Oliver Twist
nay99g22 de Julio de 2014
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CAPITULO UNO:
Una fría noche de invierno, en una pequeña ciudad de Inglaterra, unos transeúntes hallaron a una joven y bella mujer tirada en la calle. Estaba muy enferma y pronto daría a luz un bebé. Como no tenía dinero, la llevaron al hospicio, una institución regentada por la junta parroquial de la ciudad que daba cobijo a los necesitados. Al día siguiente nació su hijo y, poco después, murió ella sin que nadie supiera quién era ni de dónde venía. Al niño lo llamaron Oliver Twist.
Oliver pasó sus 10 primeros meses de vida en ese hospicio. Pasados ese tiempo, la junta parroquial lo envió a otro hospicio situado fuera de la ciudad donde vivían veinte o treinta huérfanos más. Estaban sometidos a la crueldad de la señora Mann, una mujer cuya avaricia la llevaba a apropiarse del dinero que la parroquia destinaba a cada niño para su manutención.
El día de su noveno cumpleaños, Oliver se encontraba encerrado en la carbonera con otros dos compañeros. El señor Blumble, celador de la parroquia, vino a buscar a Oliver ya que era mayor para estar en ese lugar.
Al poco rato, el celador y el niño abandonaban juntos el miserable lugar.
Al llegar al nuevo hospicio, Oliver fue llevado ante la junta parroquial y allí, el señor Limbkins, que era el director hablo con él. ´ En el hospicio, el hambre seguía atormentando a Oliver y a sus compañeros: sólo les daban un cacillo de gachas al día, excepto los días de fiesta en que recibían, además de las gachas, un trocito de pan. Un día, después de cenar, Oliver se levantó de la mesa, se acercó al director y le pidió más comida, por la osadía Oliver fue castigado, fue encerrado durante una semana en un cuarto frío y oscuro. Sólo se le permitía salir para ser azotado en el comedor delante de todos sus compañeros. La junta parroquial decidió poner en venta a Oliver por su mal comportamiento.
El primero que lo quiso comprar, el juez le dijo que no, y el siguiente fue el señor Sowerberry, encargado de la funeraria parroquial.
La junta parroquial decidió que Oliver se fuera con él aquella misma noche.
Al llegar la mujer del dueño de la funeraria abrió una pequeña puerta y empujó a Oliver por una empinada escalera. Al final de ella, se encontraba la cocina, que era un sótano de piedra húmeda y oscura. Allí sentada estaba una muchacha sucia y desastrada.
Los ojos de Oliver se iluminaron al ver llegar el cuenco de comida y se lanzó sobre unos restos que hasta el perro habría desdeñado, Cuando hubo acabado de comer, la señora Sowerberry llevó a Oliver hasta la tienda bajo cuyo mostrador había puesto un viejo colchón
Solo ya en la funeraria, Oliver sintió un escalofrío, el hueco donde estaba el colchón también parecía un sepulcro. Oliver lo miró y, por un momento, deseó que aquélla fuera de verdad su tumba.
CAPÍTULO DOS:
Llevaba Oliver casi un mes en la funeraria, cuando al señor Sowerberry se le ocurrió una idea, que Oliver lo acompañe a los entierros de los chicos más chicos.
A la mañana siguiente, el señor Bumble entró en la tienda a encargar un ataúd y el funeral para una señora de la parroquia.
Caminaron por calles sucias y miserables. Cuando llegaron a la casa indicada, subieron hasta el primer piso y el señor Sowerberry llamó con los nudillos. Una muchacha de unos trece años abrió la puerta y ambos entraron. Dentro de la casa, el espectáculo era estremecedor: agachado frente a una chimenea sin lumbre, había un hombre flaco y pálido; a su lado, una vieja sentada en un taburete; más allá, unos niños harapientos mirando hacia el cadáver que yacía en el suelo cubierto con una manta. Cuando el señor Sowerberry hizo intención de acercarse al cuerpo sin vida para realizar su trabajo.
Transcurrido el mes de prueba, Oliver pasó a ser aprendiz oficialmente. A Noah le corroía la envidia de ver ascendido al pequeño Oliver y desde entonces, se propuso hacerle la vida imposible. Un día se pelearon de tal modo que Oliver se volvió loco y ataco a Noah, luego de un rato intervinieron Charlotte y la señora Sowerberry, y entre los tres le dieron una paliza a Oliver y Noah fue a llamar al señor Sowerberry, como mando la señora Sowerberry.
Cuando llegó el señor Sowerberry, le contaron lo ocurrido con tantas exageraciones, que el hombre, indignado, abrió la puerta del sotanillo y sacó a rastras a su rebelde aprendiz agarrándole por el cuello de la camisa. Oliver tenía las ropas desgarradas, el pelo revuelto y la cara amoratada y arañada.
El niño pasó todo el día arrinconado, sin más comida que una rebanada de pan. Al llegar la noche lo mandaron a dormir, entonces Oliver rompió a llorar.
CAPÍTULO TRES:
Decidió ir caminando a Londres, pero no quedaba muy cerca. Llegó en ocho días. Por el camino conoció a un niño, llamado Jack, que le llevó a la casa de su abuelo Fagín. Ahí le dieron de comer y lo dejaron dormir. Pero al despertarse, Oliver vio que Fagín tenía una caja con joyas y objetos robados.
Jack volvió a la casa de Fagín junto con un amigo, al que llamaba el Charley Bates. Enseñaron a Fagín lo que habían robado y empezaron a jugar un extraño juego en el que simulaban un robo. Un día Fagín mando a Oliver a robar con los dos ladrones, aunque Oliver aún no sabía que había que hacer. Jack y el Charley Bates decidieron robar a un señor que estaba enfrente de una librería. Cuando el señor se enteró vio a Oliver, quien salió corriendo.
El señor gritó que le atraparan que le había robado y en pocos segundos y había un mucha gente persiguiéndolo. De tanto correr, Oliver se cayó y se golpeó en la mandíbula, haciendo que empezara a sangrar. Vino la policía y se llevó a Oliver al juzgado, pero el señor que le habían robado no estaba seguro de que Oliver fuera el ladrón.
Al pobre Oliver le metieron en el calabozo preso por algo que él no había hecho. Al señor Brownlonw lo llamaron a declarar porque fue él el que denunció al niño.
El juez llamó a Oliver para escuchar. Cuando entró el juez le preguntó al señor Brownlonw si ese era el niño que la había robado. Pero no estaba seguro si había sido él. El juez le pregunto unas cosas a Oliver, pero él no pudo contestarle y se desmayo en el suelo. Cuando el juez regresó al calabozo el niño, llego el librero aclarando que él, desde su librería había visto todo y que Oliver no había hecho nada, que él solo estaba mirando, y él se asustó, salió corriendo y lo detuvieron. Entonces el señor Brownlonw para compensar a Oliver de haberlo acusado injustamente, se llevó al niño a su casa para que se recuperara.
CAPÍTULO CUATRO
Mientras Oliver era llevado a casa del señor Brownlonw, el Pillastre y Charley Bates regresaban a casa de Fagín. Los chicos le contaron el relato de la captura de Oliver
Cuando el viejo Fagín vio al Marrullero y a Bates quienes volvían sin Oliver les dijo que si tenía que pegarles. El viejo les preguntó qué había pasado con Oliver. Ellos les dijeron que se lo había llevado la policía. De repente Sikes entro. Todos se pusieron a pensar que quiénes iban a ir a buscar a Oliver, tenía que saber mucho. Decidieron que fuera Nancy y los dos le dijeron que vaya a buscar a Oliver, simulando que era su hermano y se había perdido. Nancy se fue en busca de Oliver. Primero fue a la comisaría a preguntar por Oliver llorando y diciendo que era su hermana, pero allí la dijeron que ya no estaba, que se le había llevado el señor Browlonw. Nancy volvió a casa de Fagín y le contó lo que paso.
Mientras tanto, en otra zona de la ciudad, Oliver se reponía al cuidado de una viejecita maternal y muy dulce, la señora Bedwin, que era el ama de llaves del señor Brownlow. A los tres días, Oliver, aunque seguía muy débil, pudo levantarse de la cama y pasar un rato en un sillón junto al fuego. Fue entonces cuando los ojos del chico se clavaron en un retrato que estaba colgado en la pared. Y es que, el parecido entre la señora del retrato y Oliver era impresionante. Pero
Oliver no llegó a saber la causa de aquella súbita exclamación porque, segundos antes, se había desmayado.
A la mañana siguiente, el muchacho se despertó, restablecido de su desvanecimiento.
Los días de su recuperación fueron para Oliver los más felices de su vida. Se encontraba rodeado de atenciones, dulzura y buenas palabras. Aquella casa le parecía el paraíso. Una tarde, el señor Brownlow lo llamó a su despacho. El quería saber su versión de la historia.
Cuando el chico estaba a punto de empezar su relato, llegó el señor Grimwig, un viejo amigo del señor Brownlow. Era un anciano de gestos duros pero de corazón muy noble.
El señor Grimwig estaba dispuesto a admitir que la apariencia y las maneras de
Oliver eran enormemente atractivas, pero a él le gustaba llevar la contraria, y había decidido desde un principio no dar la razón a su amigo.
La fortuna quiso que la señora Bedwin apareciera en aquel momento. Traía un paquetito de libros encargados por el señor Brownlow al librero que había salvado a Oliver de tres meses de trabajos forzados. Mientras tanto, en un tugurio llamado Los Tres Patacones, que estaba en la zona más sucia de la ciudad, Fagín entregaba a Bill Sikes un puñado de monedas envueltas en un viejo pañuelo.
Fagín obedeció la orden de Sikes, a inmediatamente apareció el tabernero, un judío llamado Barney. Al poco rato, Nancy llegó a la taberna, se sentó con los dos hombres y
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