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Caracteristicas


Enviado por   •  16 de Mayo de 2013  •  5.929 Palabras (24 Páginas)  •  206 Visitas

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Caracterización Psicopedagógica del Niño y la Niña de 6 a 12 años, con Relación al Desarrollo Biológico.

El período de edad que se extiende desde los seis hasta los catorce años se caracteriza por ser una etapa de constante transformación y crecimiento del niño, tanto en las áreas de la conducta como en lo respectivo a lo corporal, por eso debemos tener en cuenta ambos factores y no descuidar ninguno de ellos, ya que ambos inciden en el desarrollo del niño en la actividad, la disponibilidad con que se presenta a las distintas propuestas y las posibilidades reales de llevar a cabo un juego o acceder a la realización de una consigna.

Los diferentes logros que el chico va adquiriendo y los cambios que va sufriendo, afectan inevitablemente a toda persona, tanto sea a nivel socio-afectivo como psicomotor e intelectual. Con respecto a esto, Jean Piaget, desde su postura cognitivista sostiene que toda necesidad surge a partir de un desequilibrio, el cual tiende a que el sujeto lleve a cabo dos actividades: la asimilación (incorporar nuevos objetos a sus estructuras ya conocidas) y la acomodación (reajustar las estructuras y experiencias previas en relación a los nuevos objetos incorporados). En este interjuego entre asimilación y acomodación, sujeto y objeto se modifican entre sí. Esto da lugar a un nuevo aprendizaje y, por lo tanto, a una nueva adaptación. Debemos tener en cuenta que el aprendizaje siempre se verá favorecido y será más efectivo cuando la interacción entre objeto y sujeto sea atractiva, pues esto estimula la motivación. Ya hemos explicado que durante el crecimiento se desarrolla una constante modificación en las conductas y en lo corporal. Primer Ciclo (6 a 8 años)

En este período el niño se encuentra atravesando la transición de la inteligencia preoperatoria a la operatoria concreta. Es decir que está adquiriendo una estructura lógica de pensamiento y consolidando la capacidad de abstraer. En esta etapa el niño comienza a formarse con una postura más socializadora ya que puede disociarse de los demás. Comienza a romper con los esquemas egocéntricos, dando lugar a una cooperación incipiente, al surgimiento de la noción de grupo, a una colaboración efectiva y a un intento de cohesión grupal. Por eso es el momento ideal para la implementación de los juegos por equipos, dado que es importante generar espacios para poner en práctica la capacidad de organizarse, repartir tareas, asignar roles y responsabilidades. A partir de esta etapa se pueden realizar juegos de relevos, principalmente simples. Esta capacidad creciente en los niños de colaborar y acordar con otros nos permite proponer espacios en los cuales ellos puedan crear e inventar sus propios juegos y comenzar a organizarse con sus pares. Debemos tener en cuenta que el juego no sólo tiene como fin la capacidad socializadora, ya que a través del mismo los niños aprenden a jugar, a respetar reglas, adecuarse a los espacios y a interaccionar con los demás teniendo en cuenta estas variantes. El proceso en que los niños serán capaces de cooperar y acordar con otros será gradual e irá desarrollándose desde las acciones individuales, a las de colaboración con los demás y al posterior juego por bandos. A partir de la capacidad de diferenciación de sí mismos respecto a los demás, decae la moral heterónima, en la cual las normas, respetadas con sumisión, aparecían como una obligación externa e impuesta por otros. En su lugar rige una moral autónoma que le permite al sujeto comprender el valor de las normas y su fundamentación.

A partir de esto el niño comienza a manejarse sin necesidad alguna de mediación por parte de los adultos. Esta descentración que se inicia hacia los seis años y cuyo soporte es el cuerpo, le permitirá ubicarse en principio, con los objetos estáticos, y posteriormente, en relación a los demás en movimiento. Es a partir de su relación e identificación con los demás que el ser se descubre y se construye. En esta etapa, la estructuración del espacio y el tiempo se realiza a partir de experiencias vividas y de actos inteligentes. Hasta los siete años la actividad lúdica por excelencia es el juego simbólico. A partir de los siete años su sed de realismo hace que sin que llegue a caducar definitivamente el juego simbólico, aparezca otro tipo de manifestación lúdica: el juego reglado. La aparición de la regla en esta etapa es incipiente, pero su importancia radica en que marca el principio de los acuerdos. Las reglas concientizan al niño de lo que debe hacerse. A partir de esta etapa el niño podrá diferenciar aquellos roles que dentro del juego estén bien diferenciados (ej.: policías-ladrones, lobos-ovejas, etc.). A partir de estos juegos los niños comienzan a responder a roles con lugares espaciales ocupados. Este tipo de juego implica para sus participantes responder a funciones que le competen y coordinar su accionar con respecto a las relaciones interhumanas de nivel grupal. Los juegos reglados con intención socializante se modificarán posteriormente hacia el juego en la iniciación deportiva, no con el fin de iniciar un proceso hacia el deporte exclusivamente, sino de permitir a través del juego la construcción de habilidades, reglas estrategias, conocimientos, etc. A partir de esta edad pueden implementarse conceptos de táctica y estrategia, no sólo vinculados al terreno de lo deportivo, sino también al juego.

La aparición de conductas de cooperación y solidaridad, a la vez que la noción de equipo, fomenta la importancia de que los compañeros dejen de ser rivales para convertirse en compañeros reales. Pueden realizarse juegos en a cargo del docente que posteriormente sean modificados en virtud de las necesidades o inquietudes del grupo. Dado que el chico está elaborando su inserción al mundo es conveniente la presentación de problemáticas que favorezcan el contraste con lo real, para luego poder, incluso, poner en palabras lo sucedido.

Segundo Ciclo (9 a 11 años)

El niño que está atravesando esta etapa se encuentra afianzando algunos logros alcanzados en el período anterior a nivel de la inteligencia, la motricidad y la afectividad, a la vez que está incorporando nuevas adquisiciones. El final de esta etapa coincide con el cierre del período operatorio concreto. El chico puede operar sin dificultad objetos concretos e incluso la representación mental que logró hacer de los mismos. La consolidación del lenguaje y del pensamiento le permite ahora planificar sus acciones teniendo en cuenta el objetivo final como meta a alcanzar. Esto le permite dedicarse con esmero los mismos. Es celoso de sus objetos personales y los administra. Las niñas, en la medida en que comienzan a modificar su cuerpo por la aparición de los caracteres sexuales prefieren actividades más

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