Blas de Lezo

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Tema: Piratas del Caribe

Cuando Cristóbal Colón llegó a América en 1492, los españoles nos convertimos en los responsables de la creación de una nueva identidad cultural, producto del encuentro y fusión entre los pueblos indígenas de América y, los aventureros y descubridores españoles, además de ser los primeros apreciadores del patrimonio cultural hispanoamericano y comerciantes de recursos, entre Europa y el nuevo mundo.  

Es normal que la incertidumbre de conocer y conquistar el nuevo mundo, además de que depara más allá de él, es de interés para otras Coronas de gran poderío que buscan expandir su reino sin ningún tipo de escrúpulos. ^[d]Por esto, es deber de cualquier persona, que por sus venas corre sangre española, defender la tierra bendecida por nuestro Dios, que nos trajo a este lugar para cruzar nuestras culturas y contribuir a la supervivencia del hombre, a través de los regalos que nos dio nuestra madre tierra, como los recursos naturales, no conocidos en Europa y el resto del mundo, que pueden aportar en investigación y fortalecimiento de la cotidianidad y costumbres antiguas.

Juro que protegeré nuestro territorio de las redadas de la Corona Inglesa, desleal e ilegítima de estas tierras, que atentan en contra del bienestar nuestros habitantes y de nuestro encuentro de mundos. Juro que combatiré a los rebeldes piratas y corsarios, codiciosos de poder, que amenazan las rutas comerciales de nuestros buques, que traen a estas tierras los regalos y descubrimientos traídos desde España y los recursos intercambiados de esta tierra bendecida^[e]. Para lograrlo, es necesario el fomento de las relaciones clandestinas entre informantes y grandes influencias de la República Pirata, para descifrar su metodología, derrotar la ambición de los ilegítimos y aplastar sus zonas de control que acaben con sus instalaciones y todos sus recursos. Para ello es necesario un pactar una tregua con la Corona Francesa, conocedora de la legitimidad de territorios y dispuesta a la mediación de lo que es correcto que también sufre de los estragos de estos agentes.

Desde lo más profundo de mi alma, me dispongo a entregarlo todo por la patria, cuyo destino está en juego; entregaré mi vida si es necesario, como ya entregue mi brazo y mi pierna para seguir luchando y asegurarme que los enemigos de España no habrán de hollar su suelo. Que la santa religión, a nosotros confiada por el destino, no habrá de sufrir menoscabo mientras me quede aliento de vida^[f].

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