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A Que Lugar Pertenesco


Enviado por   •  14 de Enero de 2014  •  543 Palabras (3 Páginas)  •  369 Visitas

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¿A qué lugar pertenezco?

Muy pocas persona saben, desde temprana edad, a qué lugar pertenecen. Los matemáticos, los músicos y los cocineros, por ejemplo, ya son matemáticos, músicos y cocineros a los cuatro o cinco años. Los médicos suelen elegir su carrera durante la adolescencia, o incluso antes. Pero la mayor parte de la gente, y especialmente los mejor dotados, ignoran a qué lugar pertenecen hasta pasados los 25 años. Para ese entonces, sin embargo, deberían conocer las respuestas a tres preguntas: ¿cuáles son mis fortalezas?, ¿cómo hago las cosas? y ¿cuáles son mis valores? A partir de ahí, pueden y deben decidir a donde pertenecen. La persona que sabe que no puede desempeñarse bien en una organización grande, debería saber decir “no” a un cargo en este tipo de empresa. La persona que sabe que no puede tomar decisiones, debería saber decir “no” a un puesto que implique tomarlas. Al mismo tiempo, conocer la respuesta a esas preguntas le permite a una persona decir “si” frente una oportunidad, una oferta o una misión. Y le permite, además, decir como hará las cosas, de qué manera deberían de estructurarse las tareas, que forma deberían adoptar las relaciones, qué resultados deberían esperarse de su labor y en qué tiempo.

Las carreras profesionales exitosas no se planifican. Se desarrollan cuando la gente está preparada para las oportunidades porque sabe cuáles son sus fortalezas, su método de trabajo y sus valores. Saber a qué lugar pertenece puede transformar a una persona común –trabajadora y competente, pero acaso mediocre-, en otra con desempeño sobresaliente.

¿Cuál debe ser mi contribución?

En el transcurso de la historia, la mayor parte de la gente jamás se preguntó cuál debería ser su aporte. Se les decía con qué habrían de contribuir, y sus tareas estaban impuestas por el trabajo es si –como ocurría con el campesino o el artesano-, o por quien los empleaba. Hasta hace muy poco, se daba por sentado que la mayoría de los individuos eran subordinados que hacían lo que se les ordenaba. Incluso en los 50 y 60, los llamados “hombres de la organización” se dirigían al departamento de personal de las empresas para planificar sus carreras. Pero hacia fines de la década de los 60, nadie quiso que le dijeran lo que debía hacer. Hombres y mujeres jóvenes empezaron a preguntarse: “¿Qué es lo que quiero hacer?”. Y descubrieron que la manera de contribuir era asiendo “lo que sentían”. La solución fue tan errónea como la que habían encontrado los hombres de la organización. Muy pocos de los que creían que “hacer lo que sentían” redundaría en un aporte, en la auto-realización y el éxito, alcanzaron alguno de los tres objetivos. A pesar de ello, no hay retorno a la vieja respuesta de hacer lo que nos dice o se nos asigna. Los trabajadores del conocimiento, en

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