hechos sino con las emociones propias de quien escribía. La aparición en 1943 de Cerca del corazón salvaje, primera novela publicada de Clarice Lispector, desconcertó a la crítica. No permitía un encuadramiento ni en el canon aceptado ni en el repudiado. Silviano Santiago afirmará que Lispector inaugura una tradición “desafortunada” –reutilizando una expresión de Afranio Coutinho-, femenina y subalterna que, tres décadas después, tuvo que “travestirse” por lo que ella negaba.

La escritura de Clarice Lispector se mantuvo en “soledad”, mientras mutaban las formas y los contenidos en las letras brasileñas. Naturalismo, realismo social, concretismo, poesía marginal, tropicalismo, novela- reportaje, etc., hicieron pie en Brasil y sacudieron los cimientos de las instituciones y los cánones establecidos. Se sucedieron así diversos movimientos y géneros, desde los más modernistas a los “desencantados”, sin que ninguno de ellos pudiera asirla.

De alguna manera, su escritura rompe con los binarismos, para adentrarse en una reflexión donde la subjetividad trasciende al “yo” particular, sea este hombre/ mujer, alto/ bajo, real/ pensado y en donde el lenguaje es el soporte indiscutido, a la par que su gran limitación. Escribe porque se pregunta sobre cosas que no tienen respuestas y no a la inversa –escribir para responder a lo que se pregunta-. La creación está allí.

Su “desencanto” es anterior al estatuido, años más tarde, a escala nacional y mundial. Tal vez, por ello, se la juzgue desde ángulos contrapuestos y contradictorios, como hiper modernista –la narración que no narra- y como posmoderna –acorde a la nueva sensibilidad surgida del desencanto con lo moderno-.

DESARROLLO

Mucho se ha dicho acerca de la obra de Clarice Lispector. Y por contrapuestas que parezcan, esas opiniones no dejan de expresar algo intrínseco de su escritura. Su originalidad estriba en la imposibilidad de ser encasillada con facilidad dentro de un género o

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