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Abundancia a la vista! Tras la lógica de la estética popular en tiempos de transformaciones sociales

karimepavez15 de Agosto de 2011

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Karime Pavez, SNV, karimepavez@yahoo.com.br

David Rojas Elbirt, Nexo, david.rojas@nexobolivia.org

Título: Abundancia a la Vista! Tras la Lógica de la Estética Popular en Tiempos de Transformaciones Sociales.

Resumen:

La siguiente ponencia sostiene que en contextos urbanos, las estéticas populares son no sólo un indicador sino el motor de muchos mecanismos de inclusión económica y de movilidad social. Argumentamos esto mostrando las diversas configuraciones de símbolos de abundancia en los mercados y en los hogares. Los mercados, espacios recurrentes en la vida social y económica, dominados por mujeres, utilizan la abundancia para estimular el consumo. Ejemplificamos cómo los mercados concentran y distribuyen el poder simbólico de ciertos valores populares, como la abundancia, y potencian su expresión estética dentro de las casas. Finalmente, proponemos que nuestra lectura simbólica hace posible por un lado (1) conectar la estética con el consumo cotidiano de las familias, y (2) enmarcar y conectar hallazgos etnográficos como los nuestros en un proceso de diseño de políticas públicas a partir de anclajes en lo local.

Seminario 3: Cultura(s) Popular(es): Folklore, Etnomusicología y Artes Populares

1. Mirar desde el Consumo.

1.1 Giro conceptual hacia el Consumo.

"Las diferentes interpretaciones tienen mucho más que ver con la visión teórica e ideológica del investigador acerca del significado del consumo, de la sociedad de consumo, del capitalismo y del segmento o grupo social analizado, que con las diferencias concretas sobre la manipulación, el uso y el disfrute (fruição) de los bienes y servicios etnográficamente sustentados", Barbosa & Campbell (2006: 23).

Cuando Marx explicó al consumo como parte del "fetichismo de las mercancías", personas y objetos quedaron escindidos en el recuento académico de las relaciones sociales. Una mezcla de miedo y activismo político contra el capitalismo pirata, ha perpetuado esto, no sólo caricaturizando el poder simbólico presente en las cosas que usamos y valoramos, y que viven con nosotros en casa, sino también devaluando la activa producción de significados de las acciones humanas en y a través de actos de consumo. En aras de dar cuenta de las contradicciones internas de un sistema económico, los enfoques crítico-sociales privilegiaron al trabajo (división, medios, relaciones, valor) como dimensión privilegiada para interpretar la realidad. El énfasis académico y político contemporáneo sigue sobre el mundo del trabajo, e implicó antes y también ahora la descalificación moral del consumo y la vida material (Ritzer citado en Barbosa y Campbell: 32). Las personas son reducidas a receptores pasivos o reactivos de bienes de consumo, y los artefactos quedan conceptualizados como reemplazantes alienantes de relaciones entre personas (aliados de las clases explotadoras), y las relaciones con y a través de objetos quedan estigmatizadas como las responsables prácticas del empobrecimiento de las relaciones entre personas de carne y hueso (Lury, 1996: 45-50). Paradójico que mientras el carácter revolucionario de las propuestas de Marx se encapsulaba en crear condiciones más justas para el trabajador, hoy en día Michael Pollan (2006) plantea como acto revolucionario el preguntarnos en tanto consumidores de dónde viene lo que comemos y a donde van nuestros desechos.

Es bueno recordar (ver en Goodwin & Otros, 1997) que gran parte de lo que es asociado negativamente al consumo de hoy, como la emulación de tendencias, el materialismo, hedonismo, la competición por status y poder, la valorización de la dimensión expresiva de los objetos en detrimento de la funcionalidad, deseos "superfluos", etc., ya se hallaba presente en otros tiempos y otros mundos (griegos, romanos, egipcios, mayas, incas, babilonios, china imperial, etc.). Los recuentos etnográficos de distintas épocas de la humanidad, muestran que aún reduciendo al mínimo de "necesidades básicas", los humanos necesitamos más para sobrevivir. Poder escoger cómo sobrevivir (adscribiéndonos a, y reproduciendo así, determinada visión de mundo) es tan vital como una necesidad física. Por otro lado, el consumo ocurre más allá del comercio. En una sociedad, los actos de consumo despliegan tanta semiosis social, valores y comunicación, como intercambios, precios y relaciones económica. El mismo universo material al que recurrimos para producir bienes y servicios para satisfacer necesidades físicas y biológicas (hambre, abrigo y techo, sed, baño, etc.), es también un universo de mediación para con nuestras relaciones sociales, conferirnos status, construir identidades y establecer fronteras entre grupos y personas, y ampliar nuestras experiencias de autoconocimiento.

El creciente interés en la cultura material dentro de las ciencias sociales (Daniel Miller: 2005; Holbrook & Hirschman: 1993), gradualmente está pasando de la denuncia (en clave moral) de una forma de dominación capitalista a través de la mercantilización o comoditización de las relaciones humanas, hacia un esfuerzo holístico de comprensión del consumo y los estilos de vida concretos de distintos grupos de personas, como una dimensión crucial de la construcción de sentido en la vida cotidiana contemporánea. Son cada vez más los ámbitos que hace sentido investigar desde la esfera del consumo. Dominios como la ciudadanía, el Estado, la cultura, la educación, la política, el medio ambiente o la religión tienen aristas comprensibles y enriquecibles en tanto experiencias de consumo (McCracken: 2008).

1.2 El Consumo como Construcción Activa de Ciudadanía.

"Un ciudadano es una persona capaz, en cooperación con otros, de crear o transformar el orden social que ella misma quiere vivir, cumplir y proteger, para la dignidad de todos", Toro (2001).

Los actos de consumo, la cultura material, en tanto (1) experiencia social y (2) área de investigación, son una puerta abierta para la construcción de ciudadanía. Y el ejercicio pleno de la ciudadanía se traduce a mayores oportunidades efectivas de inclusión sociocultural y económica.

Nos interesa hacer patente la conexión entre consumo y ciudadanía. Porque lo que sucede en instancias de consumo tiene potencial para apalancar la construcción de ciudadanía, y de facto esto es lo que sucede. Los formatos de interacción, la diversidad de usos, la producción y circulación de semiosis social, etc. que se ejercitan en espacios de consumo (real o imaginario) se entrelazan con, y configuran a, la "subjetividad" de la persona ciudadana.

A continuación algunos puntos salientes de esta conexión consumo-ciudadanía, a partir de los cuales sostenemos que el bagaje de experiencias, habilidades y conocimientos de las personas en tanto consumidoras, se traducen y dan cierta configuración al ejercicio de la ciudadanía (Rosato y Arribas: 2008). Las conquistas y condicionantes en el terreno del consumo, son transferidas a la construcción de espacios de ciudadanía en Bolivia. Los ejemplos abajo citados provienen de nuestras propias investigaciones etnográficas.

Cohesión y pertenencia. En tanto experiencia social, el consumo necesariamente te vincula a más de un tipo de organización, creando afiliaciones más allá de las organizaciones puntuales con las que interactúe una persona o un grupo de personas. Piénsese en un fanático de fútbol gritando en el Estadio, o una mujer aprendiendo a tejer en el club de madres de su barrio. Ambas personas ejercen su capacidad de producir sentidos de pertenencia a grupos ("tribus" urbanas), mientras que adscriben sus acciones voluntariamente hacia ciertas formas de mostrarse y hacer. Toman parte en actividades en las que se aprende a ejercer roles, en un marco de interacciones que vivencialmente se escoge. A su vez, ambos se sienten parte de otros grupos y experiencias aún más amplios, como las competencias o campeonatos, y las revistas temáticas -sean éstas globales o barriales.

Confianza y reciprocidad. La construcción de confianza (en uno mismo y en los demás) a partir del consumo, no puede perderse de vista. Un ejemplo claro de esto es lo que sucede en los mercados, donde las amas de casa entablan una relación duradera y encomiable con su "casera". Incluso si no conocen ni el nombre de su casera, o su historia personal, ambas mujeres entablan acuerdos de cooperación. "Yo te compro a vos, vos me cuidas todo lo que he comprado y que pesa, así puedo completar mis compras". Las caseras hacen de custodias de la mercadería acumulada en los bolsones, para facilitar el resto de las compras a su fiel ama de casa. Un cierto sentido de que intercambio justo se desprende el proceso de negociación entre ellas.

Negociación y elección. La lógica de la negociación (con uno mismo y con los demás) inherente a la asignación de valor a objetos, servicios y relaciones, lleva a la producción de convenciones -y esto de alguna forma permite entrever que la realidad es creada por hombres y por tanto puede ser cambiada. Entrenar habilidades para negociar y ponerse de acuerdo, implica decidir elegir jugar un juego en común. En el regateo por ejemplo, vemos no sólo al momento de establecer un precio para un producto, sino de saber que esto es posible y deseable, y que ambas partes dan valor al mismo. También hemos constatado en otros espacios de elección, como el niño que opta por colocar estos y no otros posters en su rincón de la pared en el cuarto compartido con sus padres y hermanos.

Acceso a Conocimiento y Opciones para la Acción. Hoy en día el obtener

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