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MATALACHE


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2014  •  2.962 Palabras (12 Páginas)  •  242 Visitas

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 RESUMEN: Don Baltazar Rehón de Meneses visita a don Juan Francisco en La Tina, un Caserón de adobe donde se fabrica jabón y se curten pieles, con la finalidad de enviarle a una joven mulata llamada Rita, para que pierda su pureza a manos de José Manuel, un mulato veintiocheno, exúbero de belleza juvenil, con vigor y flexibilidad de pantera javanesa y mirada soberbia y firme. A pesar que considera que actuar de intermediario en el acoplamiento de los esclavos es algo indigno, don Juan Francisco acepta pero con la intención de quedarse con la mulata, pues, según le ha dicho don Baltazar, la muchacha es de lo más eficiente. La Tina era en 1816 un caserón de adobe, ladrillo y paja, levantado a sotavento de la ciudad, unos quinientos pasos más allá de su extremo norte, besando la escarpada margen derecha del Piura y sobre una prominencia del terreno. Vista de lejos, semejaba de día por su aislamiento y extensión, un castillo feudal, y en las noches, un aguafuerte goyesco. (...) Posiblemente esto fue lo que pensó el fundador de La Tina. El licenciado don Cosme de los Ríos (...) La clase de industria a que había sido dedicada exigíalo así. Fabricar jabones y curtir pieles era un trabajo que obligaba a alejarse de la comunidad y a seguir ciertas prácticas para poder desenvolverse favorablemente. (...) Y en este vértigo del trabajo el negro era el que más contribuía con su sangre y sudor.

 Al igual que las bestias se le daba ración contada y medida. (...) Y a cambio de esto once horas de trabajo: de cinco a seis con dos horas de descanso de por medio. Y era en este edificio donde Juan Francisco el nieto de aquel hidalgo industrioso del siglo XVIII, había venido a establecerse, resuelto a amasar en ella una nueva fortuna. El abuelo había sido un hombre de vida disipada, de ahí que a su muerte el negocio quedara resentido. Fue en esta condición de descrédito en que don Juan Francisco recibió el negocio familiar. Junto con el traspaso se le dio una docena y media de esclavos, viejos en su mayor parte, y al frente de este rebaño a un atlético mulato llamado José Manuel, terror de las mulatas jóvenes debido a su virilidad. Fue en aquellos días, en que don Juan Francisco se hallaba levantando a La Tina de sus escombros, en que intempestivamente apareció su hija María Luz, venida de Lima, y seguida de una cabalgata de jóvenes píatenos cautivados por la belleza de la muchacha. El arribo de la muchacha no causó gracia alguna a su padre, quien veíase ya haciendo el papel de madre. La muchacha había estado al cuidado de sus tíos, pero como el padre no había enviado el dinero para la mantención con puntualidad, aquellos decidieron enviársela al padre para que él se hiciera cargo de la hija. Para que la muchacha no interfiriera en sus labores, el padre la instaló en el piso alto, sobre sus habitaciones, con cierta independencia, y dándole para su servicio dos criadas, entre ellas a Rita.

 La tranquilidad de María Luz en aquella enorme casa no era más que aparente. Aquella vida era como un secuestro, como un encierro a perpetuidad, sin esperanza de cambio o fin. Sólo las puestas del sol alegraban su espíritu; unas puestas de sol que bañaban sus pupilas en oros y violetas de una pureza extraña. Cierta mañana, estando María Luz en el balcón de su recámara, fue saludada amablemente por José Manuel, que era el capataz de La Tina. Fue aquel musculoso mulato quien le sirvió de guía cuando la bella muchacha se decidió a dar un paseo por los alrededores de la fábrica. Así pudo la muchacha contemplar a los peones que trabajaban casi desnudos en aquel ambiente nauseabundo, donde los cueros despedían una hediondez acre y punzante y donde una espesa nube de moscas zumbaban por todas partes.

 Por un negro de aspecto simiesco y medio tonto, María Luz pudo enterarse de dónde provenía el mote de Matalaché, con que se le conocía a José Manuel: "Cógela, Cógela José Manuel; /mátala, mátala, mátala, che", le cantaban al mulato en alusión a las cuantiosas muchachas que habían pasado por el "empreñadero", habitación de aspecto fantasmal donde el negro se amancebaba con las mulatas que le enviaban los señores del lugar con la finalidad de que las preñara y apoderarse de los críos para así aumentar el número de esclavos a su servicio. La fama de José Manuel incitó la curiosidad de María Luz quien cautelosamente comienza a indagar sobre su personalidad, así descubre que nunca ha obligado a ninguna mulata, a pesar de haberlo podido hacer, a someterla a sus requerimientos amorosos. Prueba de ello es el caso de Rita, quien le confiesa que se opuso a estar con el padrillo, el cual le dijo: Eres tú la primera mujer que rechaza a José Manuel y por eso me has gustado y no son pocas, me han aceptado luego. Más bien yo te respeto. Todas, todas las que han entrado aquí, que no son pocas, me han aceptado luego. Más bien yo he despreciado algunas. Y me he acostado en esa tarima solo, dejándolas ahí plantadas toda la noche. Matalaché, como me llaman las gentes de la ciudad, tiene también corazón y sentidos, y lo que no le gusta lo deja. Y también orgullo: por eso no te obligo. Si yo juera un bruto, como esos que duermen allá en el canchón, te forzaría, que para eso te han mandado tus amos, y de nada te valdrían los gritos ni las lágrimas.

 José Manuel no sabe hacer esas cosas, y menos hacer llorar a las mujeres; sobre todo, cuando son infelices como tú que no tienen la culpa de hallarse aquí. Quédate tranquila si gustas, o lárgate si quieres" La presencia de María Luz. en medio de esa oprobiosa servidumbre, significó la aurora después de una noche de desvelo y angustia. Una alegría repentina brilló en todos los rostros y un nuevo espíritu de trabajo se despertó en todas las almas. Las mujeres, esclavas y libres, sentíase también felices y como amparadas por una sombra protectora. Los instrumentos de castigo, usados hasta entonces con sádica frecuencia, dejaron de repente de aplicarse.

 Un sentimiento de humanización comenzó a extenderse por todos los ámbitos de aquel semipresidio, hecho como para torturar las almas y los cuerpos. A don Juan Francisco la vuelta de esta hija venia sin duda a abreviarle su esperanza de enriquecimiento, que era su única ambición y la causa del aislamiento en que vivía. Pero el más impresionado y transformado por la influencia de esta mujer fue José Manuel. La oscuridad del pobre mundo en que viviera sumido desde que nació, comenzó a desvanecerse y a dejarle entrever horizontes de luz y de vida ignorados por él hasta entonces. Y su corazón empezó a sentir la necesidad del acoplamiento espiritual, que sólo por intuición había descubierto ser más fuerte y digno que aquellos otros de que había gozado hasta entonces por

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