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Nuestra America

ricainba15 de Julio de 2013

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NUESTRA AMÉRICA

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BIBLIOTECA AYACUCHO

CARTA A GONZALO DE QUESADA*

Montecristi * * 1 de abril de 1895

Gonzalo querido:

DE MIS LIBROS no le he hablado. Consérvenlos; puesto que siempre necesitará

la oficina, y más ahora: a fin de venderlos para Cuba en una ocasión

propicia, salvo los de la historia de América, o cosas de América –geografía,

letras, etc.– que U. dará a Carmita1 a guardar, por si salgo vivo, o me

echan, y vuelvo con ellos a ganar el pan. Todo lo demás lo vende en una hora

oportuna. U. sabrá cómo. Envíemele a Carmita los cuadros, y ella irá a

recoger todos los papeles. U. aún no tiene casa fija, y ella los unirá a los que

ya me guarda. Ni ordene los papeles, ni saque de ellos literatura; todo eso

está muerto, y no hay aquí nada digno de publicación, en prosa ni en verso:

son meras notas. De lo impreso, caso de necesidad, con la colección de La

Opinión Nacional, la de La Nación, la del Partido Liberal, la de la América

hasta que cayó en Pérez y aun luego la del Economista, podría irse escogiendo

el material de los seis volúmenes principales.Y uno o dos de discursos y

artículos cubanos. No desmigaje el pobre Lalla Rookh que se quedó en su

mesa. Antonio Batres, de Guatemala, tiene un drama mío, o borrador dramático,

que en unos cinco días me hizo escribir el gobierno sobre la independencia

guatemalteca. La Edad de Oro, o algo de ella sufriría la reimpresión.

Tengo mucha obra perdida en periódicos sin cuento; en México del 75 al

77 –en la Revista Venezolana, donde están los artículos sobre Cecilio

* Se la conoce como el “testamento literario” de J.M.

** República Dominicana.

1. Se refiere a Carmen Mantilla.

2. Se trata de Benjamín Guerra.

3. Se refiere a Tomás Estrada Palma.

4. Se refiere a María Mantilla.

Acosta y Miguel Peña: –en diarios de Honduras, Uruguay y Chile– en no sé

cuántos prólogos: –a saber. Si no vuelvo, y usted insiste en poner juntos mis

papeles, hágame los tomos como pensábamos:

I. Norteamericanos

II. Norteamericanos

III. Hispanoamericanos

IV. Escenas Norteamericanas

V. Libros sobre América

VI. Letras, Educación y Pintura

Y de versos podría hacer otro volumen: Ismaelillo,Versos sencillos, y lo

más cuidado o significativo de unos Versos libres, que tiene Carmita. No me

los mezcle a otras formas borrosas, y menos características.

De los retratos de personajes que cuelgan en mi oficina escoja dos U.,

y otros dos Benjamín2. Y a Estrada3, Wendell Phillips.

Material hallará en las fuentes que le digo para otros volúmenes: el IV

podría doblarlo, y el VI.

Versos míos, no publique ninguno antes del Ismaelillo; ninguno vale

un ápice. Los de después, al fin, ya son unos y sinceros.

Mis escenas, núcleos de dramas, que hubiera podido publicar o hacer

representar así, y son un buen número, andan tan revueltas, y en tal taquigrafía,

en reversos de cartas y papelucos, que sería imposible sacarlas a luz.

Y si U. me hace, de puro hijo, toda esa labor, cuando yo ande muerto,

y si le sobra de los costos, lo que será maravilla, ¿qué hará con el sobrante?

La mitad será para mi hijo Pepe, la otra mitad para Carmita y María4.

Ahora pienso que del Lalla Rookh se podría hacer tal vez otro volumen.

Por lo menos, la Introducción podría ir en el volumen VI. Andará U.

apurado para no hacer más que un volumen del material del 6o. El dorador

pudiera ser uno de sus artículos, y otro Vereshagin y una reseña de los pintores

impresionistas, y el Cristo de Munckazy. Y el prólogo de Sellén, –y el

de Bonalde, aunque es tan violento, –y aquella prosa aún no había cuaja-

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do, y estaba como vino al romper, –U. sólo elegirá por supuesto lo durable

y esencial.

De lo que podría componerse una especie de Espíritu, como decían antes

a esta clase de libros, sería de las salidas más pintorescas y jugosas que

U. pudiera encontrar en mis artículos ocasionales. ¿Qué habré escrito sin

sangrar, ni pintado sin haberlo visto antes con mis ojos? Aquí han guardado

los En casa en un cuaderno grueso: resultan vivos y útiles.

De nuestros hispanoamericanos recuerdo a San Martín, Bolívar, Páez,

Peña, Heredia, Cecilio Acosta, Juan Carlos Gómez, Antonio Bachiller.

De norteamericanos: Emerson, Beecher, Cooper, W. Phillips, Grant,

Sheridan, Whitman. Y como estudios menores, y más útiles tal vez, hallará,

en mis correspondencias, a Arthur, Hendricks, Hancock, Conkling, Alcott,

y muchos más.

De Garfield escribí la emoción del entierro, pero el hombre no se ve,

ni lo conocía yo, así que la celebrada descripción no es más que un párrafo

de gacetilla. Y mucho hallará de Longfellow y Lanier, de Edison y Blaine,

de poetas y políticos y artistas y generales menores. Entre en la selva y

no cargue con rama que no tenga fruto.

De Cuba ¿qué no habré escrito?: y ni una página me parece digna de

ella: sólo lo que vamos a hacer me parece digno. Pero tampoco hallará palabra

sin idea pura y la misma ansiedad y deseo de bien. En un grupo puede

poner hombres: y en otro, aquellos discursos tanteadores y relativos de

los primeros años de edificación, que sólo valen si se les pega sobre la realidad

y se ve con qué sacrificio de la literatura se ajustaban a ella. Ya usted sabe

que servir es mi mejor manera de hablar. Esto es lista y entretenimiento

de la angustia que en estos momentos nos posee. ¿Fallaremos también en la

esperanza de hoy, ya con todo el cinto? Y para padecer menos, pienso en usted

y en lo que no pienso jamás, que es en mi papelería.

Y falló aquel día la esperanza –el 25 de marzo. Hoy 1 de abril, parece

que no fallará. Mi cariño a Gonzalo es grande, pero me sorprende que llegue,

como siento ahora que llega, hasta a moverme a que le escriba, contra

mi natural y mi costumbre, mis emociones personales. De ser mías sólo, las

escribiría; por el gusto de pagarle la ternura que le debo: pero en ellas habrían

de ir las ajenas, y de eso no soy dueño. Son de grandeza en algunos

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momentos, y en los más, de indecible y prevista amargura. En la cruz murió

el hombre en un día: pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los

días. Martí no se cansa, ni habla. ¿Conque ya le queda una guía para un poco

de mis papeles?

De la venta de mis libros, en cuanto sepa Ud. que Cuba no decide que

vuelva, o cuando –aún indeciso esto– el entusiasmo pudiera producir con

la venta un dinero necesario, Ud. la dispone, con Benjamín hermano, sin

salvar más que los libros sobre nuestra América –de historia, letras o arte–

que me serán base de pan inmediato, si he de volver, o si caemos vivos. Y

todo el producto sea de Cuba, luego de pagada mi deuda a Carmita: $

220.00. Esos libros han sido mi vicio y mi lujo, esos pobres libros casuales,

y de trabajo. Jamás tuve los que deseé, ni me creí con derecho a comprar los

que no necesitaba para la faena. Podría hacer un curioso catálogo, y venderlo,

de anuncio y aumento de la venta. No quisiera levantar la mano del

papel, como si tuviera la de Ud. en las mías; pero acabo, de miedo de caer

en la tentación de poner en palabras cosas que no caben en ellas.

Su

J. Martí

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I

IDEA DE NUESTRA AMÉRICA

Los Códigos Nuevos

A JOAQUÍN MACAL

Sr. D. Joaquín Macal

Ministro de Relaciones Exteriores

Mi respetable amigo:

QUERÍA UD. SABER qué pensaba yo del Código nuevo, y ver algo de lo que

le dicen que yo he escrito. –¿Por qué me pide Ud. nada de lo pasado? La vida

debe ser diaria, movible, útil; y el primer deber de un hombre de estos

días, es ser un hombre de su tiempo. No aplicar teorías ajenas, sino descubrir

las propias. No estorbar a su país con abstracciones, sino inquirir la manera

de hacer prácticas las útiles. Si de algo serví antes de ahora, ya no me acuerdo:

lo que yo quiero es servir más. Mi oficio, cariñoso amigo mío, es cantar

todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar

todo lo grande. Escribo cada día sobre lo que cada día veo. Llego a

Guatemala, y la encuentro robusta y próspera, mostrándome en sus manos,

orgullosa, el libro de sus Códigos; lo tomo, lo leo ansioso, me entusiasma su

sencillez y su osadía, y –encogido por los naturales temores de escribir donde

no se es conocido, pero deudor a Ud. de algunos renglones, esos que aquí

le envío, y no han de ser ellos los últimos que sobre tan noble y bien entendida

materia escriba mi pluma apasionada, apasionada de la grandeza y de mi

deber; por eso, como ayer decía a Ud. –, nunca turbaré con actos, ni palabras,

ni escritos míos la paz del pueblo que me acoja. Vengo a comunicar lo

poco que

...

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