La locura lo cura - Resumen

Diana Carolina Valladares Sánchez
Intervención en Crisis
La Locura lo cura – Guillermo Borja

“El miedo nunca se quita. La cobardía sí.
La cobardía es miedo al miedo. Entonces,
hay que ir con miedo, pues es
una brújula que indica el camino correcto”

• Guillermo Borja

Un libro controversial debido a su premisa más relevante. Una premisa que desafía todos los principios fundamentalistas, metódicos y tradicionales sobre loa relación terapeuta-paciente y, primordialmente, sobre el propio terapeuta: El experto es humano y, por lo tanto, tiene sus propios errores.

Debo confesar que la idea de la terapia nunca me ha fascinado precisamente porque me considero demasiado empática – aunque poco expresiva- por lo que el desmorone emocional cada día me parecía inminente por un lado, y por el otro mi necesidad de conectar resulta, en teoría, poco ética.

 Después de leer este libro he encontrado que la práctica de una terapia con perspectiva más humana que metódica no es sólo posible sino conveniente en términos de recuperación y seguimiento puesto que recurre a nuestra necesidad de acercamiento, de compartir nuestra historia y de saber que hay esperanza.

El terapeuta sólo será capaz de curar lo que haya contemplado en su interior. Kafka decía que quien no se reconoce como un homicida y un suicida potencial no se puede considerar un hombre moral.

La forma de presentarnos su manifiesto terapéutico resulta tan refrescante y tan honesta, para unos, debido a los momentos de crisis que el propio Borja atravesaba en ese momento,  y tan chocante y descabellada para otros porque elimina completamente la solemnidad del papel de experto, comparándolo más bien con un viejo que ya recorrió el camino y cuya experiencia – convertida en palabras- servirá a otros para resolver sus propios problemas.

La idea de que no se cura desde la técnica sino desde la persona puede resultar abrumadora en un inicio, pues pareciera que la teoría y la preparación quedan en un plano secundario mientras que la habilidad y el don de gentes se vuelve el protagonista durante un proceso terapéutico. Las técnicas no son creadas para ayudar los pacientes sino a los terapeutas.

Sin embargo, no suena descabellado si lo trasladamos a un terreno como el educativo: Hay quien sabe mucho, pero no sabe cómo enseñar. ¿Cuál es el motivo de que un terapeuta con todas las herramientas sea incapaz de lograr progreso con un usuario determinado? No hay conexión, no hay interés, no hay comunicación; y no es culpa del paciente.

El que se reconoce a sí mismo, reconoce a los demás. Otro de los fortísimos enunciados que nos regala este libro y resulta aterrador porque no estamos dispuestos a ahondar en nuestros propios demonios, nuestras propias faltas y pasiones… como si el título y la cédula nos concedieran esta suerte de superioridad moral e inmunidad diplomática sobre todo lo que significa ser humano, sobre todo en materia de enfermedad y locura.

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