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Parte Del Libro De Cincuenta Sombras Mas Oscuras


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2014  •  3.221 Palabras (13 Páginas)  •  260 Visitas

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—¿Ah, sí? —comento en tono sardónico.

No quiero pelearme con él esta noche. Necesito una ducha.

La chica que se parece a mí espera fuera frente a la puerta de SIP. Un

momento… ella es yo. Estoy pálida y sucia, y la ropa que llevo me viene grande. La

estoy mirando a ella, que viste mi ropa… saludable y feliz.

—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —le pregunto.

—¿Quién eres?

—No soy nadie… ¿Quién eres tú? ¿También eres nadie…?

—Pues ya somos dos…no lo digas, nos harían desaparecer, sabes…

Sonríe despacio, con una mueca diabólica que se extiende por toda su cara,

y es tan escalofriante que me pongo a chillar.

—¡Por Dios, Ana!

Christian me zarandea para que despierte.

Estoy tan desorientada. Estoy en casa… a oscuras… en la cama con

Christian. Sacudo la cabeza, intentando despejar la mente.

—Nena, ¿estás bien? Has tenido una pesadilla.

—Ah.

Enciende la lámpara y nos baña con su luz

—¿Ah, sí? —comento en tono sardónico.

No quiero pelearme con él esta noche. Necesito una ducha.

La chica que se parece a mí espera fuera frente a la puerta de SIP. Un

momento… ella es yo. Estoy pálida y sucia, y la ropa que llevo me viene grande. La

estoy mirando a ella, que viste mi ropa… saludable y feliz.

—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —le pregunto.

—¿Quién eres?

—No soy nadie… ¿Quién eres tú? ¿También eres nadie…?

—Pues ya somos dos…no lo digas, nos harían desaparecer, sabes…

Sonríe despacio, con una mueca diabólica que se extiende por toda su cara,

y es tan escalofriante que me pongo a chillar.

—¡Por Dios, Ana!

Christian me zarandea para que despierte.

Estoy tan desorientada. Estoy en casa… a oscuras… en la cama con

Christian. Sacudo la cabeza, intentando despejar la mente.

—Nena, ¿estás bien? Has tenido una pesadilla.

—Ah.

Enciende la lámpara y nos baña con su luz—¿Ah, sí? —comento en tono sardónico.

No quiero pelearme con él esta noche. Necesito una ducha.

La chica que se parece a mí espera fuera frente a la puerta de SIP. Un

momento… ella es yo. Estoy pálida y sucia, y la ropa que llevo me viene grande. La

estoy mirando a ella, que viste mi ropa… saludable y feliz.

—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —le pregunto.

—¿Quién eres?

—No soy nadie… ¿Quién eres tú? ¿También eres nadie…?

—Pues ya somos dos…no lo digas, nos harían desaparecer, sabes…

Sonríe despacio, con una mueca diabólica que se extiende por toda su cara,

y es tan escalofriante que me pongo a chillar.

—¡Por Dios, Ana!

Christian me zarandea para que despierte.

Estoy tan desorientada. Estoy en casa… a oscuras… en la cama con

Christian. Sacudo la cabeza, intentando despejar la mente.

—Nena, ¿estás bien? Has tenido una pesadilla.

—Ah.

Enciende la lámpara y nos baña con su luz—¿Ah, sí? —comento en tono sardónico.

No quiero pelearme con él esta noche. Necesito una ducha.

La chica que se parece a mí espera fuera frente a la puerta de SIP. Un

momento… ella es yo. Estoy pálida y sucia, y la ropa que llevo me viene grande. La

estoy mirando a ella, que viste mi ropa… saludable y feliz.

—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —le pregunto.

—¿Quién eres?

—No soy nadie… ¿Quién eres tú? ¿También eres nadie…?

—Pues ya somos dos…no lo digas, nos harían desaparecer, sabes…

Sonríe despacio, con una mueca diabólica que se extiende por toda su cara,

y es tan escalofriante que me pongo a chillar.

—¡Por Dios, Ana!

Christian me zarandea para que despierte.

Estoy tan desorientada. Estoy en casa… a oscuras… en la cama con

Christian. Sacudo la cabeza, intentando despejar la mente.

—Nena, ¿estás bien? Has tenido una pesadilla.

—Ah.

Enciende la lámpara y nos baña con su luz—¿Ah, sí? —comento en tono sardónico.

No quiero pelearme con él esta noche. Necesito una ducha.

La chica que se parece a mí espera fuera frente a la puerta de SIP. Un

momento… ella es yo. Estoy pálida y sucia, y la ropa que llevo me viene grande. La

estoy mirando a ella, que viste mi ropa… saludable y feliz.

—¿Qué tienes tú que yo no tenga? —le pregunto.

—¿Quién eres?

—No

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