Reconocimiento
doraln3 de Mayo de 2014
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el interés y se aburrirán? Hay tres niveles en los cuales contestar estas objeciones. El
primero es el principio de que en este tipo de actividad, el alumno se supone que debe
aprender a pasar por una descentración para estar en capacidad de concentrarse en sí
mismo o en otra persona, una característica fundamental de aprender y madurar.
Segundo, al alumno se le pide constantemente que esté dentro y fuera, que sea
simultáneamente un participante y un facilitador. Esto implica tanto que no se quede
atrapado en un intercambio de ideas – es decir, que trate de conceptualizar y
problematizar la discusión global – y al mismo tiempo, que se enfrente a sus
compañeros a través de preguntas y análisis, de modo que todos mejoren su
capacidad de dar cuenta de su propio discurso. Si esto fuera el caso, el alumno
siempre tendría interés, a menos de que le cueste trabajo salir del mero “Lo que quiero
decir, es...”. Tercero, este tipo de ejercicio no es un ejercicio del hablar, sino del pensar.
Y algunos alumnos que no hablan mucho no se benefician menos que otros del trabajo
en su totalidad. El asunto no es tanto, que todos logren expresarse – aunque no se
excluya en absoluto esta expectativa o esperanza – sino que la clase en su totalidad
pueda pasar por momentos filosóficos de una naturaleza casi estética, que realce y
transforme sus mentes.
Otra objeción está relacionada con la dinámica de grupo, en tanto que algunos
filósofos prácticos quieren que los alumnos todo el tiempo deseen contribuir con sus
pensamientos, por más irrelevantes que sean, y participen animosamente. Pero se
podría considerar que crear artificialmente momentos, en los que nadie hable, en los
que todos estén asombrados por alguna cuestión particular, y en los que el silencio
pesa sobre el grupo, es una situación más bien productiva y deseable. Ciertamente no
facilita el habla, pero facilita el pensar. Tal vez, las capacidades “naturales” de
aprendizaje de la mente humana necesitan de medios “artificiales” para desarrollarse
plenamente.
Pensar lo impensable
Si sacamos el concepto “comunidad de indagación” de su sentido especializado y
analizamos su significado general podemos sostener el principio de que el otro, nuestro
compañero humano y la imagen reflejada en el espejo, puede pensar y muchas veces
piensa diferente que nosotros. Nosotros, como seres imperfectos que somos, siempre
tenemos una serie de prejuicios, siempre estamos parcializados, en el sentido doble de
que sólo nos fijamos en minucias ínfimas de la realidad, y de que percibimos el ser y el
mundo a través de un prisma subjetivo, particular y reduccionista. Así que el papel del
otro es permitirnos escapar momentáneamente de nosotros mismos y tomar conciencia
de otra realidad. En este sentido, un encuentro así es suficientemente beneficioso en sí
mismo y no deberíamos esperar más de éste, que el que sea como es, y todo lo que
tenemos que ser es ser nuestro yo usual. La comunidad se convierte así en sinónimo
de abrir nuestras mentes y con pensar mejor. Pero hay dos otras maneras en las
cuales esta comunidad puede estar en contradicción con tal progreso. La primera, un
reflejo muy natural, es defender la nuestra propia posición a toda costa, es probar que
nuestro yo tiene razón frente al de los demás, que son percibidos como una amenaza a
nuestras ideas. Toda nuestra energía mental se pone en acción entonces para producir
argumentos, para defender centímetro por centímetro lo que hemos dicho, hasta el
punto de una leve mala fe leve o incluso una
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