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La Araucana


Enviado por   •  20 de Marzo de 2015  •  986 Palabras (4 Páginas)  •  208 Visitas

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Resumen de tradiciones peruanas

DON DIMAS DE LA TIJERETA

Cuento de viejas que trata de cómo un escribano le ganó un pleito al diablo

I

Por los primeros años del siglo pasado, cerca del portal de los Escribanos, vivía un cartulario llamado don Dimas de la Tijereta, escribano de la Real Audiencia y sin una pizca de fe. Se sabía que era hipócrita, timador y que guardaba un tesoro fruto de sus triquiñuelas. Su alma estaba tan desecha que ni Dios la hubiera reconocido, con ser él quien la creó y ni el diablo ni el ángel de la guarda podrían encontrar en él por donde cogerle el alma. Además que todos los gremios tienen como patrón a un santo que ejerció su oficio; pero los pobrecitos escribanos no tenían en el cielo algún camarada que los defienda.

II

Tijereta había caído en la peor tontería de la vejez: se enamoró hasta la coronilla de Visitación, una muchachita de veinte primaveras, una figurita de mírame y no me toques y ojos más matadores que las espadas de los duelistas. Tijereta, que no daba ni las buenas noches, se propuso conquistar en la chica con agasajos; empezó a regalarle joyas y vestidos pero la niña nada de nada con él.

Visitación vivía con su tía, vieja como el pecado de la gula, a quien años más tarde castigó la Santa Inquisición. La maldita había adoctrinado a su sobrina para servir de cebo de ricos caballeros a quienes sacar dinero. Don Dimas llegaba todas las noches a verla y Visitación lo escuchaba cortándose las uñas y sin hacerle mayor caso.

III

Seis meses habían pasado de solicitudes vanas y, casado de la espera, Tijereta quiso tener a Visitación a las buenas o a las malas; pero ella lo botó de su casa diciéndole que estaba cansada de aguantarlo. Don Dimas se fue, perdido en sus cavilaciones y llego hasta el cerrito de las Ramas. Enojado dijo en voz alta:

—¡Que venga un diablo cualquiera y se lleve mi almilla a cambio del amor de esa muchacha!

Satanás, que desde los antros más profundos del infierno escuchó el pedido, tocó campanilla y en el acto se le presentó el diablo Lilit, su secretario.

—Ve, Lilit —ordenó— al cerro de las Ramas y extiende un contrato con un hombre que tiene tanto desprecio por su alma que la llama almilla. Concédele lo que pida, que ya sabes que no soy tacaño tratándose de una presa.

Yo, pobre narrador de cuentos. No conozco los pormenores de la entrevista entre don Dimas y Lilit; pero, al regresar al infierno, este le entregó un pergamino a Satanás que decía lo siguiente:

“Conste que yo, don Dimas de la Tijereta, cedo mi almilla al rey de los infiernos, a cambio del amor y posesión de una mujer. Al plazo de tres años me obligo a satisfacer mi deuda”. Luego seguían las firmas de las partes.

Cuando el escribano volvió a su casa, le abrió la puerta nada menos que Visitación, que ebria de amor se arrojó en sus brazos. Lilit había encendido en ella el fuego

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